Desastre

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Impa jamás pensó que viviría tanto luego de que comenzara la guerra que su monarca había declarado al reino vecino. Tenía una rata frente a ella robándose su comida con gusanos, no le importó en lo más mínimo; se quedó ahí sentada sobre el frío suelo de piedra inmóvil, perdida en sus pensamientos, ahora sólo le importaba su princesa. Agradeció en voz alta a las diosas, mientras sus compañeros estaban profundamente dormidos, de que al menos Zelda estuviera viva. Ahora hundió la cabeza entre sus brazos, le había fallado, la había dejado sola a última hora y ahora era prisionera de sus enemigos.

Escuchó el ruido metálico de la puerta de entrada a la mazmorra abrirse con pesadez por el óxido que lo caracterizaba, Impa no le prestó atención hasta que notó las botas de cuero frente a ella. Elevó la mirada para observar a aquel bastardo, uno de los líderes de Dekufield, el traidor. Se puso de pie mirándole con el desprecio que sentía hacia él.

-¿Debo agradecer por no dejar que la princesa Zelda vea tu salvajismo? –apretó sus puños intentando no acercarse más a los barrotes de hierro.

-¿Salvajismo? Mataste a 7 de mis hombres las últimas 24 horas de formas poco ortodoxas. –Link correspondió a su mirada de igual forma, la sheikah era una mujer demasiado peligrosa a quien no debía subestimar.

Impa se encogió de hombros, después de todo, sólo se opuso a su captura aprovechando la rabia del momento para asesinar de forma sanguinaria a varios soldados.

-¿A qué viniste? Te advierto que la tortura no va a funcionar si buscas algo más que mi muerte –advirtió ya con desinterés sobre su futuro mirando su plato ya vacío, la rata sólo le había dejado los gusanos-. Es mejor que continúes con la sentencia de muerte.

-De hecho, he cambiado de opinión.

Impa levantó nuevamente la mirada confundida ante las palabras del guerrero. Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando divisó la figura encapuchada que se asomaba por la espalda de Link.

-¡Princesa! –exclamó reconociéndola al instante.

Zelda acortó rápidamente la distancia entre ellas, la princesa volvió a llorar al tomar sus manos en medio de una sonrisa.

-Gracias a Hylia estás bien... -susurró la monarca cerrando sus ojos.

Dio un rápido análisis visual a su monarca buscando algún golpe, herida o indicio de tortura, Zelda estaba intacta, lo único que le llamó la atención fueron las vendas en sus muñecas, no estaba segura de qué podría significar aquello; Impa volvió a elevar la mirada por sobre la cabeza de Zelda, mirando a Link con ferocidad.

-¿Qué significa esto? –preguntó con recelo, Link se mantuvo en silencio.

-E-Es... una despedida –contestó Zelda con una suave voz que sonó más a un sollozo.

El rostro de Impa únicamente denotaba la enorme confusión.

-Hay un barco en la costa esperándote. Te llevará a ti y el resto de sheikahs lo más lejos posible, fuera del continente. No volverás a ver a Zelda en tu vida.

Cada una de las palabras de Link hacía que el corazón de Impa se hiciera más pequeño.

-¡¿Pero qué mierda?! ¡¿Piensas que puedes hacer lo que quieras conmigo?! ¡No voy a dejarla sola contigo, maldito infeliz! –gritó Impa, Link juraría que el carmesí de sus ojos jamás había sido tan intenso, él no se inmutó; en cambio fue Zelda la que atrajo su atención colocando ambas manos sobre las de Impa, las cuales se aferraban con fuerza a los barrotes.

-No te preocupes por mí, estaré bien –le susurró acariciando los dedos largos de la sheikah-. Me criaste para ser capaz de cuidarme sola. No te defraudaré.

Stockholm [ZeLink]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora