El césped bien cortado estaba húmedo y resbaladizo bajo sus pies descalzos, y una brisa suave agitaba su cabello. En cambio, él estaba cada vez más enfadado, más acalorado según iba acercándose a YoonGi.
Cuando se detuvo a su lado, YoonGi no movió ni una pestaña. Se había quitado los pantalones cortos y la camiseta, y se había puesto una camiseta larga.
Jimin lo miró a gusto. Sin aquellos penetrantes ojos observándolo o aquella lengua afilada desafiándolo, se sentía más tranquilo, libre para mirarlo a su antojo.
Unas finas nubes cruzaron la luna oscureciendo el firmamento, de modo que solo la débil luz del porche la iluminaba. En la penumbra sus pestañas parecían de seda, y su boca tenía un aspecto blando y suave. El perfume de su champú se mezclaba con los aromas de la noche. De tanto mirarlo, Jimin sintió que reaccionaba, y le dio rabia.
—Yoon.
Pero Min no se movió.
—Maldita sea, Yoon. Despierta —repitió, pues no quería tocarlo.
Sus pestañas temblaron un segundo y un suave gemido escapó de sus labios ligeramente entreabiertos. A Jimin se le aceleró el pulso y se le encogió el vientre. Entonces decidió zarandearlo con fuerza.
—Maldita sea, Yoon, ¿quieres levantarte de ahí antes de que...? ¡Ay...!
Al momento siguiente, estaba tumbado de espaldas sobre el césped cubierto de rocío, sin aliento y con la rodilla de YoonGi pegada a su pecho.
—¿Qué demonios te pasa? —consiguió decir.
En ese momento, sintió que lo presionaba con las dos rodillas en las costillas y gimió, intentando respirar. YoonGi aprovechó para ponerlo bocabajo y se pegó a él por la espalda, para seguidamente atenazarle la garganta con el brazo.
—¿Pero qué te has creído que estabas...?
Jimin echó el brazo para atrás, y lo empujó. Aprovechó el momento y se echó sobre YoonGi cubriéndolo totalmente con su cuerpo. Lo agarró por las muñecas, que sujetó sobre la cabeza, y le inmovilizó las piernas con las suyas. Le había hecho tanto daño con las rodillas en los costados, que parecía como si le hubiera roto las costillas. Había imaginado que tendría las piernas fuertes, pero...
—¿Qué demonios te pasa? —le gritó cuando YoonGi empezó a retorcerse.
No había querido gritar, pero era la primera vez en la vida que un chico así lo atacaba. ¡Y desde luego, jamás había pensado en atacar alguien con una apariencia tan sublime y delicada! Aunque claramente no era lo que aparentaba.
Al ver que YoonGi no contestaba, se inclinó hacia delante, temeroso ya de haberle hecho daño.
—No sabía que eras tú —susurró.
¿Así que pensaba que se estaba defendiendo de algún atacante? Tal vez, pero eso no lo tranquilizó. Si no se hubiera quedado dormido en el patio, nada de eso habría pasado.
—¿Te das cuenta —continuó— de que te estoy dejando que me hagas esto?
Incapaz de dar crédito a sus palabras, Jimin se retiró y lo miró.
—¿Dejándome?
YoonGi asintió suavemente.
—Podría haberte mordido la cara hace unos segundos. Incluso la yugular.
—Por todos los...
—Incluso ahora —lo pinchó—, si no tuviera miedo de hacerte daño, te lanzaría al suelo.
En ese momento, Jimin fue consciente del cuerpo que tenía debajo, de las suaves montañas de su trasero, del generoso valle de sus caderas, de sus muslos regordetes y fuertes... Lo tenía agarrado por las muñecas, que no eran delicadas sino fuertes, y se las colocó sobre la cabeza obligándolo a estar en aquella postura de sumisión. Y el hecho de poder controlarlo le gustaba mucho. Demasiado. No tenía duda de que YoonGi ya habría notado su erección, puesto que esta le presionaba el vientre. Jimin se inclinó hacia delante para poder verle la cara. Se fijó en su boca sensual, entreabierta en ese momento en busca de aire, y en aquellos ojazos tan diferentes. A la tenue luz de la luna, parecían los ojos de un felino, con la capacidad de verse los de un gato o los de un tigre; y esos ojos lo provocaban.
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𝐔𝐧 𝐀𝐦𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐌𝐚𝐫𝐚𝐯𝐢𝐥𝐥𝐨𝐬𝐨 [JimSu]
FanficQuizá los opuestos se atraigan... pero quizá no. El bombero Park Jimin estaba buscando pareja, pero no le valía cualquiera; quería la persona perfecta que pudiera además cuidar a su pequeña. Cuando Min Yoongi se mudó a la casa de al lado, él pensó q...