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⸙Bakugō⸙


Podría quejarme del maldito reposo que debía mantener tras haber sido herido por una bala luego del encuentro con la LEO en Italia, pero no podría hacerlo luego de ver a Ryoko a los pies de la cama dormitando incómodamente.

Su rostro estaba en dirección a mí, como si en toda la noche hubiera velado por mi sueño y bienestar mientras los demás descansaban fuera de mi habitación. La noche anterior recuerdo que me alteré al no verla más con nosotros y creí que la LEO se la había llevado una vez más sin que yo pudiese hacer algo más, o peor aún, que hubiese sido por mi culpa. Sin embargo, cuando Jiro pudo contactar con Izuku y nos informó que ella se encontraba a orilla del mar apreciando el atardecer, me sentí más tranquilo, pero no menos culpable.

Los surcos oscuros bajo sus ojos me decían que no habría descansado por un buen rato y que tal vez no habría pasado mucho para que pudiera conciliar el sueño. Sus manos estaban hechas puños, aferrándose a la sábana blanca como si con ello se asegurara de que nada cambiaría mientras cerraba los ojos un instante, creyendo que no se quedaría dormida. Pero, al final, el cansancio fue más fuerte que ella por esa ocasión.

La creía inmune al cansancio. Siempre fue así. En el pasado solía ser como un ave nocturna lista para cazar portando su rifle de precisión tras encontrar un sitio perfecto para dar asistencia. Pero caía en la cuenta de que éramos humanos y que nuestro trabajo no implicaba alguna inmunidad a lo que cualquier persona pudiera estar expuesto, y el cansancio no podría ser la excepción, sobre todo por los entrenamientos y actividad física que solíamos hacer en cada uno de ellos.

Yo era como ella y ella era como yo.

En ese instante no pude evitar preguntarme cómo podría ser una vida fuera de todo ello. Tranquila. Lejos del peligro, el estrés y las preocupaciones de perder a un compañero, o peor aún, la paz mundial. Me pregunté también si habría hecho bien en llevarla conmigo y no dejarla en la tranquilidad que suponía aquella vida que la propia LEO le había hecho creer para mantenerla al margen de la situación... y no pude evitar llevarme la mano al pecho creyendo que había sido un idiota egoísta por traerla de nuevo al mundo que le había quitado tanto, pero que a mí me había hecho creer que volvía a tenerlo todo.

Yo la amaba.

Me di cuenta de ello el día en que me la arrebataron de una manera tan cruel y en la que me negué a creer que había muerto. Pero ella jamás se enteraría. Ella nunca podría saber todo el tiempo que pasé investigando cada rincón del mundo deseando encontrarla tanto como a la LEO, ni el alivio que sentí el día que la miré dentro del local de una panadería en Nueva York.

¿Pero cómo podría decírselo cuando sus recuerdos aún estaban encontrando su lugar? Me sentí como un estúpido al pensar en ello cuando debía preocuparme por encontrar a la LEO luego de tener un combate a quemarropa con ellos en Italia. Un tonto por saber que mi temor se hacía cada vez más grande al saber que ella podría estar de nuevo en peligro y que, tal vez, como en el pasado, la perdería por segunda vez sin poderle expresar aquellos sentimientos que me oprimían el pecho apenas la veía.

Yo deseaba estrecharla entre mis brazos al despertar, pero el maldito dolor me lo impidió tanto como saber que ella también necesitaba descansar, porque nadie podría saber cuándo nos enfrentaríamos una vez más con la LEO; por ello, pasé las siguientes dos horas solo apareciendo su cansada figura sobre la cama donde yo descansaba, deseando cambiar de lugares para que pudiera estar más cómoda. Su respiración era tan calmada y profunda. Tanto, que me hacía creer que pese a la incomodidad en la que se encontraba, descansaba plácidamente por alguna razón que yo desconocía, quizá, por estar segura de que nada podría pasar mientras cerraba los ojos.

Agente 001: Dynamight [Katsuki Bakugō] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora