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Quizá si fuera una niña, cualquiera podría pensar que Bakugo era aquel tío fastidiado por cuidarme al darle tantos problemas. Porque, al llegar al aeropuerto de Francia, no pude evitar mostrarme curiosa por todo lo que veía, como si fuera la primera vez que estaba en uno (aunque era la segunda vez).

—¡¿Puedes quedarte quieta de una maldita vez?!

Lo escuché quejarse y no le importó llamar la atención de otras personas que pasaban a nuestro alrededor. Recuerdo que me enojé y me atreví a poner una cara enfadada como toda una niña al cruzarme de brazos—. Al menos déjame vivir la experiencia como turista unos minutos antes de fingir que eres mi esposo y resolvemos un caso del cual no estoy enterada.

—¡Tch! —ladeó su vista fastidiado y pude notarlo dubitativo cuando quiso decir algo. Pareció mirar a todos lados, luego observó su teléfono y dijo—: El resto del equipo llegarán hasta mañana...

—¿Equipo? —pregunté curiosa. No esperaba que durante esta misión, de la cual no sabía demasiado, se integraran más personas. Bakugo me daba pinta de no querer trabajar con nadie más— ¿Habrá más personas? ¿Realmente trabajas en equipo? Te creía una persona gruñona que detestaba tener compañía —hablé, y les juro que al verlo busqué un sitio ideal para morir, donde le dijera «El aeropuerto no es un buen lugar para un homicidio, mejor vamos por acá», porque supe que había cavado mi propia tumba con ese comentario—. Quiero decir...

Para qué intentaba arreglarle y si ya la había cagado.

Él solo suspiró—. Tengo un equipo a mi cargo para que estés enterada. Y no es cualquier grupo de personas.

—Dime mañana que ya los conozca —comenté ladeando la vista, sabiendo que desafiaba al mismísimo infierno que era su mirada.

No le tenía miedo al éxito... o a morirme.

—Como sea —bramó caminando a la salida del aeropuerto—. Significa que tenemos este día libre —añadió como si aquello le provocara nauseas o sintiera que mencionarlo lo condenaba. Me hizo creer que la idea de tener un día libre no le agradaba, haciéndome verlo como un hombre completamente comprometido con su trabajo que no deseaba tener descansos hasta haberlo concluido.

Me dije que no debía representar un estorbo en su camino. Había comprendido que si estaba con él, que si a pesar de todo no me había botado a la calle, era porque verdaderamente correría peligro sin su protección ni la de su equipo. Mirko se encargó de dejármelo muy en claro esos pocos días que me entrenó como si no hubiera un mañana. Debo confesar que creí que moriría con sus arduas rutinas de entrenamientos y que posiblemente cometería suicidio al portar un arma de fuego en mis manos... pero me sorprendí más que ella cuando el cansancio no me mató y comprendí a la primera cómo utilizar un arma.

Me emocioné al instante, porque con eso creía que esta vez le sería de gran utilidad a Katsuki o al menos podría defenderme o huir hasta encontrarlo donde quiera que estuviera, claro si no me perdía antes en esta gran ciudad.

—Entonces... ¿Buscaremos más pistas? —me atreví a decir observando al frente, sabía que mi papel como turista había terminado y quería impresionar a este chico y hacerle saber que podía contar conmigo al menos para no preocuparse tanto por mí. Debía mostrar interés por algo que realmente le importaba.

Me miró perplejo, como si esperara a que dijera otra estupidez más con las que ya me conocía o insistiera en ir a dar un paseo por ahí. No negaría que quería perderme por las calles de la ciudad del amor con este hombre, pero sabía que si me perdía en estas calles sería buscando pistas para tratar de resolver el caso que llevaba tiempo investigando; y no como una pareja, sino como un agente y yo, tal vez, como la chica que representaba una carga que debía proteger, algo así lo imaginé. Sin embargo, él solo se masajeó la sien y me miró desde su altura con un gesto desganado y un poco fastidiado.

Agente 001: Dynamight [Katsuki Bakugō] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora