Calvo como un gato sin pelo

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Era su cumpleaños pero de alguna forma Kiba había encontrado la excusa para poner mala cara. Ya desde hace un tiempo que se sentía insatisfecho con todo lo que hacía. No mejoraba su humor el acordarse de cuidar las heridas de Akamaru, su pequeño perro y cada vez que iba de paseo tenía que detenerse a recuperar el aire que había perdido trotando. No estaba totalmente recuperado pero su madre había dicho que sí y lo que su madre decía se convertía de inmediato en una ley para todos en su clan, así que tenía que lidiar con sus ataques de carácter casi asmático por su cuenta.

—Vamos, Akamaru, descansemos un poco

El perro ladró en respuesta y se acercó a él meneando la cola de manera simpática.

—Mira, Akamaru ¿ves esa colina? — le pregunto al animal y señaló la montaña que se asomaba varias leguas hacia el sur por encima del arco de las aguas termales —mañana vamos a escalar hasta la cima, muchacho, solo tú y yo, como siempre.

Akamaru escondió la cara del castigo del sol bajo la manga de su brazo y se echó junto a él.

—oye Akamaru ¿tienes hambre? ¿Quieres un bocadillo?

El perro se levantó animado y comenzó a sacudir la cola con mucho vigor

—lo sabía, aquí tienes, amigo.

Akamaru se comió la mitad del bocadillo y arrimó a su dueño la mitad sobrante con la punta del hocico.

— ¿Qué pasa, chico? ¿No te gustó?

Akamaru insistió con un ladrido

— ¿quieres que me lo coma? —Akamaru ladró emocionado y Kiba comenzó a reírse—no gracias amigo, soy alérgico al gluten, cómelo tú ¿sí? Es tu premio especial por ser tan buen compañero

El perrito ladeó la cabeza y olfateó la galleta, lo dudó y volvió a preguntar por permiso con una tímida mirada, esperó a que su dueño asintiera y se lo tragó.

—Bien hecho, Akamaru —lo acarició Kiba y se recostó en el pasto para relajarse

De repente le vino un dolor agudo en la espalda, un dolor tan fuerte que le paralizó todo el cuerpo. No pudo quejarse porque el aire se quedó atorado en su garganta y comenzó a asfixiarlo, se retorció a la fuerza y solo se provocó más daño. Akamaru comenzó a gruñir y ladrar y saltaba para todos lados buscando la causa de su malestar para poder aliviarla pero Kiba no podía controlar el temblor de su cuerpo y las lágrimas se le escaparon por el dolor asustando más a su perro.

Cuando el dolor se detuvo Kiba se quedó tendido en el piso jadeando con los ojos húmedos y su perro lamiéndole el rostro.

—está bien, Akamaru —trató de tranquilizarlo —ya pasó —lo acarició —estoy bien ¿ves? Estoy bien

El perrito chillaba angustiado echado a un lado y tirando de su amo por la sudadera para incitarlo a incorporarse. Kiba se levantó despacio concibiendo un nuevo sentimiento de temor en su interior. Creía que estaba totalmente curado, ya había vuelto a entrenar hace tiempo y nunca había tenido un dolor como ese hasta entonces, sí había algo descompuesto se estaba manifestando recién.

—bien, Akamaru, será mejor que volvamos a casa

El perro estuvo de acuerdo y en el camino de vuelta se entretuvieron en el pueblo para comprar algunos juguetes

— ¡Oye Kiba! —lo saludó Shikamaru desde el otro lado de la calle

— ¡Hola Shikamaru! Tiempo de no verte, comenzaba a pensar que te habías perdido en el bosque

Akamaru ladró con alegría

—nos vimos en el hospital ¿recuerdas? hola muchacho —saludó al perro también

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⏰ Última actualización: May 15, 2022 ⏰

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