Ray, clasificación Omega de una familia de alfas puros, sin embargo, su madre se había casado con un omega.
Ray, un Omega dominante, y no del tipo normal. Él podía usar la voz, pero eso no es todo. también sus caninos estaban tan bien desarrollados...
—Pff, ¿Planeas extorsionarme? Dijo el de ojos morados, suspirando y sentándose en su cama, cruzando las piernas.
-¿Qué? No, no, no. Sólo venía a preguntarte si es cierto lo que dijo la señora Isabella en el correo, sobre... Aclaró su garganta, el albino se sentía incómodo hablando de ese tema. -¿Es cierto que puedes marcar Omegas?
—Tan cierto como usted puede ser marcado. Dijo el chico, mientras lo miraba con una sonrisa. —Cuidado conmigo, joven Minerva..~
El albino se sonrojó ante el Omega, haciendo nuevamente contacto visual con el ojivioleta y tragando saliva.
—Bueno...No somos tan diferentes, Ray Grace. Sonrió, aún sonrojado mientras se levantaba, acomodando su ropa y arreglando su cabello.
—Supongo. Desvió la mirada del albino, ese Alpha lo ponía nervioso, pero no incómodo, sabía que no le iba a hacer daño pero...Ray era un Omega Dominante y capaz de ser marcado. Y Norman un Alpha con tendencias de Omega. Eran casi como dos piezas de un rompecabezas destinadas a unirse. Pero, Ray no se iba a dejar en bandeja de plata.
—¿Quieres...dar un paseo nocturno por el campus? Preguntó, mientras lo observaba, con una ligera sonrisa traviesa
Norman sabía que eso podría terminar mal, pero el azabache realmente le gustaba, era atractivo, si. Pero Norman quería pasar más tiempo con el chico, incluso si era muy pronto, él quería cortejarlo.
—Mmh...me parece bien. “—Mamá dijo que no golpeara Alphas pero no me dijo nada sobre irme a solas con alguien por la noche, no la estaría desobedeciendo...creo.—”
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—¿Qué te parece el jardín? Dijo sonriente el Alpha mientras veía al Azabache totalmente encantado con las flores moradas a su alrededor.
—SON GENIALES, MIRA, COMBINAN CON MIS OJOS! Gritaba emocionado el chico mientras el ojiazul se acercaba a él, agachándose de la misma manera que el ojimorado.
—Me gusta. Dijo, mientras tomaba una de las flores y la observaba. Cabe aclarar que cuando dijo que le gustaba no se refería a las flores, pero fue la forma más sutil que encontró para poder sacar un poco sus sentimientos por el azabache, que parecían desbordarse.
—A mí también. Dijo, aceptando las palabras del albino, sabía a qué se refería, pero era demasiado pronto.
