La misión fracasó

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La misión fracasó; Sasuke cruzó la frontera a las 1900 horas en medio de una noche lluviosa que se llevó consigo más de un adiós. La lluvia lavó su rastro y el rastro de sangre perdida por el valiente grupo de adolescentes que en toda su inmadurez creyeron, podrían alguna vez encarar a la catástrofe de lo inminente. La sangre nunca volvió a su lugar pero no por falta de intentos; corrió de regreso por un linde del bosque entre agujeros de hormigas y nidos de topo, y las aves rapases en toda su ponzoña, olfatearon el aroma y bajaron para presenciar la desgracia sellada en el yacimiento de un recuerdo que atormenta más de un cuerpo cada noche.

Neji se levantó temblando, volvían las pesadillas con cada tormenta y volvían los calambres en los dedos, un gracioso hormigueo que comenzó cuando recuperó la conciencia y estaba empezando a desquiciarle. Por esta extraña ocasión sin embargo, se despertó en medio de una calma sospechosa y abrumadora. Pasaba del tercer día en casa luego del alta del hospital y no atinaba a acostumbrarse al recinto principal del castillo que era para él el conjunto de salones de mesa de los Hyuga. Hiashi-sama le había convencido de pasar sus días de recuperación en el sitio más cómodo del terreno, las habitaciones reservadas generalmente para la rama principal tenían corredores largos que rara vez se iluminaban bajo la penumbra del cerco.

Estaba intranquilo y sudoroso, quizás había tenido una pesadilla que ya no lograba recordar. Parpadeó muy rápido y consiguió reestablecer su respiración solo perturbada por el agudo presentimiento de encontrarse bajo los infernales ojos de un minúsculo vigía que colgaba desde el techo. Miró a todas las esquinas para comprobar que se equivocaba y finalmente se convenció de que estaba solo; aunque no por eso bajó la guardia, un shinobi no debe hacerlo bajo circunstancia ninguna. Al menos eso fue lo que le dijo su padre y lo tranquilizaba pensar en él cuando no conciliaba el sueño.

Un bulto aprisionaba sus piernas y por un momento pensó que se encontraba atado pero al mirar descubrió a Hinata echada en sus rodillas durmiendo en un ovillo sobre sus piernas.

—Hinata-sama— susurró

Hinata apenas se movió, se acurrucó con calma pegando la mejilla en el muslo de su primo y siguió divagando por el mundo de los sueños. Neji trató de quedarse quieto para no perturbar su tranquilidad, parecía un cachorro ciego buscando el calor del seno de su madre. Estaba dispuesto a permanecer inmóvil por lo que restaba de la noche porque de todas formas no volvería a dormirse pero entonces sucedió algo sorprendente.

— ¡Naruto-kun! — sollozó Hinata entre sueños

Neji frunció el ceño. Siempre se trataba de Naruto: Naruto esto, Naruto aquello, Naruto el ganador del encuentro, Naruto el poderoso, "Naruto-kun no ha comido voy a llevarle algunas bolas de arroz" Para Neji Naruto era un amigo pero a veces su nombre se volvía un dolor de cabeza y podría mandarlo a donde el sol no pega nunca.

— ¡Naruto-Kun, trae a Neji-nisan de regreso por favor!— comenzó a llorar ella— ¡Trae a Neji-nisan a salvo!

Neji pasó saliva y sintió que se tragaba una piedra. Nunca se le había ocurrido que Hinata podría preocuparse por él, le parecía que había una espina de recelo mutuo que nunca acabaría por curarse y por primera vez desde que casi la mata, se sintió perdonado.

—Hinata-sama, despierte. ¡Hinata-sama!

Hinata abrió los ojos despacio, las lágrimas la cegaron por un momento

— ¿Neji-nisan?

—Hinata-sama, ha sido una pesadilla.

— ¡Neji-nisan! —Se abalanzó contra él en un abrazo y el sonrojo de Neji cubrió hasta la última punta del cabello —Neji-nisan, volviste a salvo. ¡Cuánto me alegro!

La misión fracasóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora