Capitulo O1.

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Nicholas. 

Había algún punto  en su vida que no concordaba. Tal vez había sido tirada por la cigüeña en la casa equivocada… si tan solo la cigüeña existiera.

Nicholas se encontraba en el sofá de su casa, podía escuchar como sus padres reían sin detenerse, su padre había intentado cocinar y terminó dejando la cocina hecha un asco, pero su madre acudió a su rescate, algunos días se le pasaban demasiado lentos, cuando el más ansiaba que todo terminara.

Después de 19 años, aun no podía creer que perteneciera a esa familia. Nunca había llevado a ningún amigo a su casa, salvo a Max, él era su mejor amigo y sabia la locura en su árbol genealógico. A veces su familia lo avergonzaba.

Sus padres eran una pareja poco inusual, su mamá tenía apenas 36 años y su papá 38. Él había llegado de sorpresa, sus padres aun eran adolescentes. Tenía dos hermanos más,  Mauricio de 13 y Angie,  que era su tormento, tenía 17 años y la locura ya le había alcanzado, hacia un par de meses que se había teñido el cabello de verde.

Creyó haber visto  a un perico hablarle, hasta que se dio cuenta que era su hermana menor. Su reacción fue de horror, aunque en el interior esperaba ver que le decían sus padres.

No fue lo que esperaba, su madre la elogió diciéndole que combinaba con el color de sus ojos. ¡POR TODO EL DEMONIO! No podían estar hablando en serio. ¡Su hija se había pintado el cabello de verde!. Cuando él se hizo el corte de cabello que estaba de moda, su madre lanzó la comida por la cocina, llamó a su estilista personal y le urgió una cita con él en pocos minutos.

¿Estaban de broma? Había sido simplemente un corte de cabello, pero no! A su hija le permitieron perforarse la nariz, el ombligo y sabrá Dios que más. Pero a el, no le dejaban cortarse el cabello. ¡Perfecto!

Los amaba, los amaba mucho, pero a veces quería ahorcarlos a todos, eran unos locos. Él no se sentía perteneciente a esa familia. Incluso le llegó a preguntar a su mamá si era adoptado, su madre lloró por horas y el terminó sintiéndose la peor mierda del mundo.

Las únicas personas que lo comprendían en el mundo, era Max y Luciana, había comenzado a salir con ella desde que tenían 16 años, habían durado hasta ahora. Era la novia perfecta, hermosa, inteligente, no había nada que no pudiera hacer. Tenía pensado en casarse con ella una vez que ambos terminaran sus estudios.

Tan solo esperaba que ella aceptara.

Gia.

Odiaba los miércoles, eran los peores días de la semana. No porque tuviera alguna clase que odiara, eso era de menos. Los miércoles su papá regresaba temprano del trabajo y odiaba tener que llegar a buena hora para poder hacerle de comer. No solo tenía que soportar los gritos de él, también tenía que soportar  a su madre que dormía todo el día y en las noches salía a trabajar. ¿Qué madre dejaba que a sus hijos solos todas las noches para irse?

Conocía a las mamás de algunas amigas, y su madre estaba lejos de ser lo que ellas eran. Aun se comportaba como una adolescente, incluso le robaba su ropa y maquilla –que eran escasos- para irse de  fiesta. Pero lo que más odiaba, era sentir las manos de su propio padre sobre ella, cuando la golpeaba o cuando intentaba hacerle más cosas.

Nunca dijo nada, tenía miedo que algún miércoles que ella volviera de clases se encontrara con que Tobias había sido llevado por él.

Tobias era su hermanito, tenía apenas 5 años y a su corta edad, había sentido diferentes tipos de dolor, lloraba cuando su hermana estaba en cama sin poder moverse debido a los golpes dados,  Gia lamentaba eso, que un ser tan tierno como el, tuviera que ver tal crueldad.

Aún recordaba esa noche que su papá llegó completamente ebrio, Tobias se encontraba en la sala observando las caricaturas antes de irse a dormir, era la regla entre ellos, ver un poco de televisión antes de ir a la cama mientras ella tomaba un baño.

Quiso demorarse aún más de lo habitual, eran los momentos que más disfrutaba, estar sola en compañía de su hermanito, hasta que escucho la puerta de la entrada cerrarse con fuerza, como pudo tomó su ropa y la puso sin darle mucha importancia, el agua escurría por su cabello, un nudo en su garganta se atascó cuando vió a su hermanito en el suelo, arrinconado por su padre, este tenía el cinturón en la mano.

Lo empujo con fuerza, no iba a dejar que nadie tocara a su hermano, su padre dio la vuelta y el cinturón dio encuentro a su mejilla. Tobias se alejó corriendo a esconderse, su hermana le había hecho un escondite cuando esas cosas sucedieran.

Esa noche, Gia terminó durmiendo en el suelo, las heridas palpitaban sobre su piel. No tuvo fuerzas para ponerse de pie. Solo sintió ya entrada la madrugada, como Tobias se acurrucaba a su lado, dándole ese calor del que estaba falta.

Alguna excusa se le ocurriría antes de que llegara a la escuela. Alguna pelea callejera, como siempre. 

Deja que me quede.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora