- Debería haber alguna otra opción en lugar de hacer Educación Física. -Son las 11 am del viernes y el sol no está cooperando a que los alumnos y alumnas estén muy animados por correr, sudar o moverse en general.
- ¿Cómo qué?
- Yo qué sé, algo como quitar chicle de debajo de las mesas de la cafetería. Cualquier cosa es mejor que esto.
- ¿En verdad prefieres quitar goma masticada, llena de gérmenes y ADN de otras personas en lugar de hacer física?
- Prefiero escuchar a Martínez hablar tres horas seguidas sobre la diferencia entre las células procariotas y eucariotas antes que tener que jugar fútbol con los mastodontes de décimo.
- Eres un exagerado, Val.
- ¡Salas, Hernández! ¡No es momento de charlar, vayan a buscar las pelotas de fútbol al depósito! -les grita la profesora Chang desde el otro lado del campo.
***
- Torres, tú y Miguel serán capitanes por hoy, elijan un color, y a sus equipos. Todos los demás formen una línea frente a ellos.
Mientras el castaño analiza a sus candidatos, algo, o más bien alguien llama su atención tras ellos, el chico rizado del otro día, cargando con los conos mientras bromeaba con otro muchacho a su lado, algo más bajo que él y con pecas.
- Caleb, te toca.
- Ah, sí, perdón. Lo elijo a él. -Dice señalando al más alto que acaba de unirse.
- ¿Que yo qué? -Dice Vale confundido.
- Salas, vas para el equipo de Torres, coge un chaleco y ponte en lugar.
***
Definitivamente Vale prefería quitar chicle masticado de debajo de las mesas durante todo lo que resta del semestre antes que volver a jugar otro partido junto con los chicos y chicas mayores, contra los de su año, Noel o contra cualquier otro ser humano existente en general.
- En verdad no mentías cuando dijiste que odiabas física. –Escucha a su lado mientras intenta recuperar el aliento, manos en las rodillas, doblado en sí mismo.
Ojos caramelo, delgado y bajo. Caleb.
- Hey. -saluda- No entiendo quién mentiría sobre eso. Gracias. –Recibe la botella de agua que el mayor le tiende con una sonrisa burlona.
- Entonces, tengo una idea. Pon cara de que vas a vomitar.
- ¿Poner cara? Estoy a dos respiraciones más de hacerlo.
- Perfecto. ¡Señorita Liz!
- ¿Pero qué mierda haces? -Cansado, con el estómago revuelto y con calor, el pelinegro no podría estar más confundido.
- ¿Qué sucede muchachos? -responde la entrenadora mientras se acerca a los dos chicos.
- Es Valentino, creo que se ha agitado mucho, parece que va a desmayarse.
- Está bien, acompáñalo a la enfermería por favor. ¡Todos los demás, dos vueltas a la cancha!
***
Ojos miel y ojos negros, caminando hombro a hombro ingresan al conjunto de edificios, simplemente sonriendo, felices de que esa excusa barata haya funcionado y puedan librarse de una hora más de ejercicio.
- Has salvado mi vida. –Dice Vale deteniéndose junto a la fuente frente a el bloque de su dormitorio y sentándose en una banca.
- Bueno, supongo que ya estamos a mano. –Le responde situándose a su lado y secándose el sudor de la frente con el dobladillo de su camiseta de deporte. -Pero creo que deberías pensar una mejor forma para saltarte las clases, parecía que ibas a realmente perder la consciencia allí, tal vez puedas romperte una pierna, así te salvas de al menos cuatro meses.
El menor solo atina a soltar lo que parecía un bufido ahogado. Los chicos simplemente se quedan ahí sentados, en la compañía del otro, descansando, hasta que los ojos se encuentran.
Hoyuelos, mejillas sonrosadas y pelo revuelto.
- Así que... -el más alto se decide por levantarse rápidamente para intentar alejar la incomodidad
- Así que... -repite el otro chico imitándolo.
- Gracias nuevamente, creo que voy a ir a darme una ducha. Nos vemos luego.
"¿Qué santa manía tiene la gente con irse así nada más en esta escuela?"
***
Ya en su habitación Caleb se quita la ropa de deporte y se mete a la ducha con agua fría para relajar los músculos y quitarse todo el sudor del cuerpo. Al cerrar los ojos lo único que puede ver son otros negros y profundos, hoyuelos, y sonrisas ladinas.
Al crecer, siempre se cuestionó porque casi nunca veía a dos hombres o a dos mujeres juntas de la mano y porque cuando lo hacía su padre maldecía, promulgando que estaba mal, que se irían al infierno y arderían ahí. Al cumplir los doce, encontró a su hermana y a su mejor amiga dándose un beso inocente cuando entró a su dormitorio sin tocar para pedirle prestado un libro; Mila le explicó que por más que había intentado, no le gustaban los niños, sino, las niñas y que ella no creía que estaba mal, a pesar de lo que dijera Santiago, a pesar de lo que le habían enseñado toda su vida, Cal lo entendió, porque ¿Cómo podía estar mal amar a alguien? ¿No fue Jesús quien dijo que nos debíamos amar unos a los otros y que no había que juzgar a los demás sin antes juzgarnos a notros mismos? Y, si no es así ¿En verdad valía la pena adorar a un Dios que no acepta que dos personas se quieran simplemente por ser del mismo género? Khamila le pidió que guardara el secreto y así lo hizo.
A los trece, Cal, durante una pijamada con su hermana mientras veían una película, le comentó que creía que le gustaban los chicos, pero que no estaba seguro porque también le gustaban las chicas y no sabía si era eso posible, ella le dijo que sí, se llamaba bisexualidad. Desde ese momento, los hermanos se hicieron más unidos que nunca, jamás tocaban el tema frente a su padre, pero, cuando estaban ellos solos, eran libres de hablar con normalidad sobre lo que hacían en el día o sobre alguien que les gustara.
A los catorce, dejó de rezar por las noches, solo asistía a misa los domingos obligado por su padre, ya no buscaba consuelo en las escrituras.
Nunca tuvo novio, ni novia, no tenía tiempo para eso, simplemente se empeñó en ser el estudiante perfecto durante el período escolar para no tener problemas en casa, los veranos los pasaría trabajando en la librería de sus abuelos en Francia. Obviamente ha tenido leves enamoramientos en chicos y chicas de su escuela, más en los primeros, pero nunca pasó a más de eso, por miedo a ser rechazado, juzgado, por miedo a que su papá se entere y le dé un castigo no precisamente verbal.
Ahora, a sus dieciséis años no puede permitirse arruinar todo lo que ha construido por un simple capricho con unos rizos azabache, sólo tiene que aguantar un poco más, dentro de dos años irá con su hermana para la universidad, ahí, lejos de Santiago, podrá ser él mismo, como Kham, que ya tiene novia. Solo un poco más.
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Limerencia
Teen Fiction¿Qué pasa cuando no puedes ser tu mismo en tu propio hogar? ¿Cuándo cada día te pones una máscara para enfrentarte al mundo? Pero, un día, la encuentras, a esa persona qué hace todo mejor, por la que dejarías todo incluso sin saberlo. ¿Qué pasa si...