Quien viera a los auto proclamados "La mejora pandilla de Tokyo" y sus travesuras, con simpleza diría que son personas sin cerebro, quienes consumen su energía en cosas poco productivas como las pandillas y peleas callejeras en las que se veían envueltos de vez en cuando, por no decir todos los días a la misma hora.
¿Pero conocen el refrán que dice "No juzguen un libro por su portada"? Bueno, este es su caso.
Los cuatro jóvenes cargaban con sus propios demonios, los suficientes como para hallar un hogar en sus otros amigos que, por más raro que parezca, comprendían sus penurias y se apoyaban entre ellos, como es el caso de Hanma Shūji, alias El Dios de la muerte. Quien es conocido como el drogo más violento y fuerte de toda la prefectura, aunque sea tan delgado que parezca que cualquier brisa se lo lleva, tenía tatuajes y nadie sabía como sobrevivia con dos cigarros al día o si siquiera vivía debajo de un puente o algo por el estilo.
Pero ese era el Dios de la muerte.
Hanma Shūji, era un chico con problemas en casa, una madre ausente, un padre abusivo quien se sumergia en el alcohol y las sustancias ilícitas cada que podía, una situación económica deprimente, sin hermanos y sin familiares que se preocuparan por el, o la casa de un buen amigo en la que pueda quedarse cuando no quiera llegar a casa, justo como ahora, y no iba a mentir.
Tenía miedo.
El cigarro que llevaba en sus labios se cayó cuando vio el auto de su padre aparcado en la acera de su casa, había llegado antes que él, eso era un mal indicio.
Avanzó a pasos lentos, como si eso le asegurara que nunca llegaría a ese destino cruel que tanto le atemoriza. Tomo entre sus largos dedos el pomo de la puerta y le dio vuelta, el nauseabundo olor a alcohol, sexo y drogas le llenó las fosas nasales, haciendo que por inercia arrugara la nariz asqueado, jamás se acostumbraria a aquel repugnante olor.
Avanzó un poco entre la sala de estar inspeccionado el panorama con detenimiento, y oh vaya, su maletín y corbata estaban sobre la mesa, estaba sobrio y de mal humor.
- Oi, insecto - se escuchó la áspera voz de un señor de mediana edad, el de mechas quería morir justo ahí-.
Trató de hacerse el de oídos sordos y seguir su camino hasta su habitación sin embargo, una botella de cerveza a medio acabar se estrelló justo detrás de él, el contenido que restaba en la misma salpico su ya magullada piel y un par de los cristales que volaron le hicieron pequeños cortes en el cuello y brazos.
Por lo visto no estaba tan sobrio como imaginó.
- ¡Oi, te estoy hablando, malnacido!
Un escalofrío recorrió su espalda hasta erizarle los pelos.
- Si padre -su voz fue algo baja y rota, estaba aterrado, la última vez que ignoro a su padre terminó en el hospital, incluso más golpeado que cuando volvía de alguna pelea-.
El hombre empezó a soltar un sin número de insultos que le dolían en el alma a nuestro pequeño Shūji, mentiría si dijera que no es así.
Antes de que pudiera terminar, corrió escaleras arriba y se encerró en su habitación, el hombre siguió gritando, pero esta vez con el aire. Decaído y buscando una forma de distraerse de su dolor tomó su teléfono, reviso su historial de llamada y tenía cuatro llamadas perdidas de Chifuyu, ocho de Kidaki, y diez de Takemichi, decidió escribirle primero a Kisaki.
Kisa💜
Hey
Visto hoy 21:58¡Hanma!
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· Los hanmas ·
Fanfiction¿Cómo terminaron siendo amigos? Nadie lo sabía. ¿Cómo es que no se han matado aún? Todos querían saber lo mismo. Y es que "Los hanmas" como se llamaban, eran una mini pandilla de idiotas que siempre vivían metidos en un lío diferente todos los día...