Creo que mi vida ha alcanzado un nuevo nivel de surrealismo mientras camino por los pasillos del edificio de recreo de Soulcial con una completa desconocida con la que estoy teniendo una cita y con laque, para ser sincera, creo que querría algo más que una cita. Todo eso mientras saco fotos y vídeos y voy tomando notas en mi móvil. A pesar de que el plan no es lo que nadie llamaría diversión, mi desconocida sin nombre no se queja ni una sola vez. En su lugar, se detiene junto a mí delante de las puertas a las diferentes «experiencias», como se les llama en Soulcial, e incluso dirige mi atención a uno u otro lugar o me lee en alto algún cartel mientras se burla de él.
No creo en el destino, pero, aunque no lo reconoceré en voz alta, lo de juntarnos por accidente sería un acto bastante agradable por parte de un ser superior.
—¿Te has parado a pensar cuánta gente hay aquí, con cuántos datos nuestros se está quedando la app y cuantísimo dinero están moviendo? —digo mientras pasamos por delante de la entrada de las salas de cine, cinco en total, donde están poniendo pelis de géneros muy diferentes. Hay dos de estreno, pero las otras son más antiguas, a un precio menor. Hay bastante cola para entrar a la siguiente sesión.
—Más de lo que nunca veremos tú o yo, estoy segura.
Mi respuesta automática es mirarla por encima de mis gafas. Y lamento ser un cliché andante, de verdad que sí, pero me encanta su sonrisa y la forma en la que sus ojos se entrecierran, como si estuviera a punto de hacer una travesura. Aunque no es lo único que me encanta de su físico. Mi acompañante tiene unas piernas larguísimas, un aire masculino que le queda de muerte y unos ojos que parecen grises o azules dependiendo de cómo les dé la luz. Y está llena de tatuajes. Eso es horrible para mí. Me encantan los tatuajes, aunque yo solo tenga uno, y a ella le quedan genial. Uno de ellos, el ala de algún pájaro, le asoma por el cuello de la camiseta y consigue que fantasee con verlo entero.
Vuelvo la vista a la pantalla del móvil, porque no es plan de ser tan evidente. ¿Qué diría sobre este sitio una periodista que quiere un ascenso? Algo inteligente y que no se le ha ocurrido antes a nadie. Yo, en cambio, solo puedo pensar que lo único que le falta es un parque de atracciones en la azotea. O una playa, aunque empiezo a creer que habrían construido una si hubieran tenido un trocito de mar con el que trabajar. Estoy segura de que los puntos de encuentro de Soulcial en el Mediterráneo tendrán playas privadas. Aquí solo hay un spa que, por lo que he visto en Internet, incluye una piscina en la que podría ahogarme y tardarían días en encontrar mi cuerpo.
—Cuidado.
Mi cita me coge del codo y me arrastra a un lado. Al levantar la mirada de la pantalla, me encuentro con una pareja que claramente está intentando fusionarse en un rincón del pasillo. Lenguas hasta las campanillas y manos por debajo de la ropa; sí, están muy felices de haber encontrado en el otro a su alma gemela.
—Tengo claro qué experiencia van a probar esos dos —me susurra mi acompañante.
Escuchar su voz tan cerca de mi oído hace que un escalofrío me recorra todo el cuerpo. No sabía que pudiera ser una de esas mujeres que prestan atención a cómo es la voz de otras personas, pero aquí estamos.
Me alegro de ser consciente de que sueno completamente desesperada. Ahora tengo que intentar que mi acompañante no se dé cuenta también.
—¿Habías probado alguna app de ligue antes? —se me ocurre preguntarle. Me parece una pregunta estúpida porque, la verdad, con esa cara y ese cuerpo, dudo que lo necesite.
—¿Es una pregunta para ti o para el reportaje?
—Todo lo que digas quedará entre tú y yo —digo en tono solemne—. Pero a lo mejor la encantadora... María, en la que tú no estás basada en absoluto, acaba teniendo palabras parecidas a las tuyas en lo que escriba.
—¿María? —se burla. Con la voz y también con esos ojos brillantes—. Si vas a llamar María a mi álter ego, no pienso decirte nada más. Exijo algo más original.
—No tienes cara de María, es cierto. ¿Qué tal... Verónica?
Mi primer crush, cuando ni sabía todavía lo que era un crush (o, para el caso, que yo era bi), se llamaba Verónica. Iba dos cursos por delante en el instituto y me parecía la chica más guay del mundo, con su pelo oscuro, el piercing en la nariz, los tops que le dejaban el ombligo al aire y ese tatuaje que llevaba en el interior de la muñeca.
Ahora que me paro a pensarlo, tengo un tipo bastante concreto.
—Mejor, pero no termina de convencerme. —La chica se da unos toques en el labio de los que soy demasiado consciente—. ¿Qué tal Fulgencia? Por favor, pon en tu reportaje que hablaste con una Fulgencia.
Intento mantener mi expresión seria, como si realmente estuviéramos negociando algo de vital importancia.
—Eustaquia. Es mi última oferta.
—Genial. Me encanta pensar que hay una chica llamada Eustaquia en alguna parte que es toda una heartbreaker.
—¿Esa es la historia de Eustaquia, entonces? ¿Es una rompecorazones que va de app en app buscando sangre nueva?
Mi desconocida se encoge de hombros con la que creo que es la expresión más inocente que es capaz de convocar. No es muy convincente.
—No tiene remedio. Pero a su favor diré que deja muy claro qué es lo que quiere cuando queda con alguien, ¿eh?
Me pregunto cómo son esos mensajes: «Hola, estoy buscando sexo sin compromiso, ¿te apuntas?». También me pregunto qué haría yo si ese mismo mensaje llegase a mi bandeja de entrada de Soulcial por parte de esta chica. Y un segundo después, llego a la conclusión de que tendría que decir que sí. Por el bien del reportaje más exhaustivo posible, claro.
—¿Y por qué se ha metido entonces en Soulcial? Pensé que esto iba de encontrar a tu alma gemela. Para los líos ya está Tinder, ¿no?
Y supongo que mi cita también tiene cuenta ahí, ya que no lo niega. Por cómo me mira, de hecho, algo me dice que se está preguntando cuánto sé yo de Tinder.
—Le pareció original. Y en la primera cita te dejan entrar gratis a las experiencias, que, por cierto, estamos desaprovechando.
Miro alrededor. He estado tan ocupada reconociendo el terreno, paseando por las plantas del edificio, que ni se me ha pasado por la cabeza entrar en una de las salas. Lo cual le da puntos infinitos de paciencia a mi acompañante.
Abro la app. En ella viene una lista de todas las actividades a nuestra disposición.
—¿Alguna preferencia?
—Es tu reportaje, ¿no? ¿Qué quieres hacer?
La miro de reojo. Probablemente nada de lo que pueda escribir con todo lujo de detalles sin arriesgar mi ya precario puesto. Aunque, por otro lado, todo el mundo sabe qué es lo que vende, ¿no? Hay un montón de escritoras de erótica forrándose por ahí. Quizá debería plantearme un cambio de carrera y pedirle a esta completa desconocida que me ayude con el necesario trabajo de documentación.
Al final, para no dejarme en evidencia, tan solo cierro los ojos y elijo algo al azar. Por lo visto, hay una bolera en la planta baja.
—¿Es Eustaquia muy mala perdedora? —pregunto.
—¿De verdad quieres poner en tu reportaje que te dieron una paliza a los bolos en tu primera cita?
Pongo los ojos en blanco. ¿Por qué no me sorprende que sea competitiva si la acabo de conocer?
—Es una perdedora terrible, tomo nota. Intentaré esforzarme para no humillarla demasiado.
Mi chica sin nombre sonríe de medio lado.
—¿Eso es un reto?
Supongo que lo es, pero prefiero no confirmárselo.
Algo me dice que, por lo menos, voy a tener una cita divertida.
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Desde Soulcial, ¿con amor?
Roman d'amourUna app diseñada para encontrar a tu alma gemela. Tres personas metidas en ella por distintos motivos. Y un algoritmo que las unirá... o las mantendrá alejadas. Cuando a Inma le encargan hacer un reportaje sobre Soulcial, sabe que va a ser una tortu...