Capítulo 6

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Decir que el corazón me galopa como nunca antes lo hizo, es demasiado poco. Diría que hasta me estoy empezando a quedar sin aire echa una bolita debajo de este viejo mueble de madera. Mi respiración choca contra su tablón frontal, y el aire vuelve hacia mi nariz más caliente que antes logrando como resultado una sensación sumamente asfixiante.

Los pasos del guardia de seguridad hacen eco en la oficina, y  su caminar es cauteloso y aterrador desde mi perspectiva. Observo por la fina linea que queda entre la terminación del escritorio y el piso, como su linterna apunta en todas las direcciones posibles. Estoy rezando porque no se percate de mi sombra del otro lado.

Temblando y siendo muy cuidadosa, abrazo mis piernas atrayendo las rodillas más cerca de mi pecho. Cada segundo que pasa me siento más agitada y en aprietos.

La tormenta afuera aún no cesa y los relámpagos cada vez son más frecuentes. El cielo negro se transforma en naranja en escasos de segundos, no es una linda noche. Más bien, es una terrible noche de tormenta eléctrica. Previamente han habido muchas lluvias en la ciudad, me sorprende que el distrito aún no se haya inundado.

Uno de los vidrios de la pequeña ventana que está en la pared se abre a causa del viento y el ruido que provoca el cristal contra el muro capta la atención del guardia y este se gira alumbrado rápidamente en su dirección. Puedo deducir que se ha asustado, de hecho yo me asusté.

Escucho como el padre de Nathan se agacha a buscar la lapicera que se ha caido y aguanto la respiración cuando lo siento justo del otro lado. Está a centímetros de mi, sólo nos separa una  capa de madera.

El se reincorpora otra vez y vuelve a apuntar con la linterna en dirección a la pared detrás del escritorio.

—Se que estás aquí, sal por tu cuenta o tendremos problemas—espeta con voz gruesa.

Aguanta un poco más, Jes. Me animo mientras siento mi pecho arder.

Cierro los ojos cuando lo percibo andar cada vez más cerca.

Mi mente se bloquea y de lo único que soy capaz es de pensar en que me pillaron.

Hasta aquí llegaron mis sueños.

Tendré  que conformarme con alguna pena que deba cumplir luego de cometer este delito. Honestamente no me molestaría hacer tareas comunitarias en la ciudad. Estúpidamente eso es lo único que se me ocurre que podrían hacer conmigo, aunque pensándolo bien, revisar archivos privados en el departamento de la policía estatal, a media noche, ingresando ilegalmente en medio de un apagón y entrando por la ventana a la comisaría, no es un delito muy agudo que digamos. Debería empezar a  preocuparme.

Sé que dije que me vale madres si me veían, pero sinceramente ahora me siento un poco acongojada, más que nada por la desilusión que le daré a mis padres cuando se enteren de esto.

Dios mío, en que lío me metí.

Muerdo mi mejilla interna cuando lo oigo rodear el escritorio e inhalo profundo antes de ser descubierta.

Aquí viene...

—¡Papá!— la voz de Nathan entrando al lugar me hace abrir los ojos de golpe y me pongo dura al instante. Estoy sorprendida.

De seguro se dió cuenta que algo andaba mal. ¿Habrá sido mucho el tiempo que me tardé?

—¿Qué diablos haces aquí, Nathan?—responde su padre al tiempo que la electricidad vuelve de un golpe y la oficina se alumbra completamente.

El apaga su linterna y camina hasta el ruloso. Ha sonado perplejo con la presencia espontánea de su hijo en el lugar.

—Yo, eh... , no encontraba las llaves de casa.—titubea nervioso.

¿Dónde está Kate? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora