Anahí casi esperaba que Alfonso repitiese la escena del día anterior, pero al ver que no aparecía a la hora del almuerzo, en vez de tranquilizarse se puso hecha un manojo de nervios. Cada vez que oía el tintineo de la vieja campana de la puerta o una ahogada voz masculina, salía disparada hacia la cocina o daba media vuelta en el restaurante, así que, cuando a las once se dispuso a marcharse, sentía como si le estuvieran dando martillazos en la cabeza.
Al salir a la tranquila calle del pueblo, el aire fresco y dulce, impregnado de aromas de los espacios abiertos y de los cielos altos y despejados, resultó un calmante maravilloso para su acalorado metabolismo. Permaneció de pie durante un momento en el estrecho peldaño de piedra y respiró profundamente con los ojos cerrados. Al volverlos a abrir, una figura grande y oscura emergió de las sombras y empezó a caminar hacia ella al tiempo que John la llamaba desde su alegre y pequeño coche Morris Minor, aparcado en la calle a unos metros de distancia.
-¿Anahí? Estoy aquí.
Anahí se sintió como atrapada en un juego, un juego macabro y retorcido. Alfonso se había quedado inmóvil a medio camino lanzando miradas a su rostro aterrorizado y al coche parcialmente oculto por la oscuridad.
Acto seguido, se acercó hasta el coche a la velocidad del rayo antes de que Anahí pudiera reponerse lo bastante como para moverse.
-El escurridizo John Davies, imagino... -dijo con una voz tan fría como el acero-. Permítame que me presente. Soy Alfonso Herrera, el marido de Anahí -prosiguió. Abrió la puerta del conductor con tanta fuerza que Anahí no se habría sorprendido si se hubiera quedado con ella en la mano-. Creo que hay un pequeño asunto sobre el que debemos hablar, señor Davies, si no le importa bajar del coche.
-Déjalo en paz, Alfonso -exclamó Anahí, que ya lo había alcanzado, y contemplaba asustada cómo John miraba con expresión de sorpresa el rostro de Alfonso, inmóvil por el odio y la rabia.
-¿Que lo deje en paz?- le reprochó suavemente-. Más tarde, mucho más tarde, mi dulce e infiel esposa. Bueno, señor Davies -dijo girándose para centrarse por completo en John-. ¿Va a salir de este coche voluntariamente o tengo que sacarlo por la fuerza?
-He de decir que ninguna opción me entusiasma- murmuró John irónicamente, mientras levantaba la mirada al cuerpo robusto de metro ochenta de Alfonso-, pero si insiste, tendrá que alcanzarme las muletas que están en el asiento trasero.
-¿Qué?
Por primera vez desde que lo conocía, Anahí vio a Alfonso momentáneamente perplejo cuando desvió la vista del rostro redondo y con gafas de John al par de muletas de acero que estaban dispuestas horizontalmente en el asiento de atrás.
-Las muletas -repitió John pacientemente-. Desde que me caí en picado desde una montaña hace unos meses, me resultan imprescindibles, así que si es tan amable...
-No puedo creerlo -dijo Alfonso, moviendo la cabeza furiosamente en dirección a Anahí-. ¿Este tipo va en serio?
-Lo que ha dicho es cierto -dijo Anahí suavemente, mientras se tragaba el pánico-. John estaba viviendo en España, es escritor, y tomó parte en una expedición a pie a las montañas junto con unos amigos. Hubo un accidente...
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Amantes
RomanceAnahí Herrera se sintió la mujer más feliz del mundo el día que ella y Alfonso se unieron en matrimonio. La pareja vivía un romance perpetuo hasta que Anahí descubrió un terrible secreto. Amaba a Alfonso, y él le correspondía... pero tuvo que huir...