Vuelve a mí

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Habían pasado algunos meses después de aquellos incidentes, pero había una costumbre que Link no había perdido: A donde fuera que viajara, Zelda siempre le acompañaba. A lo largo de cada viaje, ella se acostumbró a no mirar a nadie más que a su captor, después de todo, se había dado cuenta de que nadie más que él podía dirigirle la palabra. Ciertamente para la princesa, este hecho jamás le molestó, muy en el fondo conservaba su dignidad de monarca donde no estaba dispuesta a que cualquier tipo se atreviera a hablarle; pero había algo que sí lo hacía: Se dio cuenta que había un enorme muro invisible entre ella y Link nuevamente.

Él estaba determinado a tomar las riendas del asunto y ser lo suficientemente severo que debió haber sido desde el inicio. Zelda le vio esa misma mañana entrenando en los jardines traseros con varios soldados a la vez, se dio cuenta de la fortaleza y habilidad del rubio, definitivamente lo más estúpido que pudo haber hecho alguna vez, era subestimarlo. Algo había cambiado en él, su mirada feroz ya no poseía ni una pizca de gentileza que le habría mostrado alguna vez, temió perder la dulzura que en algún momento el joven había mostrado con ella y su pueblo. El trato entre ambos había vuelto a ser frío, quizá peor que antes, añoró esos únicos dos días en los que se había sentido cercana a su captor, los que le habían bastado para ganarse su confianza.

Todo había comenzado el mismo día cuando encontraron a los soldados empalados. Link decidió salir a caminar por la ciudadela esa noche completamente solo, movido por la rabia e impotencia, únicamente armado con una espada con el único objetivo de provocar a los rebeldes; funcionó con varios de ellos llevándoles a la muerte segura, él mismo se encargó de decapitar a todo aquel que le atacó. Repitiendo el acto por tres días seguidos, ahora acompañado por un par de arqueros escondidos que se encargaron de los asesinos a distancia ocultos en la oscuridad.

La primera noche había sido demasiado impactante para Zelda, cuando el rubio había regresado al castillo envuelto en sangre; la monarca se había lanzado a llorar en el suelo al saber la procedencia de la sangre en su cuerpo. Ella lo sabía, era una especie de venganza de su parte, ensuciándose las manos directamente se había lanzado de lleno a aquel camino buscando el respeto, y aún mejor, el miedo de los hylianos.

Rápidamente los ciudadanos de Hyrule se dieron cuenta que aquel joven no era un aristócrata inútil. Rememoraron los rumores de los días de guerra, en los que se había hablado de un guerrero atroz que ganaba todas las batallas a las que se había enfrentado. Las historias nunca fueron muy claras respecto a las características de aquel guerrero, puesto que dejaba muy pocos sobrevivientes. No tardaron en suponer que se trataba de uno de los monarcas de aquel reino que los había sometido, ahora sabían que nadie más podía encajar con aquel perfil.

Posteriormente, se había llamado al castillo a los guerreros y/o soldados hylianos de la ciudadela, donde se les pidió que entregaran cualquier arma que poseían; muy pocos accedieron a dichas exigencias. Por lo que durante varias semanas se registró casa por casa, si los dueños llegaban a negarse al cateo enfrentaban su pena de muerte, al igual que aquellos que se atrevían a esconderlas. Se había designado un capitán en cada escuadrón, el cual tenía la autoridad para asesinar libremente a quien no cumpliera con la orden.

Hubieron algunos infiltrados en diversos pueblos y tabernas donde se había descubierto que se reunían los grupos de rebelión. Con suficientes espías fueron capaz de condenar a cientos de hombres y mujeres.

Los calabozos del castillo estaban casi vacíos, de no ser por los criminales comunes, como ladrones o estafadores. En cambio, cada mañana habían carrozas con jaulas repletas de esclavos en las puertas de la ciudadela, los familiares de traidores y rebeldes que partían a los reinos extranjeros.

Ese día, había recibido la visita de Darunia y Rutela, y luego de una tediosa charla decidieron que Link se quedaría momentáneamente en Hyrule hasta todo se estabilizara y se designara una nueva corte, algo que tuvo que aceptar a regañadientes. Quiso viajar al cañón a las afueras de Hyrule para relajarse por un momento, buscando las famosas termales. Había dejado a Zelda custodiada por los soldados en el hotel, ellos jamás se imaginarían a la princesa escapando por la ventana trasera de un tercer piso, salió de ahí con un pequeño raspón en el brazo al que no le prestó atención escabulléndose hasta las aguas termales, atravesando la pared de arbustos que se interponían en su camino.

Stockholm [ZeLink]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora