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Había pasado una semana desde que Steven y Emma se habían conocido.
El sol comenzaba a salir, y música a sonar, Steven abrió sus ojos y así se dio cuenta de que un nuevo día había comenzado, lo primero que hizo fue revisar la arena de alrededor de su cama, la puerta, se vistió y se aseguró de alimentar a su lindo amiguito Gus, después de eso se vistió y preparó para irse a trabajar.
Cómo era común en el, iba tarde, pero eso no le impidió llamar a su mamá para saludarla.
-Hola mamá, soy yo, me estoy reportando- decía Steven hablando al teléfono. -recibí tu postal, la estoy pegando en el tanque de Gus, sip es muy linda, pero él está furioso, quiere saber por que no lo llevo a pasear- dijo Steven riendo.
-Tal vez algún día, pero con una aleta no es tan fácil, en fin mamá, todo está en orden, no me va mal, aún despierto cada mañana sintiendo que me golpeo un autobús-
Steven seguía hablando por teléfono hasta que vio a el hombre que siempre vendía escobas frente a su entrada.
-Hola, ¿cómo estás?, aún vendes tus rastrillos y escobas ¿verdad?, justo frente a mi entrada, es algo... pero no me molesta, adiós- le dijo Steven al hombre el cual mantenía una mirada fría y sería.
Continuó caminando y hablando con su madre.
-En fin, qué pena que no estabas, te llamo mañana, adiós, te quiero- dijo Steven terminado la llamada.
-¡Ay no! ¡Espere!- decía Steven corriendo y gritando mientras trataba de alcanzar el autobús.
Por suerte había alcanzado el autobús y ya estaba llegando al museo, solo esperaba no encontrarse con Donna por que seguro ella estaba molesta por su evidente retrasó.
Cuando estaba entrando en el museo se encontró a una familia conformada por un pequeño niño y un matrimonio, ellos parecían curiosos por las antigüedades que ahí se encontraban, Steven se percató de eso y se acercó a ellos.-Es fascinante ¿no?- dijo Steven llegando a lado de ellos.
-Mucho- dijo el padre.
-Ustedes sabían que, ellos, tomaban un enorme gancho de metal, lo metían por la fosa nasal y extraían los órganos, excepto el corazón-
-¿Por qué no?- preguntó la mujer.
-Por que ellos suponían que lo necesitarías para ser juzgado en el inframundo y solo los que lo merecieran podrían cruzar a través del campo de los juncos-
-Y ¿te dolió mucho? Que te rechazaran del campo de los juncos- preguntó ahora el más pequeño.
-No tiene sentido, por que yo no estoy muerto, ¿no crees?-
-¡Stevie!, no me digas que otra vez- dijo Donna gritándole a Steven a lo lejos.
-Hola Donna, sip, te ayudo- contestó Steven tomando los paquetes de las manos de Donna.
-¿Cuantas veces voy a tener que decirte que no eres un guía de turistas?, entiende Stevie-
-Steven, solo así, solo dime Steven- dijo él mostrando su placa.
-Te voy a decir inútil si no haces lo que te pagan por hacer aquí, que es vender estas cosas a los niños- dijo Donna molesta mostrándole a Steven unos dulces.
-Ya se- dijo Steven con la cabeza cabizbaja haciendo que Donna se alejara.
Él estaba organizando su lugar de trabajo cuando alguien se acercó a saludarlo.