PRÓLOGO

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OREMOS POR UN PECADO JUNTO





Quizás en algunas ocasiones tendemos a creer fielmente nuestras decisiones como si de ellas fueran las indicadas y en otras, nos aferramos anhelado calma como cual ancla de barco abandonado entre la soledad y fiereza del extenso mar furioso.

Las decisiones que toma nuestra cabeza son impulsos por la imaginación. Tomadas para cesar el aclamó albedrío del pecado, tanto para bien o para nuestro mal tan perverso. Ese el cual sabemos que si lo dejamos a rienda suelta tomará las cuerdas del destino, dando así un giro radical. Modificando todo a su placer y deseo, acabando así en penuria y pecando con los más profanos deseos oscuros que mi perversa alma solitaria garantiza.   

Y es aquí donde me recrimino mentalmente por permitir dejarme llevar por ellas.

Esto no puede estar pasándome —susurro incorporándome en la cabecera de mi cama— Señor, esto enserio no puede estar pasándome a mí...

La observo detalladamente desde mi posición, no puedo creer lo que mis ojos ven en este preciso momento. La miro, desnuda suspirando tan delicadamente a mi lado, sus hebras de cabello corto se encuentran despeinadas regalándome la vista más pecaminosa posible a mí oscura mente. Su rubio cabello resaltaba entre las sabanas oscuras, y probablemente dejando como segundo regalo su olor entre mi almohada. Su piel blanquecina contrasta con excelencia en mi cama, cuerpo y mente...

Mi paciencia se agota al escucharme. Maldigo por primera vez en años.

La observo a detalle y no me la creo, estregó mis parpados en busca de paz y una sensata explicación por la imágenes que no abandonan mi mente e imaginación.

Su cuerpo tan estrecho alrededor del mío, tal pequeño y frágil a cualquier brusco movimiento, aunque eso cesa al recordar sus exquisitos gemidos. ¿Cómo una simple voz podía provocar tanto en mi cuerpo?, ¿Cómo con tal frágil cuerpo podía pedir a gritos mis embestidas feroces y tan sedientas de destrozarla?, ¿Cómo yo estaba gustoso de ser el creador de eso gemidos y dolores mañaneros al despertarse después de semejante noche...?

Batallaba con mi zalamería y falsa bondad. Peleaba por no tocarla, por no volver a sentir sus cálidos labios sobre los míos. Me estaba hartando de mí mismo, enfadado y sumergido entre mis ideas primitivas. Siento como ella se estremece aún dormida en mi cama. Tan dulce y plácidamente en mis aposentos se mueve buscando calor, hasta encontrarme y cubrirme con sus manos y muslos en mi trozo desnudo. Sí como oyeron, desnudo.

Un sonido irritante aparece de la nada entre la pecaminosa situación, me enfoco en buscar su origen pero cuando logro localizarlo, ya era demasiado tarde. Me despierto sobresaltado y tremendamente sudado por aquella pesadilla o debería decir sueño...

Miro hacia todos los rincones de mi alcoba y milagro divino no la logro divisar entre mis pertenencias. Me maldigo por soñar semejante estupidez, y también me recrimino por anhelar su calor, su cuerpo, su miraba tan peculiar y su atención ante todas las cosas.

Suspiro con el temor palpable. Me levantó de la cama para dirigirme al banquillo y arrodillarme frete a la sagrada imagen de nuestro señor celestial, rezo por mis pecados concebidos y por los que probablemente tendré si sigo atormentándome con ella.

— Padre todo poderoso, creador de la clama y la divina piedad... —sus gemidos no desamparan mi mente y la imaginación vuela atormentándome una vez más— Líbrame de la predicción que conlleva estar con Zoey Maillorie.

Amén.

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