☆ Capítulo IX ☆

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"Un gusto verte otra vez"

Anhelar su regreso, ser nombrado por su título y ser tratado con el respeto que le fue negado en Inglaterra, le hinchó el pecho de satisfacción y casi le hizo olvidar su verdadero papel en su propio reino; el de líder. Y aunque era un rol compartido con otros cuatro individuos que siempre estuvieron a la par de sus palabras y mandatos, ser el mayor y el de más alto rango en la supremacía, le daba una carga extra que le fue entregada y que él aceptó gustosamente. Pero todo en exceso satura, exprime, agota y derrota. Y su amante lo sabía a la perfección.

Empero, se dispuso a entrenar a su ejército desde el día siguiente a su llegada. Supervisó, corrigió y pulió detalles, técnicas y estrategias hasta sacarles brillo. Cada hermano se encargaba de su especialidad, apoyándolo en todo para hacer más equitativa la labor de líderes y monarcas.

Aun así, algo lo perturbaba. O tal vez alguien. Un muchacho que, para su criterio, no solo llegó para reunir a su ejército y buscar su preciado trono legítimo, sino para ser una especie de piedra en el camino. Irrumpía en cada paso que daba, como si quisiera seguirle el ritmo o rebasarlo en algún momento. Al menos así lo sentía el Sumo Monarca, que se encontraba en el sala de La Mesa de Piedra en espera de sus aliados más cercanos y parte de sus soldados.

Hace menos de dos minutos difundieron la noticia de que un soldado telmarino rondaba los límites del Altozano, vigilando los movimientos del ejército narniano hasta que fue descubierto por un grupo de faunos encargados de la vigilancia, y por la Reina Susan —quien perfeccionaba su puntería y la de sus futuros arqueros junto al Príncipe Caspian—.

Mon chéri, ¿estás bien?

Salió de su pequeño bucle cuando el dulce acento de su chica llegó a su oídos. Levantó la vista hacia ella casi al instante, repasando su porte firme y envidiable elegancia.

Le regaló media sonrisa y afirmó con un leve gesto.

—Perfectamente.

Roselyn no pareció muy convencida, pero se la dejó pasar. Lo que menos necesitaba en ese momento era presión de sobra. Le devolvió el gesto como pudo y se dirigió al centro de la sala con la pequeña Reina.

—Es solo cuestión de tiempo —dijo en voz alta, dando inicio a la reunión—. Ese soldado es una muestra de que el momento se acerca. Las tropas y máquinas de guerra del usurpador Miraz están del otro lado del río, esperando la orden de su líder y que la construcción del puente termine para cruzar y llegar a nosotros —realizaba un pequeño recorrido de ida y vuelta, mirando a todos con seguridad y postura dignas de un Rey—. Pero puede ser una ventaja para nosotros, ya que todos esos hombres no se encuentran en el castillo para protegerlo.

—Entonces, ¿qué es lo que sugiere, mi Señor? —cuestionó Reepicheep desde su lugar, aún teniendo una idea de a qué punto quería llegar.

Pero a causa de un mal entendido, el Príncipe Caspian pronunció parte de su plan con encima de las palabras del Sumo Monarca, interrumpiendo su explicación y recibiendo una mirada severa de su parte. Comprendió, entonces, que debía guardar silencio y prestar más atención cuando ambos estuvieran en la misma habitación.

El Gran Rey Peter siempre tiene la palabra.

Agachó la cabeza, devolviéndole la oportunidad de hablar. Mientras tanto, Roselyn casi revoloteaba los ojos entre ambos jóvenes. Desde su lugar al lado de Lucy, podía apreciarlos a los dos con claridad, y percibió la molestia de su amado y la resignación de su aliado. El momento de paz entre ambos había durado poco, pero aún así fue más de lo que esperaba. Era casi inevitable que la bomba se encendiera en algún momento, y solo deseaba que nunca explotara.

Rose | peter pevensie | (EN PROC. DE EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora