Capitulo 14

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Los relámpagos rugieron enojados, las nubes grises trataron de apagar ese sentimiento amargo.

Artemisa vio fijamente al hombre que estaba buscando. Ahora, frente a frente. Sin embargo, algunos sucesos inesperados surgieron; su vista fue alterada por alguien, la oscuridad la sumergió con totalidad que lo único que podía ver era un centelleante dorado observándola fijamente.

—¿Qué has...? ¿De necesitar? Artemisa- pregunto el Uzumaki-. No debiste arriesgar a tus esclavas.

La deidad frunció el ceño. Quería gritarlo, regañarlo por insultar así a sus hijas adoptivas... Aun así.

Nada de salió de su boca, la frustración no pudo ser liberada.

—Quiero respuestas-dijo tratando de apaciguar su ira. Tratando de mantener la calma, y no sentirse hostigada antes esos ojos dorados que tanto le recordaba a Kronos-. He guardado ochos pergaminos, pero solo uno pude abrir....

Boruto escucho pacientemente lo que la mujer tenía que decirle, pero de un momento a otro abrió los ojos de la sorpresa cuando escucho las siguientes palabras:

—¿Estas relacionado con Uzumaki Naruto?

El silencio del chico fue suficiente para Artemisa. La respuesta ya era obvia para ella. No obstante, el humano antiguo respondió.

—No, no estoy relacionado con Uzumaki Naruto.... Somos parientes lejanos-mintió Boruto. Su cabello dorado se estaba desvaneciendo, el rojo estaba tomando el control, parecía ser el karma estaba tomando el control de los genes poderosos y poniéndolo como dominantes en su cuerpo-Qué deseas saber, No.... Entrégame los pergaminos... ahora.

La deidad femenina retrocedió. Estaba débil, demasiado débil. Sus dominios no estaban en el país del sol naciente. Intento mostrar una sonrisa tranquila.

Entre toda oscuridad, las cazadoras llegaron.

—Mi señora, ¿Se encuentra bien? –pregunto Phoebes, una de sus mejores cazadoras de rastreo- ¿Quién es este hombre? No se parece al que buscamos-soltó con desprecio.

Artemisa se alarmó, y antes que pudiera ordenar, sus cazadoras salieron volando por la fuerza y chocando en consecuencia contra varias paredes por una poderosa corriente de aire.

—¡Aléjate, Zoe! – ordenó, deteniendo las acciones de su teniente, quien solo pudo mirarla con desesperación.

—Entrega el pergamino-dijo entre gruñidos, sus ojos ardieron enloquecidamente-. No puede caer en manos de los indignos.

Sin otra opción, la sublime deidad hizo un chasquido. Varios polvos de estrellas brillante aparecieron flotando, brillando un color dorado centelleante. Sietes formas iguales a los rollos se formaron e hicieron presencia en esos instantes.

El Uzumaki los atrapo con sus manos, leyó los títulos, y vio que esos rollos eran inservibles para él. Por lo que, sin dudarlo, los quemo usando una técnica elemental de fuego, haciendo una fogata negra que imitaba al amaterasu de los Uchiha.

Quemo los pergaminos sin dudarlo, sin importar, si era lo único que su padre dejo.

—¡No! -grito la cazadora- ¡¿Por qué hiciste eso?!

El humano jamás desvió su mirada perdida. Una sonrisa lenta, pero segura se deslizo por sus labios llenos de frialdad.

—Ha de ser.... Desesperante, para ti.... Diosa-le dijo-. Ansiar las respuestas y.... simplemente no hallarlas, - su mirada perdido se ubicó frente el rostro de Artemisa- dices estar conectado a mi.... Ese noble sentimiento nos convierte en cierta forma parientes lejanos....

El humano notó como los siervos de Artemisa se acercaban para ayudar a su señora. Lástima que no lo harían, una barrera las impidió. Era un Uzumaki, no sería tan tonto como para no aprender Fuinjutsu.

—Tener esperanza no es malvado-continuo-lo contrario, es una buena señal de fe humana, la voluntad real que nos mantiene vivos para cumplir las metas... entonces.... ¿Eres humana? -pregunto con rebosante frialdad.

Artemisa estaba perdida, su mente fuera de lugar. En el exterior parecía que todo estaba bien. Pero ¿Por dentro? Ja, que mal chiste. La oscuridad era todo lo que capto a través de sus iris.

No obstante, una llama dorada surgió.

Era la esencia del sol.

Una llama azul surgió al lado del añejo y hermoso dorado.

Era la esencia de la luna.

El sentimiento que ambos destellos desbordaban era de nostalgia, y tristeza. El sol, era la alegría, la esperanza, la inocencia, el deseo de proteger, la bondad, y el amor. La luna era la tristeza, la desesperanza, la frialdad, la maldad, y el odio.

Las llamas cambiaron de formas, en hombres se transformaron. Uno tenía el cabello dorado como el sol, ojos azules que confundirías con el cielo, y una sonrisa irrompible formada en su rostro, a sus lados mejillas felinos recordándole al otro rubio. El otro sujeto tenía el cabello largo de color negro azabache como la noche misma, sin estrellas, sus ojos brillaron carmesí, tan amenazante que analizaban su persona a través de esa fría expresión, su cuerpo era pálido como la luna.

Dos sujetos tan diferentes, y luego tan parecidos, una contradicción en sí mismo.

El sol camino, se acercó, y le sonrió.

—Ha llegado nuestro momento, mi hijo ha cambiado mucho más de lo que debió.

El sol toco su hombro, y de repente, la deidad sintió como un poder brotaba con fuerza desde el interior. No obstante, la luna se mantuvo distante, con esos ojos demoniacos observándola fríamente como cucaracha que era.

—No-dijo la luna-. Ese fue tu momento, yo, por el contrario, seguiré apoyando a mi discípulo.

—Ya veo-suspiro cansado-. Parece que es inevitable, es una lástima que el viejo se marchó feliz sin saber que las disputas comenzarían de nuevo.

El sol se puso detrás de la deidad, su mano derecha aún estaba tocaba el hombro.

La luna se ubicó al lado del joven Boruto.

La guerra entre el sol y la luna había comenzado nuevamente. Uno odiaba a los dioses, y simplemente quería desintegrarlos. El otro quería perdonar, y dar nuevas oportunidades.

El legado de la profecía(Cancelado, remake:  "El nieto de la profecía" )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora