Inma

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Cuando me contrataron en Nellie Bly, mi primer impulso fue chillar de alegría por la que era mi primera gran oportunidad laboral después de casi un año de desesperación echando currículums tras acabar la carrera. Era consciente de que era algo a media jornada y con un sueldo mínimo, pero, aunque todo indicaba que no iba a ser el trabajo de mi vida, yo me monté una película: a los seis meses alguien se daría cuenta de cuánto valgo y me pondría a escribir artículos interesantes como antesala a mis propios reportajes o incluso a mi propia columna de opinión. 

Lamentablemente, las pelis de mi cabeza siempre son estrenos por todo lo alto, pero mi vida se parece más bien a un telefilme de los que echan en Antena 3 los sábados por la tarde. Aunque sin asesinatos, al menos de momento. Por eso mismo, pese a que llevo ya diez meses aquí, sigo escribiendo sobre dietas milagrosas que no funcionan, productos que nadie necesita y que la gente comprará igual, y ahora... 

—¿Un reportaje sobre Soulcial? ¿La nueva app de ligue? ¿La del algoritmo que supuestamente encuentra a tu alma gemela? 

Julia me mira por encima de sus gafas, sentada detrás de esa mesa de madera maciza que tiene que haber comprado en la subasta de un castillo y que no pega con nada del resto de su despacho. 

—Esa misma. ¿Alguna pregunta? 

No, no es una pregunta lo que quiero hacer. Pero dado que Julia es mi jefa y la que decide si me renuevan en mayo, esbozo la sonrisa más amable y encantadora que sé. 

—¿No hay nada un poco más...?

No quiero decir «serio», solo que eso es justo lo que quiero decir. Creo que hay alrededor de un millón de cosas que deberían preocuparle más al ser humano medio aparte de una app de citas que será tan timo como las otras ocho mil quinientas cuatro que han salido hasta hoy. A ver, que tampoco es que aspire a destapar una trama de corrupción política ni una red de tráfico de obras de arte, pero tiene que haber un término medio entre eso y dedicar el resto de mis días a redactar textos para un horóscopo que escribo basándome en las vidas y personalidades de mis amigas, los diez consejos para tener la vida sexual más satisfactoria (aunque apenas me acuerde de cuándo eché el último polvo) o saber si «esa persona» es la correcta (aunque mi experiencia romántica se limita a, como mucho, una persona y media que, como es obvio dada mi triste soltería, no fueron las correctas). 

—¿... revolucionario? 

Julia levanta las cejas y yo tengo la sensación de que sabe qué es lo que quiero... y que no me lo va a dar. 

—Mira, Inmaculada, seguro que en tu cabeza tus planes de futuro son espectaculares. Supongo que has visto un montón de series estadounidenses en las que hay periodistas que alcanzan la fama y reciben el Pulitzer por su contribución al mundo. 

—Solo unas pocas... 

—Pero la realidad es que recibimos al menos treinta currículums todos los días porque hay un montón de gente como tú en paro o buscando un trabajo medio estable. Así que, si no quieres que el mes que viene recursos humanos contrate a una de esas personas al azar, vas a escribir el mejor reportaje sobre apps de citas que se haya hecho jamás. Y espero que sea original. 

—Es que no me van las apps de citas y... 

—Precisamente porque no te van lo tienes que hacer tú. Además, quiero un reportaje diverso y tu perfil es perfecto para ello. 

Es una manera muy sutil de apelar a mi bisexualidad, y me muerdo la lengua para no decir que esa perspectiva es un poco insultante. Estoy segura de que está pensando que tendré el doble de oportunidades y experiencias aunque en mi día a día no me como un rosco. 

Pero, en fin, como ya he dicho, no quiero estar en el paro de nuevo dentro de mes y medio. Y, de todos modos, Julia ya tiene los ojos puestos en la pantalla de su ordenador, puede que incluso viendo uno de esos currículums que acaba de mencionar. 

—¿No hay nadie más que pueda encargarse? ¿De verdad? 

—¿No querías la oportunidad de hacer tu propio reportaje? Aquí la tienes. 

Ya, claro. Cuidado con lo que deseas, ¿no? Pedí un reportaje propio y me lo están dando. Aquí lo tengo. Todo para mí. Y hasta podré firmarlo con mi nombre y mi apellido. Cuando mi madre se entere, lo enmarcará y lo colgará de la pared del salón, al lado del título de graduada en Periodismo. 

La verdad, me gustaría sentirme un poco más satisfecha, pero la idea de tener que quedar con un número indefinido de desconocidos para probar la utilidad de una app de ligue que tiene pinta de estar sacada de un capítulo de Black Mirror no me resulta tan fascinante como debería. 

Por qué será. 

Aun así, acepto el encargo, si se puede llamar aceptar a algo paralo que claramente no tienes opción, y salgo del despacho entre arrastrando los pies y queriendo morirme. Natalia me ve llegar, enarcando las cejas tras la taza de té que se está tomando. Cuando le cuento la situación, mi amiga solo tuerce los labios rojos en esa sonrisa maliciosa que siempre tiene grandes planes detrás y dice: 

—Esto va a ser divertido.

Desde Soulcial, ¿con amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora