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Su relación no habia cambiado mucho, solo se estrechaba cada vez más.
Sumado a besitos por parte de Kirishima que ha se habian vuelto costumbre.
Katsuki se sentía un poco cohibido al principio, avergonzado ya que los besos eran para personas especiales y nuy cercanas, el que Eiji lo considerara de esa manera era gratificante para su alma.
El no hacía nada de eso, pero sabia que debía poner el rostro en ciertas ocasiones para que el pelinegro la besara, echo esto, la pesades en su cuerpo se desvanecía por arte de magia.
Y no eran necesarios besos, con un abrazo o palabras de animo, su dia mejoraba increíblemente.
-"Blasty, eres muy fuerte" -"Kats, eres genial." - "Ven, quiero abrazarte." - "Quiero ser tan fuerte como tu, Kats"
- "Yo te quiero mucho."
Para su corazón de infante eso era lo mejor de sus dias, tal vez era el echo de que casi todos los niños te temian o que su mamá no se lo repetia seguido, pero con que Ei lo dijera, estaba muy bien.
Sus muestras de cariño no eran tsngo como las de Eijiro, estas consistían en darle insectos, rocas, palos o cualquier cosa "ruda" que encontrara por ahi, y Kiri siempre lo guardaba en su mochila con una sonrisita divertida.
Su amor se demostraba de maneras singulares, golpesitos, burlas suaves o roces disimulados, el era seco ya que no sabía como expresarlo sin gritos que pudieran espantar a su Eijiro.
Pero estaba decidido, el le daría a Kirishima algo que demostrara su cariño, claro.
¿Tal vez una hoja de color brillante? ¡Una roja! A el pelinegro le encantaba el rojo, sería un buen regalo.
Si avisar a nadie, salio en busca del botín, hacia el lugar donde conoció a Eijiro, al ser otoño las hojas vibraban en llamativos colores naranjas, y amarillos, pero no lograba divisar una lo suficientemente "masculina" para su mejor amigo.
Quería un color fuerte, un color llamativo, el color de los corazones. El rojo era perfecto, de ese color eran las fresas, y estas le gustaban al niño. Su heroe favorito era rojo. Sus tenis preferidos también. Su mochila. Sus juguetes. Sus ojos.
Tan bonitos sus ojos.
Por fin sus ojos se enfocaron en la perfección, una hoja roja como el mismo sol, y perfectamente a su alcance.
Trepó a unas piedras y la tomo entre sus dedos, arrancandola con sumo cuidado y arrancandola, sus orbes brillaron de emoción yendo corriendo a ver a Ei.
- ¡Hola Blasty! - el pelinegro lo abrazo fuertemente desde su cuello, frotando sus cachetes. - Mis mamis hicieron sandwiches, ven por uno. - tomó su mano para jalarlo, pero Bakugo se quedo ahi. - ¿Tienes algo? ¿Tas bien? - pregunto tomando acariciando su manita con el pulgar, tratando de averiguar lo que le pasaba a su Blasty.
- Te traje algo.
Oh! ¿Otra piedra? Genial, la pondria en su cajita de regalos de Kats.
- ¿En serio? A ver. - Estiró su mano para recibir lo que sea que se le fuera dado.
El suave toque le llamó, una hoja roja fue depositada.
- ¡Que genial esta! Me encanta, es roja. - chillo de emoción abrazando a su mejor aligp el cual estaba casi tan rojo como el mismo detallito
Eijiro tomó entre sus manos su cara, y le dio un besito tan pequeño en sus labios que apenas lo sintio, era el toque mas sulce que pudo recibir en toda su vida.
Ei le sonrió después de eso, sostuvo su hoja, y lo guío a la cocina.