3. Después del té

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Gellert se puso en pie, no le quedaba nada que hacer en aquel lugar donde Albus le había citado; ni siquiera le gustaba mucho el té. Con una sonrisa pícara, avanzó unos pasos hacia delante y se colocó detrás del profesor.
- Me gusta más esto que el té - sin temor a escandalizar a los muggles presentes, se inclinó y depositó un pequeño beso en el cuello de Dumbledore.

Albus dio un pequeño bote y se sonrojó al sentir los labios de su antiguo amante sobre su piel. Grindelwald se dio cuenta, pero no hizo ningún comentario más; aunque su sonrisa se hizo más amplia al notar su reacción.

- Que disfrutes de tu té - le deseó simplemente, casi con amabilidad, dándole la espalda para salir de la cafetería.

El profesor se quedó unos instantes allí, parado, sonrojado, sujetando aún el Pacto de Sangre enredado en su brazo. Al cabo de muy poco, tomó una decisión; quizá no podría convencer a Gellert con palabras, pero quizá sí podría convencerlo de otra manera; ese beso en el cuello le dio la idea. Corrió hacía la salida, siguiendo los pasos del otro mago, rezando por no perderlo, porque no le hubiera dado por desaparecerse en medio del Londres muggle. Sin embargo, allí estaba, parado frente a la cafetería, como esperando algo, o a alguien.

- Gellert - susurró, dando unos pasos hacía él.
- Albus... ¿querías algo más? - Le preguntó con cierta burla amable. - Te recuerdo que soy un fugitivo, no puedo quedarme en Londres para siempre.
- ¿Entonces porqué te has quedado? - Le preguntó Albus, sonriente. -  ¿Por qué has venido en primer lugar? - Gellert sonrió.
- Quizá sólo quería verte - contestó Grindelwald, dando algunos pasos para juntarse más a él. - Han pasado demasiados años desde Godric's Hollow, pero no has cambiado nada. ¿Por qué me has seguido? ¿Para regañarme como si fuera uno de tus alumnos que ha sido travieso?
- Tú siempre eres travieso, Gellert - rió el profesor. - Y creo que nada que pueda decirte, cambiará eso, nunca lo hizo.

Albus tenía claro que no podían quedarse allí, en medio de la calle; Gellert era un fugitivo, como él mismo había dicho; cualquiera podría verlos y si caía sobre él la más mínima sospecha de complicidad con Grindelwald, no podría protegerle, siempre que su plan diera resultado. Antes de que nadie pudiera darse cuenta, agarró al hombre que amaba y lo arrastró a una esquina discreta para desaparecerse con él.
Aparecieron de nuevo en un frondoso bosque, no muy lejos de Londres. Sorprendido por la impetuosa acción de Albus, Gellert perdió el equilibrio y acabó estampándose en el suelo.

- ¡Albus! - Protestó, sintiéndose por un momento como aquel chico que fue a vivir a un pueblecito de Inglaterra cuando sus problemas fueron demasiados grandes. - Empiezo a pensar que pretendes matarme.
- No, Gellert - contestó Albus, con seriedad. - Matarte no es mi intención. Convencerte de que tu plan es una locura, sí.

Grindelwald lo miró desde el suelo, enarcando las cejas.

- Intuyo que no vas a tratar de convencerme con palabras... vaya, Albus... es la primera vez que tomas la iniciativa.

El profesor le miró con los ojos cargados de deseo y tiró su gabardina y su sombrero a un lado. Aquello no era lo que tenía en mente cuando fue aquella tarde a la cafetería, así que tendría que improvisar un poco.

- Deja de burlarte, Gellert - le regañó, agachándose a su lado. - A veces pienso que te cuesta tomarte las cosas en serio.
- Deja las regañinas, profesor - Gellert tiró de su corbata para atraerlo hacia él y atrapó sus labios con los suyos para besarlo. - Y empieza a convencerme.

Se quitaron las ropas lentamente; allí en lo profundo del bosque y casi anocheciendo, tenían todo el tiempo del mundo. No había mucho peligro de que los sorprendieran. Gellert acarició el cuerpo de su amante con suavidad, maravillándose de que después de tantos años, siguiera tan firme como cuando tenían 17 años; Albus se dejó hacer, sin apartar la mirada de él. Llevó sus labios hacia el torso desnudo de su amante, deleitándose con una piel que llevaba más de treinta años sin probar.

- ¿Estás seguro de esto, Albus? - Preguntó Grindelwald, con la voz ronca de deseo, sin parar de morderle y besarle por todas partes.
- Fue idea mia, Gellert - sonrió Albus, besando sus labios. - Sigue... sigue, amor mío.

Grindelwald se colocó con delicadeza, como siempre había sido entre ellos, desde aquellos días en las montañas cercanas al pueblo. A pesar de los años que habían pasado, sus cuerpos se acoplaron a la perfección, como si siempre se hubieran estado esperando el uno al otro. Mientras se movían al unísono, el Pacto de Sangre se desenrolló del antebrazo de Albus y unió las muñecas de los dos amantes, recordándoles la verdadera razón por lo que lo habían hecho: porque estaban perdidamente enamorados el uno del otro.

El amanecer los sorprendió aún en el bosque, sin apenas haber dormido; Albus garabateaba símbolos sin sentido en el pecho desnudo de Gellert.

- ¿Intentas hechizarme, profesor Dumbledore? - Sonrió él, tomándole la mano. - Muy tarde, ya lo has hecho... - añadió, susurrandole al oído.
- ¿Te he convencido? - Le preguntó Albus, con voz cariñosa.
- Mmm... quizá todavía no - replicó Gellert, juguetón, - deberíamos ver que más sabes hacer.

Rieron juntos como hacía mucho que no habían reído, volviendo a jugar como si fueran dos adolescentes.

- ¿Cómo vamos a hacer esto, Gellert? - Preguntó Albus, un poco después, uno apoyado en los brazos del otro. - Sigues siendo un fugitivo de la justicia...
- Jum, creo que a ti te excita que lo sea - le picó Grindelwald con voz traviesa. - Sino no me hubieras traído a un bosque solitario para propasarte conmigo.
-  No hablemos de quien se ha propasado con quien - sonrió Albus, sin poder evitarlo. - Pero esto es serio , Gellert.
- Veremos la forma de que funcione - contestó Gellert. - Supongo que tendremos que llevarlo en secreto; tal vez sería buena idea usar mis dotes de transformación humana. Así podríamos estar juntos y nadie sabría que el gran Albus Dumbledore tiene como pareja a Gellert Grindelwald.
- Eso está muy bien, pero ¿y tus acólitos? - Objetó Albus, preocupado.
- Ya veremos, Albus, una cosa detrás de otra - Gellert lo besó cariñosamente en la sien.
- Sólo algo más, Gellert - dijo el profesor, mirándole a los ojos, con su penetrante mirada azul. - Quiero confiar en ti, pero ¿de verdad vas a abortar tus planes por estar conmigo?
- Querido, después de esta noche... más que conquistar el mundo prefiero conquistarte a ti - sonrió Gellert. - Aunque he de serte sincero, en primer momento creí que no me dejaría convencer y que sólo sería sexo.

Albus meneó la cabeza, eso sonaba tanto como algo que diría Gellert que no perdió el tiempo en enfadarse. Necesitaban recuperar mucho tiempo y también planear como sería su vida juntos, con todas las dificultades que se les vendrían encima.

[Aunque lo publico aquí como parte de una trilogía de one-shots, posiblemente formará parte de un fic más largo donde tendrán que enfrentarse a lo que se les viene encima para poder pasar su vida juntos].

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Animales Fantásticos: Albus y Gellert (oneshots) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora