La traidora
Anteriormente...
Ayşe acarició con ternura el rostro de su hija dormida. Sus labios esbozaron una sonrisa cansada, pero su corazón estaba en paz. Había sobrevivido. Contra todo pronóstico, después del veneno, del dolor y del parto, aún estaba allí, viva y fuerte para sus hijos.
-Bien, ya vuelvo, mis hijos. -Su voz era suave mientras se apartaba con elegancia, dejando atrás la calidez del cuarto de sus pequeños.
Pero la paz era un lujo en el Palacio. Y ella, como esposa del Sultán, sabía que la calma siempre precedía a la tormenta.
Cuando Ayşe llegó a los jardines del Palacio, donde esperaba ver a su esposo, encontró algo que le arrebató el aliento.
Actualmente...
Los pasos de Ayşe se detuvieron abruptamente. Sus ojos se abrieron con incredulidad, su pecho se agitó con rabia contenida. No... no podía ser verdad.
Ante ella, en la penumbra de un pabellón adornado con sedas y alfombras persas, Murad estaba allí. Besando a otra mujer.
El hombre al que ella había amado, por el que había sufrido, por el que había luchado y al que le había dado hijos... la estaba traicionando.
Su respiración se tornó entrecortada, su mente se nubló con un torrente de emociones. Un escalofrío recorrió su espalda. Quiso avanzar, irrumpir en la escena y arrancar a esa mujer de los brazos de Murad. Pero su orgullo la detuvo.
-No... no, no... esto no puede ser... -susurró con voz ahogada.
Cada fibra de su ser clamaba por justicia. Por venganza.
El sultán no debía haber notado su presencia, pues seguía absorto en la mujer, sujetándola por la cintura con la misma intensidad con la que una vez la había sujetado a ella. Cuánto había cambiado. O quizás, nunca lo había conocido realmente.
Las llamas del candelabro iluminaron fugazmente el rostro de la mujer. Ayşe entrecerró los ojos. No alcanzó a distinguir su identidad, pero no importaba.
Era su enemiga.
Sus puños se cerraron, sus uñas se clavaron en sus palmas. Esto no iba a quedar así.
-Me la vas a pagar, Murad... -murmuró con voz llena de veneno-. Te lo juro por Alá.
Se giró con brusquedad y comenzó a caminar de vuelta, con pasos firmes, casi sin respirar.
No podía permitirse llorar. No ahora. No por él.
Pero el dolor la asfixiaba. Una herida invisible que ardía más que cualquier veneno.
Cuando llegó a los aposentos de sus hijos, su semblante ya no reflejaba la tempestad que rugía dentro de ella. Era la esposa del Sultán. Debía mantenerse erguida.
Bayaceto, su hijo mayor, corrió hacia ella con inocencia en los ojos.
-Madre, ¿por qué no viniste con el Sultán?
Ayşe le sostuvo el rostro con dulzura, forzando una sonrisa.
-Estaba mirando a las aves, hijo mío. Dijo que necesitaba estar solo.
Solo.
Sí, claro. Estar solo... con otra mujer.
Sintió la presión de las lágrimas acumuladas, pero se negó a derramarlas. Su hijo la miró con curiosidad, pero no insistió.
Ayşe lo abrazó con fuerza, inhalando su aroma, recordándose a sí misma que todo lo que hacía era por sus hijos.
Cuando los niños se durmieron, Ayşe se quedó en pie junto a la ventana. La luna proyectaba su reflejo en el espejo de su tocador, donde su propio rostro lucía pálido, sombrío.

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𝙂𝙍𝘼𝙉 𝙎𝙐𝙇𝙏𝘼𝙉𝘼
Fanfiction"Mi amor por usted no es nada comparado con el amor que siento por mis hijos." Así comienza la historia de Ayşe, la primera consorte del sultán Murad Khan. Ayşe tiene un objetivo claro: conquistar por completo el corazón del sultán y ser la única mu...