Piloto automático

4 0 0
                                    

A lo largo del día, no damos la misma importancia a todas las acciones que realizamos. Nuestro cerebro es capaz de priorizar las tareas que ejecutamos en un instante determinado y repartir nuestros recursos entre todas ellas de manera razonable. Internamente lo que sucede es una clasificación de cada tarea en dos grandes grupos según la atención y concentración que requiere. Por un lado tenemos las conscientes, aquellas ejecutadas de manera intencionada. Por otro lado tenemos las inconscientes, ejecutadas en piloto automático. Por ejemplo, si me encuentro paseando y charlando con una amiga, mi cerebro destinará mínima concentración en el hecho de respirar, o en la coordinación del movimiento de las piernas al andar. Estas son rutinas que el cerebro ha aprendido, mecanizado e interiorizado. Son acciones que realizamos sin darnos cuenta, simplemente se ejecutan en segundo plano, de manera inconsciente. A lo largo del paseo, mi foco estará en mantener la conversación con la otra persona. Esto implica escuchar, procesar y entender la información recibida, y elaborar una respuesta acorde. Este tipo de actividad no se puede automatizar, y realmente requiere de nuestra atención y dedicación en ese preciso instante. Decimos que se ejecuta en primer plano, de manera consciente. En este grupo encontramos todo aquello que hacemos adrede, de manera deliberada y voluntaria. A lo largo del día, nos movemos o bien por propósito o bien por inercia. Y tú, ¿sueles coger el timón o lo cedes al piloto automático?


Esta dualidad del consciente-inconsciente es una de las muchas herramientas que tiene nuestro cuerpo humano para facilitarnos la vida. Gracias a ella, somos capaces de automatizar aquellas actividades repetitivas y monótonas. Estas se llevan a cabo sin a penas darnos cuenta, permitiéndonos así ahorrar recursos. De esta manera, nuestro foco y recursos pueden ser dirigidos plenamente a aquellas actividades que sí requieran de nuestra consciencia. Pero como dice el dicho: "un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Y en este caso la responsabilidad reside en cada uno de nosotros, en cuidar qué actividades de nuestro día a día habitan en el lado consciente y cuales en el inconsciente. Nuestro cerebro busca la comodidad, es muy hábil hallando patrones en nuestro comportamiento e intentará a toda costa simplificarlo todo al máximo. Por ese motivo, sin darnos cuenta solemos realizar acciones que realmente son importantes pero no las consideramos como tal. Seguro que te suena la frase "¿Habré cerrado la puerta al salir de casa?". El hecho de tener ese proceso interiorizado nos complica el concentrarnos en ello, mientras cierras la puerta tu consciencia está pendiente de otras cosas. Recuerda, el cerebro querrá activar el piloto automático siempre que sea posible. Pero, ¿es realmente eso lo que queremos?


Para acabar de entender la idea de esta dualidad tan interesante, veamos cuales serian los dos extremos. Imagina una persona que viva ejecutando todo en primer plano, absolutamente todo. Imagina tener que concentrarte en tu respiración en cada instante del día, acordarte de inspirar y expirar a cada segundo. Imagina tener que prestar atención al movimiento de tu mano a cada letra que escribes, o tener que dirigir expresamente tus ojos para cambiar de vista. Sería totalmente insostenible, nuestra consciencia es limitada y no podría con todo. Ahora, imagina la otra cara de la moneda, un cerebro que ha sido capaz de mecanizar y motorizar todas las actividades, que viva en piloto automático. Ejecutando todo en segundo plano, absolutamente todo. En esa vida ya no existiría ni la incertidumbre ni la novedad. Cualquier actividad carecería de emoción y ansia, iríamos por la vida sin reparar en ello. Para nuestro cerebro esa sería una vida muy manejable y cómoda, pues nuestro inconsciente consume mínima energía. Aún así, supongo que coincidirás conmigo en que eso no sería vivir. Tu día necesita imprevistos y casualidades que requieran una respuesta improvisada y accidental. A la mente hay que hacerla trabajar y sacudirla un poco de vez en cuando. Sino, imagina que saborear un delicioso manjar, o toparte por la calle con la persona que te gusta, fueran acciones secundarias y estuvieran al nivel de atarte los cordones o parpadear. Los dos estilos de vida descritos son ambos insostenibles. La respuesta está en el equilibrio, la estabilidad entre estos dos mundos que nos dé una vida plena y en armonía. La pregunta que nos surge ahora es, ¿como hallar ese equilibro?


Seria un gigantesco error dejar que el piloto automático se encargara de todas y cada una de nuestras tareas rutinarias y repetitivas. Eso no siempre es lo que nos conviene, hay actividades que jamás deberían ejecutarse en piloto automático por muy invariantes que sean. Ese desequilibrio es el problema. Debemos buscar un balance sano y conseguir domar la dualidad de la consciencia. El camino a la solución se basa en una idea muy simple, pero nada fácil. Muy sencilla en la teoría, pero compleja en la práctica. Se trata de conseguir que nuestro cerebro desactive el piloto automático en aquellas actividades que realmente son importantes en nuestras vidas, aquellas que queremos vivir y recordar (pero sin embargo, solemos pasar a un segundo plano). Dicho en otras palabras, hablamos del arte de Estar Presente. Vivir el momento. Ser agradecido. Está es la clave para asegurarnos que el piloto automático no se apodera de nuestras vidas, esta clave es el interruptor que lo activa y desactiva. Puede que esta no sea la respuesta que esperabas, pero es la pura verdad. Creo que presiento tu pregunta, ¿pero, que es exactamente el Estar Presente?


En nuestro día a día damos por hechas demasiadas cosas. En general, todos damos por hecho que mañana nos levantaremos y nuestro día será más o menos igual que hoy; tal vez un poco peor o quizás un poco mejor si hay suerte, pero en general sin diferencias notables. Todo aquello que damos por hecho llegamos a pensar que, de alguna manera, lo merecemos y se nos debe. Por ese motivo, aquello que creemos tener asegurado pasa al piloto automático, porque la certeza no posee emoción, la certeza es constante y predecible. Ante la seguridad, el cerebro aprovecha para relajarse y actuar por inercia. Llegamos a creer que lo que está hoy siempre estará, y este es nuestro error fatal. Ahora mismo, cualquier tarea que creas que realizarás mañana, tu cerebro ya la está situando en el inconsciente, preparándola para que no te sorprenda. Es una pena, pues la sorpresa es uno de los ingredientes principales de la vida. Intentar estar presente y vivir el momento es el camino. Cuando vives el momento, no das nada por hecho. No sabes que vendrá mañana, reconoces la incertidumbre del futuro y entiendes que lo venidero no nos debe nada, absolutamente nada. Con esta mentalidad, aceptas que cada día es el primero, la primera vez en todo. Seguramente el ayer fue similar, pero la unicidad que otorga el ahora nos hace comprender que dos instantes pueden ser similares pero jamás iguales. Una tarea puede ser repetitiva y aun así sorprenderte. Una actividad monótona puede ser igualmente palpitante. Si te centras en vivir el momento, saborear el ahora sin pensar en el mañana, tu cerebro solo verá novedad y primicia en cada acción por básica o repetitiva que sea. Cuanto más presente estés, más control tendrás tu sobre cómo vives tu vida. Estoy seguro que a tu cerebro le encantará también apagar el piloto automático y navegar bajo tus ordenes. Recuerda, vive el día de hoy cómo si fuera el primero, sin olvidar que también podría ser el último.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 12, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Cuadro de EnsayosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora