Capítulo 8: Lejos de ti.

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Hazel.

«Zozobra» es el sentimiento más desagradable que he experimentado, al menos a nivel emocional. Es cierto que, a las personas como yo, la mayoría de gente a su alrededor les importa una mierda... y es porque solemos levantar un enorme muro de concreto a nuestro alrededor, ya que cuando nos permitimos preocuparnos por terceros nos mostramos vulnerables. Creía que todo mejoraría, que la muerte de Pablo, ese mafioso de mierda, sería la solución a la mayoría de mis problemas. Pero me equivoqué. Subestimé a su hijo, menosprecié su poder. He hecho cuanto he podido para garantizar la seguridad de Alex, para tenerlo junto a mí nuevamente, para sacar a su padre del roto en el que estaba. ¿Y todo eso de qué ha servido? ¿Dónde está Alex ahora? ¿Y cómo está Adam ahora?... solo tengo que mirar a mi alrededor para darme cuenta de lo mal que nos está yendo desde que me precipité y acabé con la vida del capo. Su engendro me asecha a todas horas, envía amenazas a cada nada y no pierde oportunidad alguna de jodernos. Adam ha sufrido lo que para mí han sido las convulsiones más violentas, Alex está lejos... cazando a quien quiera que se haya sentido con en un jodido capítulo de Game of Thrones y le ha enviado la cabeza de un amigo cercano a su padre, que en lo que a mí respecta, no es más que otro pobre diablo, otra víctima de las más crueles perversidades de la mafia.
He perdido la noción del tiempo, y no puedo evitar preguntarme cuánto llevo en la misma postura. Estaba muy exhausta, sin energías. Necesitaba descansar. El día anterior ya había sido lo bastante largo, y ahora, debía estar en un salón de hospital, velando por la seguridad de Brown... me acomodé un poco en el mullido sillón y me permití cerrar los ojos.
Quiero dormirme, aunque solo sea por unos minutos. Pero soy consciente de que no debo hacerlo. Escucho un leve ruido proveniente de los pasillos. «Si no estuviera tan derrotada como para que sea producto de mi imaginación diría que son pisadas». Abro los ojos ligeramente, pero los pasos cesan. Convencida de una vez de que me lo he estado imaginado dejo que mis párpados se cierren nuevamente... entonces siento el crujido proveniente de la manilla de la puerta. La abren con el sigilo suficiente para que no lo sintiese en caso de estar dormida, pero no lo estoy, aunque pretendo estarlo. El andar continúa, lentamente. Casi puedo sentir el calor que emana el cuerpo de quien quiera sea. Siento que detiene su caminar frente a mí, mas no muevo un músculo, ya que mi intuición me dice que permanezca quieta y lo hago mientras estudio mis posibilidades.
«No estoy armada» Acababa de salir de la ducha cuando Brenda vino a buscarme. Apenas había tenido tiempo para vestirme, y cuando apareció gritando frenéticamente que algo le había pasado a Adam lo último que pasó por mi cabeza fue tomar una maldita arma.
Estoy indefensa, no tengo nada más que mi entrenamiento para enfrentarme a quien está justo frente a mí.
«Tendré que hacerlo a la antigüita»
Me muevo rápido al percibir el sonido que emite un arma cuando le quitan el seguro. Abro los ojos y lanzo una patada certera a la mano de la mujer que hasta hace solo unas fracciones de segundos me apuntaba directo a la sien. Ella se sobresalta y da dos pasos hacia atrás. Me incorporo y estampo un puñetazo en su nariz, la hago retroceder aún más con un fuerte empellón. Al percatarse de que no se lo pondré fácil desenfunda una navaja y se me viene encima. Esquivo los cortes que me propina y barro sus pies. Cae e imita mi acción a una velocidad que no me esperaba. Me voy de bruces contra el piso y ella se coloca sobre mí. Todo cuanto siento es el agudo dolor que me provoca la fría y afilada hoja cuando la entierra en mi hombro izquierdo. Como la clavó, la extrae y se dirige a mi cuello. Me muevo rápido y pongo el brazo de por medio, evitando que corte mi garganta, pero el puñal se hunde en mi antebrazo al usarlo como escudo. Aparto la mano antes de que pueda hacerse con el cuchillo nuevamente y con un cabezazo que le planto en la nariz logro que pierda un poco el equilibrio. Suelta un alarido debido al dolor que le provoca la ruptura de su tabique. Me aprovecho de su desconcierto e invierto los papeles. Ahora soy yo quien se le va encima. Intenta tomarme del cabello, pero soy ágil a la hora de sacar el cuchillo y atrapar su mano. Sin miramientos hago que el filo le atraviese la palma. Ella grita e intenta liberarse, pero soy yo quien la sostiene del pelo. Levanto su cabeza y la estrello contra el suelo. Repito la acción una y otra vez. No me detengo. Continúo hasta que noto cómo va perdiendo fuerzas. Su cráneo cruje cuando golpea el suelo una vez más. La sangre no se hace esperar, fluye cual agua de fuente, formando un charco de un intenso tono carmesí alrededor de ella. De repente, la habitación que había estado rodeada por la penumbra se ilumina. Dirijo mi vista hacia el interruptor de la luz, donde le veo parado, con clara sorpresa reflejada en su rostro. Como puedo me pongo de pie, tambaleándome en el acto.

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⏰ Última actualización: May 02, 2022 ⏰

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