3. Corte y confección

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El repicar de dos maderas finas resonaba por el pasillo de los clubs. A esas horas muchos alumnos estaban realizando sus actividades de la madrugada del lunes o decidían saltarse las tres últimas horas para acabar de aceptar que el fin de semana se había terminado una vez más.

Las grandes puertas del club de corte y confección siempre daban una cálida bienvenida al arte. Val guardó en el bolsillo trasero del pantalón lo que llevaba en las manos y sacó una hoja de papel, llamando a la puerta con la otra mano.

Un suave «adelante» sonó desde el interior, haciendo que ella abriera la puerta asomando la cabeza antes que el cuerpo.

—¡Hola, hola!

Un chico se acercó a ella con un par de telas en las manos, perdiendo una por el camino, la que rodó hasta las convers verdes de Val. Recogió el rodillo y se lo entregó justo cuando dejó las demás en la mesa de al lado.

—Oh, hola Val. ¿Qué te trae por aquí?

—Traigo los conceptos para Laia—levantó el papel perfectamente doblado.

—Oh, perfecto —el chico buscó a la chica con la mirada, viendo como apuntaba cosas en una libreta mientras buscaba una cinta métrica. Val miró en la misma dirección sin creerse quién estaba allí con Laia—. Em...  me parece que quería comentar un par de cosas contigo, pero ahora está ocupada.

—Oh, no te preocupes, ya la espero.

La chica asintió y dejó al chico trabajar mientras observababa a su alrededor. Había un par de personas en una mesa grande llena de diseños y telas, y un chico situado no muy lejos de ellas daba puntilladas a un corsé repleto de plumas. 

Volvió a mirar hacia Laia, la que estaba tomando medidas a la misma chica albina que había visto en ese descanso en la cafetería.

Decidió acercarse después de mirar un par de minutos más por la sala, con pasos largos  y dando vueltas al papel con los dedos, viendo a la perfección como el par de ojos azules de la peliblanca se clavaban en ella, pegando un no muy discreto repaso a su cuerpo mientras mantenía los brazos extendidos. Cuando se percató de que la chica con mechas turquesas se había dado cuenta, apartó rápidamente su mirada del escote abierto de su jerséis, generando una sonrisa en los labios de la chica.

Aún así, Val esperó a que Laia terminase de tomar esa medida antes de interrumpir.

—Perdonad. Perdona, Laia...

—Hola, Val —la cortó con una sonrisa tímida.

—Hola —devolvió la sonrisa con un mini segundo de silencio extraño—. Te he traído los conceptos que nos pediste, pero Rodrigo me ha dicho que querías comentar algo conmigo. ¿Vuelvo más tarde?

—No, no, enseguida estoy con ella.

Val levantó la cabeza hacia la albina, esbozando una sonrisa. La chica aún seguía con los brazos extendidos a pesar de que Laia ya había terminado de medir el tórax y empezaba con las piernas y la cadera.

—Supongo que eres la nueva modelo del club. Soy Val —extendió la mano hacia ella. Encajó su mano con fuerza, cosa que no sorprendió a Val, imitando su sonrisa.

—Kata Hiroko, encantada.

—Lo mismo digo.

—Pues sí, Val, es nuestra nueva modelo. Pero vosotros posaréis cuando cuando hagamos los diseños para el festival.

—¿Hay un festival? —preguntó Kata bajando finalmente los brazos.

—Sí, en un par de meses. Quieren hacer como un día de clubs para que veamos el trabajo que hacen los demás.

—Eso implica que la gente con clubs artísticos tengan mucho trabajo, y también que colaboremos entre nosotros. Como nosotros con el club de corte y confección. Nosotros actuamos y llevamos sus modelitos.

—¿Actuar? ¿Hay un coro en la universidad?

—Wow, así que tanta cara de niña del coro tengo, eh —bromeó Val con tono serio—. Sí que hay un coro en el club de música, pero cantar no es lo mío.

—¿Entonces porque hay un pie de micro contigo siempre? —preguntó alegre el chico que estaba con el corsé.

Todas se giraron hacia él para después mirar a Val. Ella elevó la vista, como si se hubiese desconectado del mundo. Tardó un par de segundos en volver y dio media vuelta hacia la peliblanca.

—Pues quizá si soy una niña del coro —volvió a girarse hacia el chico—. Pero ya te digo yo que Myriam no comparte el micro ni para dar un aviso de niño perdido.

—Dentro del club de música tienen distintos grupos, aunque ellos son los que más dan que hablar —le explicó Laia a Kata, viendo lo perdida que estaba.

—Son los Måneskin de los Cerezos.

—Ahora os habéis pasado un poco. Si generamos una cantidad considerable de Bipanics entre los asistentes, pero tampoco es para tanto.

—¿Te incluyes en el grupo de generar bipanics? —preguntó Kata, abriendo los ojos como platos al escucharse a si misma.

—No sé, dímelo tú.

La chica de mechas turquesas se llevó la mano detrás de la espalda y sacó una baqueta, haciéndola girar en sus dedos. Cuando terminó, la lanzó al aire y la recogió con los mismo dedos, girándola por última vez antes de guardarla de nuevo junto a la otra.

Sin darse cuenta, Kata seguía con la boca abierta y sus ojos azules pasaron de la baqueta a los ojos verdes azulados de la baterista. Y antes de que cualquiera de las dos pudiese decir algo, un sonido de libro pesado cerrándose devolvió a la peliblanca a la Tierra.

—Ya he terminado de tomarte las medidas, Kata. Mañana vienes y te pruebas el proyecto que estoy terminando antes de ponerme con el suyo.

—Genial —la albina saltó de la tarima en la que estaba subida para facilitar el trabajo de medición—. Hasta mañana a todos y un placer conocerte, Val.

—Igualmente. Espero que te hayamos vendido bien el concierto.

—Sí... Me lo has vendido... muy bien —se aclaró la garganta antes de volver la vista hacia Laia—. Bueno, no os molesto más.

—¡Hasta mañana! —se despidió Laia acompañándola a la puerta.

Cerró la puerta y volvió dónde Val, la cual ya le había robado la silla y tenía una sonrisa graciosa mientras desplegaba la hoja que había traído.

—Así que los de «Corte y confección» nos veis como los Måneskin de los Cerezos. Quién lo habría dicho de un club tan reservado y tímido como el vuestro.

—Enseñame esa hoja con vuestro concepto para los trajes y te explico porqué.

—Obviamente no son togas para rituales satánicos que nos cubren todo el cuerpo, pero tampoco diría que solo con el modelito generamos el bipanic. Además, creo que ya os he pillado el tranquillo de lo que os gusta hacer. Esto te va a gustar.

Le entregó la hoja de papel y Laia la observó unos instantes antes de dejar ver una sonrisa tímida de satisfacción.

Los planes para el festival empezaban a encarrilar y el ambiente tenía un poco más de alegría con un poco de descanso entre tantas noches de estudio, con nuevos proyectos y misterios en el turno nocturno de la Universidad de los Cerezos.

La alquimista que le hablaba a la luna -Fanfic Adomsona Arco 2 de ADOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora