-ALFONSO, he de irme- dijo lanzándose bruscamente hacia atrás con tanta fuerza que oyó su codo crujir contra el suelo, encima de la gruesa alfombra de piel de oveja en la que estaban tendidos-. Debo volver.
-No hay prisa -dijo con voz lenta y cálida-. Tenemos toda la noche...
-¡No!
Ya se estaba poniendo la ropa con una prisa febril, y en aquella ocasión, Alfonso compendió el tono de su voz y se incorporó lentamente hasta apoyarse en el codo.
-Otra vez no, por lo que más quieras.
-No lo entiendes -dijo Anahí, y le oyó moverse, un ruido de ropas y una cremallera que se cerraba. Entonces apareció delante de ella, vestido sólo con los vaqueros, con la expresión de furia más intensa que jamás le había visto, y los ojos negros ardiendo como un infierno.
-Voy a entenderlo -dijo en voz baja y tensa, la misma que habla empleado con Toro en el restaurante-. Créeme, Anahí, que lo haré. Se acabaron las evasivas, y el hablar con segundas. Me lo vas a contar esta noche, contármelo de verdad...
-¡No me puedes obligar!
Ella misma podía oír la histeria en su voz y puso mala cara ante la protesta a pesar de saber que estaba asustada, muy asustada. El hombre frío y peligroso que estaba de pie ante ella estaba harto, e incluso sin amarlo tanto lo hubiera sabido.
-Puedo obligarte, y lo sabes- replicó bajando más la voz, al contrario que la suya-.
¿Por qué te fuiste, Anahí? Y no me digas esa basura de que no funciona. Ésa no fue la razón, ¿verdad? ¿Verdad?
Las dos últimas palabras habían sido como pistolas que hubiesen disparado a sus oídos, y se sobresaltó visiblemente, dando un paso hacia atrás al tiempo que levantaba la vista hacia él con enormes ojos anegados en lágrimas.
-Estoy dispuesto a quedarme aquí días, semanas, meses si es necesario hasta que obtenga una respuesta.
¡Y ese John! -dijo desdeñando al pobre John con un golpe en seco-. No te importa. No podías haber hecho el amor conmigo de la forma en que lo has hecho si te importase. Te conozco, Anahí. ¡Intenta decirme que no me amas! Dime que me quieres fuera de tu vida para siempre.
Anahí se tapó la boca con la mano al ver que daba un paso hacia ella como un ángel vengador que fuese a arrancarle de cuajo el corazón. Después, no pudo más. Antes de que pudiese detenerla, se había abalanzado hacia la puerta, abriéndola y corriendo en la oscuridad de la noche como si tuviese alas en los pies.
Tenía que huir...
La alcanzó antes siquiera de haber salido del perímetro de la casa, y le hizo girarse con tanta fuerza que sintió que su cabeza daba vueltas mientras la sacudía.
-¡Vas a decírmelo! ¡Ahora! Te amo, tengo derecho a saberlo. Eres mi mujer, maldita sea. ¿Qué me dices de todos los planes que hicimos? Los niños, la casa en el campo, envejecer juntos...
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Amantes
RomanceAnahí Herrera se sintió la mujer más feliz del mundo el día que ella y Alfonso se unieron en matrimonio. La pareja vivía un romance perpetuo hasta que Anahí descubrió un terrible secreto. Amaba a Alfonso, y él le correspondía... pero tuvo que huir...