Capítulo 1.

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Lunes.

¿Qué había bueno de un lunes?

Exacto; nada.

Todos los días era lo mismo: caminaba hasta el instituto, donde me esperaban seis horas de tortura sin descanso. Más tarde caminaba de nuevo a casa, donde reinaba el silencio. Aquel silencio era algo que odiaba y me gustaba a la vez. Después de comer, recoger la cocina y hacer los deberes, llegaba la que, probablemente, era la única parte buena de mi vida: tocar el piano.

Cuando mis dedos tocaban las teclas del piano me olvidaba de todo. De la rutina, del silencio, de la gente. Era un suceso mágico que no podría explicar bien con palabras.

Subí el último peldaño y entré en la primera clase que me tocaba. Física y Química nunca había sido mi punto fuerte, se me daba mejor Lengua o Inglés.

Llamé a la puerta esperando a que el profesor me diera permiso para entrar ya que llegaba con retraso, lo que era algo habitual en mí.

-¡Adelante! -escuché la voz del Señor Sherman detrás de la puerta.

Cogí aire y entré. Sabía que todos me iban a mirar, y no había cosa que más odiara en el mundo. Nunca me había gustado llamar la atención.

Después de que el profesor me echara la bronca, me dirigí a mi sitio al final de la clase en la esquina. Miré hacia el sitio de Calum, mi mejor y único amigo, que al parecer también llegaba tarde. Y eso era algo inusual.

Las clases transcurrieron de manera habitual hasta la hora de volver a casa. Mientras caminaba hacia la salida escuchaba a gente hablar sobre lo que harían esta tarde o qué exámenes tenían dentro de poco. Yo, en cambio, me quedé mirando a Toby según me acercaba a la salida del instituto. Toby era el chico que me gustaba desde que tenía uso de razón, y la verdad era que él no sabía ni mi nombre.

Bajé del autobús y crucé la calle para llegar a mi casa. Inconscientemente, mis manos taparon mi boca al ver a Calum sentado en el porche con la cara hecha un verdadero cuadro. Tiré la mochila al suelo y fui corriendo hacia él.

-¿Q-Qué te ha pasado?

Levantó la cabeza para encontrase con mis ojos llenos de preocupación. Los suyos estaban hinchados y rojos, y su cara llena de moratones. También noté sus nudillos, que estaban destrozados.

-¿Por esto no has venido a clase? -volví a hablar, sonando más enfadada de lo que esperaba.

Me senté a su lado y me fijé en que llevaba su mochila, lo que significaba que sí iba a ir a clase (en un principio). Calum tenía las manos entrelazadas sobre sus rodillas. Jugaba con sus pulgares mientras miraba a la nada, de vez en cuando apretando la mandíbula.

-¿Ha sido tu padre? -pregunté mirando como su mandíbula volvía a tensarse, esta vez manteniéndola así un rato, dándome así la respuesta que necesitaba-. Puedes contármelo, ¿sabes?

El padre de Calum era casi siempre uno de sus problemas. Calum quería dedicarse a la música, pero su padre era un hombre de negocios y quería que su único hijo siguiera sus pasos.

-Carter -escuché la voz de Calum, que había sonado como un susurro-, ¿puedo quedarme en tu casa esta noche?

Observé el salón. Calum se encontraba en el sofá, sumergido en su teléfono móvil. Su cara ya parecía tener mejor pinta, al menos ahora estaba mucho menos hinchada.

Me levanté del sillón y recogí lo que quedaba de la cena.

-¿Quieres comer algo más? -pregunté.

Calum negó con la cabeza y volvió a evadirse de la realidad. Esta vez parecía estar realmente enfadado.

-Bueno, si quieres algo más, estoy arriba -terminé de hablar y me fui a la cocina.

Metí los platos en el lavavajillas y oí a Calum arrastrar los pies por el pasillo, seguramente buscando el baño

-Me ha roto la guitarra -escuché decir a Calum desde la puerta-. Me ha dicho que soy inútil y que la música no me va a servir para nada excepto para convertirme en un drogadicto.

Me giré para mirarle. Estaba apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados y con su móvil en una de sus manos.

-Calum, sabes que no eres inútil -le corregí.

Hizo un intento de sonreír, pero se quedó en eso, en un intento.

-Lo sé, pero eso no justifica que pueda ser tan cabrón. Y por decirle eso mismo, me ha echado de casa.

La verdad es que no me sorprendía, no era la primera vez.

-Ya sabes que puedes quedarte el tiempo que quieras. Mi padre solo está aquí por la noche, ni se dará cuenta -después de decir esto recordé que Calum, al contrario que yo, sí que tenía madre-. ¿Qué ha dicho tu madre?

-Está preocupada, ya sabes.

Asentí. La casa se quedó en silencio, lo que era extraño en su presencia. Siempre estaba contento y me apoyaba siempre que lo necesitaba. Pero ahora me necesitaba él a mí.

Fearless.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora