En mi defensa, no ha sido culpa mía.
Sí, puede que haya pensado en la aplicación que mencionó Lola en estos últimos días. Sí, puede que incluso llegase a entrar en la tienda de aplicaciones para ver las reseñas. Y puede que me emocionase un poco con la historia de la mujer que volvió a encontrarse con su amor de la universidad después de quince años y un matrimonio fallido porque Soulcial decidió que era su alma gemela en el primer intento.
Puede, y solo puede, que haya fantaseado con alguna historia así. Con reencontrarme con alguien de mi pasado solo para que el destino me demuestre que a veces la gente pasa por nuestra vida pero no llegamos a enamorarnos de esa persona porque no es el momento. O la cosa no funciona porque no estamos preparados para un compromiso así. O simplemente porque no se alinearon las estrellas.
Por supuesto, eso no significa que me llegase a bajar la app en esos instantes de debilidad. Pero esta tarde, después de terminar un trabajo para el máster con el que llevo días peleándome, me he tirado en el sofá e Instagram ha empezado a bombardearme con anuncios lacrimógenos de Soulcial.
Y al final he caído.
Por eso ahora la aplicación está ahí, en la pantalla de mi móvil, esperando a que presione el dedo contra el icono y vea qué me ofrece ese algoritmo creado por un equipo de gente que debe de reducir el amor a una serie de intereses comunes, probabilidades estadísticas y procesos químicos en el cerebro.
—¿Y ahora?
Pandilla me mira desde su manta con esa cara de desprecio que pone a veces. Después, en un claro comentario pasivo-agresivo, empieza a lamerse las patas.
—No tiene nada de malo probar —le digo—. Sobre todo si no se entera nadie. Tal y como yo lo veo, es un experimento. Entro, veo cómo es y si no me gusta, borro la cuenta y aquí no ha pasado nada.
El gato empieza a pasarse la pata recién limpiada por la oreja.
—Ya. Eso mismo creo yo.
¿Qué es lo peor que puede pasarme? ¿Que conozcan mi información personal y se la vendan a terceros? Tengo cuentas en varias redes sociales y la Alexa de Lola está siempre escuchándonos desde el mueble del salón. Es raro el día en el que hablo de algo y poco después no me salen anuncios relacionados con esa conversación mientras navego por la red.
Creo que podré sobrevivir a que vuelvan a intentar venderme viajes que no puedo permitirme y libros que no tengo tiempo para leer.
Veamos.
Nombre de usuario.
Fecha de nacimiento. Me pregunto cuánta gente mentirá en este dato.
Un correo electrónico.
Contraseña. Debe tener al menos ocho caracteres. Mi límite de contraseñas a recordar siempre ha sido dos, así que uso la misma para casi todo, con diferentes variantes.
Conectar la aplicación a redes sociales. Elijo Instagram, porque es probablemente la que más uso (aunque está llena de fotos de Pandilla, más que mías), pero acabo añadiendo Pinterest también. Si alguien tiene tableros que se parezcan a los míos es que somos almas gemelas.
Respiro hondo y le doy a enviar. Un corazón palpitante aparece en la pantalla mientras la aplicación carga.
¡Bienvenido a Soulcial, OliverWithATwist!
Visto en perspectiva, a lo mejor podría haberle dado una vuelta más al nombre de usuario. No quiero que nadie se lleve la primera impresión de que soy un cultureta obsesionado con el siglo XIX.
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Desde Soulcial, ¿con amor?
RomanceUna app diseñada para encontrar a tu alma gemela. Tres personas metidas en ella por distintos motivos. Y un algoritmo que las unirá... o las mantendrá alejadas. Cuando a Inma le encargan hacer un reportaje sobre Soulcial, sabe que va a ser una tortu...