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🌊 «Noches de gloria, días de condena» 🌊

— Perdí a mi madre durante una tormenta — murmuró Sehun, tan bajo que si el castaño no estuviera tan cerca, no habría alcanzado a escucharlo.

Habían terminado apretujados entre los muebles, luego del beso que selló sus confesiones. El pánico todavía formaba un nudo en el pecho de Sehun, pero la compañía y el dulce tarareo que Luhan entonó para él, lo ayudaron a tranquilizarse y recordar lo que su hermana solía decir. «Tener miedo nos vuelve humanos. Dominarlo nos hace valientes.»

No era un secreto para sus camaradas que al arquero le aterraban las tormentas, después de todo, quizás fuesen piratas y estuvieran acostumbrados a vivir en el mar, pero eso no los eximía de tener debilidades. Mucho menos, cuando la raíz de sus miedos provenía de un evento doloroso como el que explicaba la única fobia de Sehun.

— Éramos esclavos, así que desde pequeño me enseñaron a pasar inadvertido. La única vez que fracasé, uno de los amarres se rompió y el cañón se soltó. Iban a azotarme, pero ella se atravesó y recibió el castigo por mí. Aún recuerdo los truenos ahogando el dolor de sus gritos.

Un rayo cortó el cielo, iluminando el camarote y dando vida a la expresión herida en el rostro del menor. La tormenta continuaba, pero sus amigos debían estar haciendo un gran trabajo sorteando el peligro, pues hacía un rato que el barco ya no se sacudía y a juzgar por la distancia entre el relámpago y la nave, comenzaban a dejar atrás la tempestad.

Luhan nunca había deseado con tanta fuerza que la calma absoluta llegara, pero antes de esa noche jamás creyó que escucharía una voz tan rota escapando de labios de su pirata, ni que al encontrar sus ojos oscuros vería sólo la tristeza que el fantasma de la pérdida dejaba, ahí donde cada día podía apreciar una mezcla de insolencia, diversión y sensualidad.

Casi sin darse cuenta, aferró el agarre de sus manos entrelazadas, intentando transmitir en acciones todo el cariño y el apoyo que las palabras jamás alcanzarían a expresar. Sehun lo entendió y acarició con la punta de los dedos el dorso de su mano.

— Un año después de eso, el barco fue asaltado por piratas coreanos — volvió el arquero, dispuesto a terminar el relato — Me había quedado solo, así que cuando la hija del capitán me encontró y ofreció llevarme con ellos, ni siquiera lo dudé.

— ¿Te dijo por qué ofreció rescatarte? — Luhan preguntó.

— Se lo pregunté algún tiempo después. Dijo que lo hizo porque ya entonces me necesitaba, tanto como yo a ella.

Aquella memoria bastó para robarle una verdadera sonrisa, tierna y radiante, como el mar en calma.

— Las cosas mejoraron cuando llegué al Dragón del mar — dijo — No sólo encontré aliados, gané una familia y un verdadero hogar, aunque sigo pasándolo mal durante las tormentas.

— Está bien, no hay razón para avergonzarse — aseguró Luhan, adivinando el rubor que teñía sus mejillas al compartir sus miedos — Todos aquí se preocupan y cuidan de ti.

— ¿Tú también?

— No busqué en todo el barco porque te odie, ¿verdad? — se mofó — Podré ser torpe y débil, pero así sea abrazándote o escuchándote, siempre voy a estar para ti.

El pirata se enderezó, queriendo responder a esa promesa de la única forma en que se aseguraría de que el castaño jamás la olvidara. Cuando sus labios se encontraron, Luhan le acarició la barbilla, deslizando los dedos hasta terminar jugueteando con las hebras más largas de su cabello. Sonreía entre beso y beso, bien seguro de que el ánimo de Sehun había vuelto a la normalidad.

Piratas: El último tesoro || HunHan ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora