Capítulo 1

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El viento soplaba con fuerza aturdiendo sus sensibles oídos, no sabía dónde se encontraba, pero no tenía tiempo de examinar el lugar. Debía apurarse por que el tiempo se le estaba acabando. Tenía exactamente cinco minutos para iniciar el ritual o si no todo estaría perdido y su última oportunidad se iría por el caño. Subió corriendo de dos en dos las ultimas escaleras que le quedaban agarrando el pomposo vestido de los lados para que no se enredara con sus pasos y entró apresurada a la tercera habitación de su izquierda.

Todo estaba listo, solo faltaba un poco de su sangre.

Debía confiar, debía tener fe, era su única esperanza. Rogaba a los cielos que lo que había dicho aquella mujer fuese cierto.

Era consciente de que todo parecía una estupidez y arriesgado a la vez y sabía que no debía creerle a la mujer de la tienda esotérica, pero estaba desesperada y si hacer esta estupidez le podía salvar, pues se arriesgaría.

Levantando el pesado vestido y dando pequeños pasos, cuidando de no pisar ninguna de las líneas fue hacia el centro y se paró cuidadosamente en medio del inmenso circulo. La luz de la luna entraba por el enorme ventanal tras ella, haciendo que su sombra se estirara por el medio del símbolo hasta desaparecer en las paredes del cuarto.

Con las manos temblorosas, sujeto con fuerza el cuchillo e inhalo todo el aire que su cuerpo le permitió, acerco lentamente el filo a su mano derecha y realizo un corte rápido donde se encontraba el mismo circulo dibujado en su mano enguantada, la sangre poco a poco comenzó a brotar tiñendo el blanco guante de un rojo oscuro y profundo.

Apretando los dientes en un intento de minimizar el dolor en su mano, se dispuso a contar las gotas que caían al suelo, un conteo que le costó la vida misma, nunca había sido valiente con el dolor, por muy mínimo que este fuese, y sentir como el ardor se extendía por su mano la ponía a temblar. Al llegar a la séptima gota, con rapidez se cubrió la herida con un paño negro y espero a que el milagro sucediera.

Conto nuevamente hasta siete y con los ojos fuertemente apretados espero. Los dientes le castañeaban por culpa del frio, haciendo eco en la habitación vacía, la sangre seguía manando de su mano manchando el vestido rosado, pero luego se preocuparía por cómo iba a quitar las manchas. Sentía como la mano se le comenzaba a encalambrar y como los pequeños hormigueos se hicieron más intensos y su mano más pesada.

Sosteniéndola con fuerza en su pecho, abrió los ojos y solo vio completa penumbra, con pasos temblorosos salió del círculo sin prestar atención si lo deshacía y salió del cuarto, cerrando la puerta tras de sí.

Eran pasadas las doce de la noche y ni el canto de un grillo se escuchaba en la inmensa casa. En su afán para hacer las cosas no se había parado a pensar como había llegado a aquel lugar, ni de quien era y por qué se encontraba totalmente sola con todas las riquezas en su interior.

Era una casa campo victoriana de tres plantas, no había visto un solo sirviente, ni nadie que la viera y la echara del lugar mientras la tachaban de lunática. Aunque, eso por ahora, la traía sin cuidado, quería volver a vivir bien, sin ansiedad ni miedo de que en algún momento él llegará y la matará.

Se quedo recargada en la puerta controlando su respiración errática y el palpito de su mano que no dejaba de sangrar, el reloj que tenía en su mano dio las doce y media de la noche. Y todo seguía exactamente igual.

Conteniendo las ganas de llorar, Gwendolyn regreso al cuarto y se acercó al círculo buscando algún error, una explicación por la cual no estaba funcionando, sin embargo, todo parecía estar bien, en su lugar. Había hecho cada paso a la perfección como marcaba la hoja que le había entregado la mujer.

Con más nerviosismo, se mordió los labios y espero otros minutos allí parada mirándolo fijamente, esperando que en cualquier momento las llamas se levantaran. No quería pensar que la habían engañado y que probablemente todo eso fuese una broma de muy mal gusto y que ahora se encontrarían partiéndose de risa por ser tan estúpida, sin embargo, la desesperación no la dejaba pensar con claridad.

Maldita sea, que algo suceda.

Pero todo seguía igual.

Llevaba más de dos meses sin tener tranquilidad, siempre con el miedo de que él la encontrara y la matara o que le hiciera algún tipo de daño mortal, no había vuelto a tener un solo día ni noche tranquila, la policía le había dicho que debían esperar que hiciera algo para que pudieran capturarlo, porque las cartas y regalos de amenazas no eran suficiente. Había gastado todos sus ahorros contratando detectives privados para que lo encontraran y así poder capturarlo, pero nada funcionaba. Ya no podía ir al trabajo y sentirse en paz.

Había sido culpa de él. Él había dañado su vida y su paz mental y por eso estaba tan desesperada para que este estúpido ritual funcionará.

No supo cuánto tiempo se quedó allí parada mirando fijamente el símbolo, el entumecimiento del brazo paso a la mitad de su cuerpo, sentía como las piernas comenzaban a temblar y sin poder evitarlo cayó de rodillas sobre una de las líneas del círculo deformando el símbolo y su respiración de volvió más frágil, más lenta. Por primera vez fue consciente de que toda la parte delantera del vestido estaba bañada en su sangre y que su frente estaba cubierta de sudor, un sudor frio que se extendía por todo su cuerpo poco a poco, como un veneno.

De pronto su vista se volvió borrosa y las rodillas ya no podían sostenerla, se sentía mareada y aturdida, no quería morir allí, no quería morir de esa manera.

Le dio la orden a sus piernas de que se movieran, pero lo único que consiguió fue caer de bruces dentro del símbolo. Con la mano izquierda intento pararse, pero le temblaba tanto que no podía ni con su mismo peso. Las lágrimas comenzaron a brotar desesperadamente de sus ojos y de su boca salían desconsolados sollozos.

¡No quiero morir!

Poco a poco su visión se nublo convirtiéndose en un frio y oscuro abismo.

No quiero morir así...

El Regreso del GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora