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🌊 «El corazón del escorpión» 🌊

Podría jurar que eran estrellas, tan brillantes resultaban en medio de la oscuridad. Si no recordara haber saltado cuando recién aclaraba o si el techo fuese tan alto que pudiera confundirlo con el cielo, Sehun habría tardado en darse cuenta de su error y reconocer que los ases de luz sobre su cabeza no podían ser otra cosa. Diamantes.

No recordaba alguna vez en la que sus galeras incluyeran piedras tan preciosas, pero dudaba que fuesen a volver sin antes hacerse con algunos cuántos kilos de esas. Los otros se volverían locos al verlas, excepto Luhan. Apostaba que su chico estaba acostumbrado a poseerlas e incluso si no las conociera, tampoco se sentiría impresionado.

El tiempo a su lado le había enseñado a no esperar que el ciervo fuera igual al resto y es que sin importar que se trataba del hijo del gobernador, Luhan estaba tan acostumbrado a vivir entre murallas, que para despertar su interés no se necesitaban joyas, ni riquezas. Bastaba con demostrarle que el mundo alrededor no le estaba prohibido.

— Te dije que viviríamos y no vas negarlo, que...

Las palabras murieron en su boca y un horrible escalofrío le recorrió la espalda al comprender que su chico no se hallaba por ninguna parte. Recordaba la fuerza de la corriente que los atrapó al saltar, arrastrando sus cuerpos por una especie de camino submarino del que apenas conseguía distinguir fragmentos.

Sehun recorrió la cueva buscando el origen, el punto donde el agua desembocaba, formando la playa en la que se hallaba. Las paredes rocosas formando un semicírculo, parecían no dejar sitio a ninguna abertura, pero debía haberla o el arquero no habría llegado ahí. «Imbécil» se dijo, en cuanto se dio cuenta de lo obvio.

Aquella era una cueva submarina, oculta bajo la tierra. La entrada no estaba frente a sus ojos, igual que la isla se había escondido detrás de la bruma. Ni siquiera lo dudó, simplemente, se lanzó al agua.

Temió lo peor cuando distinguió a Luhan, unos cuantos metros más allá, flotando a la deriva, sin fuerzas para luchar contra el cuerpo de agua que lo empujaba al fondo. Habría intentado volver a la superficie al sentir que se ahogaba, en vez de pasar por debajo del borde rocoso y encontrar la cueva.

Apenas respiraba cuando Sehun lo tumbó sobre la superficie. No era el primero al que rescataba y dudaba que fuera a ser el último (caer al agua era algo demasiado común cuando se vivía en el mar) aunque la parte de reanimarlos nunca había corrido por su cuenta. Ojalá su hermana estuviera ahí, Irene lo haría mejor que él.

— Vamos, cariño, no me hagas esto — le pidió, alternando entre las compresiones y la respiración boca a boca.

Había fantaseado con la idea de besarlo, saborear sus labios rosados y sentirlos colisionar contra los suyos. En esos momentos, renunciaría a jamás probarlos si hacerlo implicaba que su chico pudiera no volver a reaccionar. «Déjate de idioteces y concentrate en traerlo de vuelta» se riñó, volviendo a ejercer presión sobre el pecho del castaño.

Un par de segundo más tarde, Luhan comenzó a toser. Expulsó una buena cantidad de agua antes de abrir los ojos y todavía consciente, siguió boqueando como si se encontrara en medio del mar. Sehun se mantuvo a su lado, procurando tranquilizarlo para que no fuera a hacerse daño. No se dio cuenta que estaba mejor, hasta que el chico dijo:

— D-Debí quedarme en el b-bote.

— Perdón — se disculpó Sehun, de rodillas junto a él — Fue mi culpa que te atrapara la corriente.

— Yo quería seguirte, se me olvidó que la mala suerte me persigue — resolvió Luhan, con sinceridad.

Hizo amago de levantarse, pero Sehun lo instó a permanecer tumbado un minuto más. Fue cuando el castaño reparó en el lugar al que habían llegado, la tierra húmeda bajo su cuerpo, el techo rocoso sobre sus cabezas y las estrellas... no, los diamantes. Joyas brillantes, sí, pero nada en comparación con los cielos que había visto mientras navegaban hacia allí.

Piratas: El último tesoro || HunHan ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora