Emma
- ¿Quién es ese tal Voldemort?- le preguntó Peter removiendo su cabello rubio. Le estaban dando varios rayos de sol en él y se le veía aún más claro.
- No sé mucho de él, Peter. Nunca nadie me ha hablado de él.
Hoy todos habían dormido en el Gran Comedor. Nadie había dicho por qué, pero Emma había escuchado algo sobre ese tal Voldemort.
Emma giró la mirada hacia Sirius. Éste estaba mirando a una chica rubia fijamente. La chica llevaba una bata de Ravenclow.
Ravenclow... la casa que Emma siempre quiso ser.
Se fijó ella en la chica. Tenía buena figura - o esa que entra en los estándares-, su pelo era lacio y muy rubio. Sus ojos eran azules puros y su piel era de un tono claro. No tenía ningún grano o mancha en la cara. Se notaba que era muy limpia.
Sirius estuvo a punto de acercarse a ella cuando la campanita de Dumbledore sonó.
- Alumnos y alumnas, los profesores y yo hemos propuesto con excelencia y paciencia una propuesta que os podría gustar. Lo lamentamos por esta terrible noche, no se volverá a repetir jamás - hizo una pausa y bebió de su copa -. La propuesta es una que nunca en Hogwarts habíamos hecho.
Emma se estaba impacientando.
- Los alumnos y alumnas van a ir dirigidos a Hogsmeade a buscar un trabajo. Todos están avisados y nos van a enseñar su rendimiento como trabajadores. Cada casa se separará en dos grupos: mujeres y hombres. Iréis con varios profesores. Os pagarán como a trabajadores de verdad. Ahora sí, que empiece ésto.
¿Iba a... trabajar? ¿En Hogsmeade?
¿En qué momento se le había ocurrido eso?
¿Le pagarían? ¡Ella quería trabajar en una tienda de golosinas! ¡O... pociones! ¡O en aprender quitchitt! ¡O en una librería!Las expectativas acabaron muy altas y la realidad muy baja.
Resulta que a las mujeres no las dejaban trabajar en semejantes trabajos. Es decir, los hombres tuvieron servicios superiores. Emma y Abril acabaron trabajando en un restaurante. Uno mugriento y sucio. El buen restaurante estaba reservado para las favoritas de los profesores. James y Sirius acabaron trabajando en la Gran escuela de Quitchitt, Peter y Remus en una librería. Y ellas ahí. En un maldito restaurante.
Tenían un descanso de cinco minutos cada hora. El turno duraba de siete de la mañana a nueve de la noche -eso sólo para la gente de los restaurantes-. Emma y Abril se irían turnando esa semana para ver quién abría, porque una podía ir dos horas más tarde si la otra abría.
Emma, con el uniforme ya puesto, vio a un cliente - una mujer de más o menos 20 años - con un niño en sus brazos.
- ¡Hola! ¿Qué quieres tomar?- le preguntó Emma, emocionada. Puede que no fuera el mejor trabajo del mundo, pero a Emma le hacía ilusión.
- Oh, eh... ¿tenéis leche para niños de dos años?- le preguntó. A la mujer le pilló inesperada la ilusión de Emma y terminó contagiándosela.
- ¡Por supuesto!- Emma fue felizmente a mirar en las estanterías y... ¡Bingo! Le dió la leche y una especie de biberón.
- Tu alegría me pone nerviosa - murmuró Abril detrás de ella -. ¿Quién podría estar contenta después de éste robo?
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Efímero #1
Fantasy» Dónde duele más quedarse que irse « _____________________________________ TRILOGÍA GENEREACIONES. Libro 1