Temporada 1: El Encuentro
Después de mi audiencia con el Sultán, regresé a mis aposentos con el corazón oprimido. La conversación, aunque cordial, había dejado en mí una inquietud difícil de ignorar. El plan que con tanto esmero había trazado parecía tambalearse, y cada movimiento en el palacio parecía ocultar un posible enemigo. Me senté frente al gran espejo que adornaba mi habitación, observando mi reflejo como si buscara respuestas en la profundidad de mis propios ojos.
-No puedo quedarme aquí -murmuré finalmente, levantándome de golpe-. Necesito claridad. Tal vez hablar con Atike me ayude a ordenar mis pensamientos.
Atike, la hermana del Sultán, no era alguien en quien confiara plenamente, pero había momentos en los que sus palabras, aunque envueltas en misterio, contenían verdades necesarias. Me dirigí a sus aposentos, mis pasos resonando suavemente contra el mármol frío. Cada esquina que giraba parecía alargarse más de lo habitual, como si el propio palacio conspirara para retrasar mi llegada.
Cuando finalmente me detuve frente a la gran puerta de sus habitaciones, respiré hondo. Hice una señal a los guardianes, quienes me miraron con una mezcla de curiosidad y desdén, antes de inclinarse y anunciarme.
Los segundos que pasaron mientras esperaba parecieron horas. Finalmente, uno de ellos regresó, haciendo una ligera reverencia.
-La Sultana Atike la recibirá.
Al cruzar el umbral, me encontré con la imponente figura de Atike. Estaba sentada en un diván, con un libro abierto en sus manos, aunque claramente no lo estaba leyendo. Su mirada fija en mí era tanto una invitación como un desafío. Me incliné respetuosamente.
-Mi Sultana, espero no interrumpir.
Atike cerró el libro con un gesto elegante, dejando que un leve eco llenara la estancia.
-Ayşe, querida, siempre es un placer verte. Pero dime, ¿qué te trae aquí tan inesperadamente?
Me acerqué con cautela, eligiendo mis palabras con cuidado.
-He oído que nuestro Sultán partirá hacia la guerra pronto -dije, midiendo su reacción.
Una leve sonrisa apareció en sus labios, aunque sus ojos no reflejaban calidez.
-Así es. Y según tengo entendido, serás tú quien se quede a cargo del harén en su ausencia.
Sentí un nudo en el estómago. Aunque ya lo sabía, escuchar esas palabras de su boca lo hacía aún más real, como si se tratara de una sentencia que no podía eludir.
-Mi Sultana -respondí con calma, aunque por dentro mi mente se agitaba-, solo vine a saludarla y desearle buenas noches.
-Qué atenta de tu parte, Ayşe -respondió ella, inclinando ligeramente la cabeza antes de volver su atención al libro.
Tomé aquello como una señal de despedida y, con una nueva reverencia, salí de sus aposentos.
El aire en los pasillos del palacio parecía más pesado que antes. Caminé sin rumbo fijo, intentando calmar la tormenta de pensamientos que me atormentaba. Mis pasos me llevaron a los jardines, un lugar que siempre encontraba reconfortante en medio de tanta opulencia y política.
El aroma de las flores me envolvió mientras me acercaba a un rosal lleno de pequeñas flores blancas. Me arrodillé junto a él, dejando que mis dedos recorrieran los pétalos con delicadeza. Era un gesto simple, pero en ese momento, se sentía como un refugio.
De pronto, un sonido detrás de mí rompió la quietud. Al voltear, lo vi. Murad. Su figura se recortaba contra la luz tenue del crepúsculo, su rostro endurecido por la emoción.
-¡Ayşe! -exclamó, su voz grave resonando como una orden en el aire.
Mi corazón se aceleró. No esperaba verlo, no aquí, no ahora. Quise hablar, pero las palabras se negaron a salir. En su lugar, giré sobre mis talones y me dirigí hacia el interior del palacio.
-¡Ayşe, detente! -gritó, sus pasos acercándose rápidamente.
No lo hice. No podía enfrentarlo. Corrí por los pasillos, esquivando a los sirvientes sorprendidos que se apartaban rápidamente a mi paso. Solo me detuve cuando encontré un rincón oscuro, oculto entre las sombras de una escalera secundaria.
Apoyé la espalda contra la pared, mi respiración descontrolada, mientras escuchaba cómo sus pasos se desvanecían en la distancia. El silencio que siguió fue ensordecedor, pero al menos me sentí momentáneamente segura.
Sabía que no podía evitarlo para siempre. El destino de quienes vivíamos bajo las reglas del harén estaba sellado por los caprichos y deseos de los poderosos. Pero en ese momento, mientras el eco de su voz aún resonaba en mi mente, solo quería desaparecer, al menos por un instante más.
El eco de su voz resonaba en mis oídos, pero en ese momento, no deseaba enfrentar al Sultán. Apresuré el paso, mis pies deslizándose con agilidad por los corredores del palacio. El corazón martillaba en mi pecho mientras buscaba un escondite. Corrí hasta encontrar un rincón apartado, respiré profundo y miré alrededor. A un lado, no había nadie; al otro, ahí estaba él, el hombre al que más temía encontrar.
-¡Ayşe, ven aquí! -gritó con autoridad.
Su voz era un trueno que llenaba el espacio, y antes de que pudiera reaccionar, me alcanzó. Su mano atrapó mi brazo con firmeza.-Ayşe, ¿por qué huyes de mí? ¡Responde! -exigió, su furia ardiendo en cada palabra.
Respiré hondo, reuniendo el valor para enfrentarlo.
-Lo admito -dije al fin, con la voz cargada de emociones contenidas-. No quería verlo, ¿sabe por qué? Porque usted no estará con nadie que no sea conmigo. Y si no es conmigo, entonces no tiene sentido estar aquí.
Con un movimiento rápido me solté de su agarre y corrí, esta vez sin mirar atrás. Mis pasos me llevaron a mis aposentos, donde, entre el caos de mis pensamientos, llamé a mis doncellas.
-¡Lalegül, Binay, vengan aquí! -ordené con un hilo de nerviosismo en mi voz.
Ambas aparecieron apresuradas, sus rostros reflejaban el miedo de no cumplir mis órdenes a tiempo.
-Mi sultana -murmuró Lalegül casi en un susurro.
-Mi sultana -repitió Binay, con aún más temor.-Preparen los carruajes. Nos vamos al palacio de invierno -dije, con determinación en mi voz. Aquel lugar que mandé construir en secreto sería ahora mi refugio.
Salí de mis aposentos, dirigiéndome rápidamente a los de mis hijos. Sabía que debía llevármelos lejos, al menos por un tiempo.
Al llegar al palacio de invierno, el asombro llenó los ojos de todos.
-Hijos míos, vamos, es tarde. Deben ir a dormir -les dije con calma, intentando mantener la compostura. Me volví hacia Lalegül-. Lleva a los niños a sus habitaciones. Yo caminaré un rato con Esma.
Mientras recorría los jardines del nuevo palacio, la noche me envolvía. Hablaba con Binay cuando, de repente, un mareo me invadió. Todo se tornó negro y caí.
Desperté entre sábanas blancas, con una médica a mi lado y el rostro angustiado de Esma.
-¿Qué me pasó, doctora? -pregunté, sintiendo la debilidad en mi cuerpo.
Las palabras de la médica aún estaban por llegar, pero su mirada preocupada me decía más de lo que deseaba saber.
Entretanto, Murad, inquieto, había ido a buscarme. Al llegar a mis aposentos vacíos, la desesperación lo consumió. El eco del silencio lo volvió casi loco.

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𝙂𝙍𝘼𝙉 𝙎𝙐𝙇𝙏𝘼𝙉𝘼
Fanfiction"Mi amor por usted no es nada comparado con el amor que siento por mis hijos." Así comienza la historia de Ayşe, la primera consorte del sultán Murad Khan. Ayşe tiene un objetivo claro: conquistar por completo el corazón del sultán y ser la única mu...