capítulo 6

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Poco después de concluir la cena un grupo de niños correteaban por la calle dando gritos y anunciando que faltaban minutos para que comiencen a verse en el cielo de Puerto San Blas los fuegos de artificio propios de la celebración.

Cada año Valentín se encargaba de traer de la capital una gran variedad de luces de bengala, ruedas de fuego, carretillas y bombas de cascadas multicolores. 
—en poco se comenzarán a oír esos ruidos ensordecedores, las navidades me deprimen no veo la hora que todo esto pase pronto— dijo entre dientes tía Luisa mientras tomaba una porción del postre que había preparado mí madre horas antes.
—las navidades son para las familias que no han perdido a nadie de su entorno, sin embargo  nosotros hemos sufrido más pérdidas que alegrías. —reaccionó diciendo mí padre mientras que se incorporaba de la silla para dirigirse a su habitación.
En ese momento, expresamos aflicción en nuestras miradas, acongojados por el sufrimiento que padecía mí padre.
—mirá las caritas de estos tres hermosos jóvenes, no crees que realmente son motivo para estar feliz — dijo mi madre llevando su mano al mentón de Félix y dándole suaves caricias con sus dedos, —muy pronto ingresarán al monasterio y serán dos hermosos sacerdotes de la iglesia.
—es un seminario mamá!— aseveré al instante.
—lo que fuese hijo... mis dos chiquitos en unos años se convertirán en dos jóvenes sacerdotes.—agregó mientras que Ambar sonrió direccionando su mirada hacia Félix. 
— los curas suelen ser objeto de deseo para algunas mujeres, son un cuerpo prohibido y la curiosidad es atrevida contra lo que más se prohíbe —agregó tía Luisa haciéndome un guiño de ojo. 
—falta mucho para eso, aún necesitamos la aprobación del Padre Renato —aclaró Félix. 
—será duro para nosotros que se marchen al Sur, la última vez, Francisco fue quien marchó al sur y nunca más volvió, mirá al pobre de tu padre, nunca se recuperará.—mi madre aflojó la expresión de su rostro y bajo la mirada. 
—no será muestro caso mamá, tanto Félix como yo volveremos en las vacaciones.—dije tratando de que no comience a hablar de Francisco, cada vez que lo hacía, caía en cuenta que Dios no había sido tan bueno con nosotros.

Tía luisa dió un salto sobre la silla y Ámbar comenzó a reír. 
—ahí están de nuevo esos ruidos que me atormentan, menos mal que solo sucede una vez al año.
—Salgamos a ver las cascadas — propuso Ámbar dirigiéndose a Félix y a mí. 
—buena idea dejemos a estas dos viejas amargadas que continúen refunfuñando.— fueron mis palabras mientras que salimos y nos dirigimos hacia donde se encontraban los niños y algunos vecinos que se veían gustosos de presenciar como las bombas de cascadas multicolores caían por sobre el campanario. 

En ese momento, sentado sobre los escalones, mientras que fumaba un cigarrillo, pude observar a una persona que creí conocer, recordaba aquel rostro, lo había visto en mis sueños en reiteradas ocasiones.
Fue así que comencé a caminar hacia los escalones, necesitaba estar seguro de quién se trataba. Una vez que llegue aquella persona levantó la mirada y me observó de pies a cabeza.
—Tomás? — pregunté sorprendido.
—Dante? —preguntó frunciendo el ceño.
—si soy yo, que haces en el pueblo después de tantos años?— rápidamente apareció una sonrisa en su rostro y se puso de pie. —muchos años no estoy seguro, siete u ocho, no lo recuerdo.
—tu cabello sigue siendo el mismo! —dije haciendo un ademán con mi mano. 
—y que ha sido de aquel pequeño en la playa?, has crecido, te has convertido en todo un hombre.
—voy a cumplir veinte en poco tiempo. No pensé volver a verte!.
—pues me verás a menudo, me he establecido en Puerto San Blas y  pondré en funcionamiento los olivares. 
—los has comprado? 
-—no aun, pero pronto lo voy a hacer, estoy tramitando la compra de la estancia, por momento, me encargaré de la producción. 

Durante un tiempo, mientras transcurría desde la niñez a la adolescencia, Tomás había ocupado los lugares más oscuros de mis pensamientos, jamás había podido olvidar esa vez cuando nos conocimos en la playa, en aquella época lo buscaba cada vez que iba a las rocas, imaginaba verlo aparecer frente a mí como un semidiós, iluminado de pies a cabeza y  desprendiendo los siete rayos desde el centro de su interior tal como un Santo de la iglesia, un Santo desnudo frente a mí.
Nunca le conté a Félix el impacto que me produjo la desnudez de Tomás, su imagen ha quedado cristalizada en mí memoria y creo que jamás podré quitarla. Cuando me acostaba por las noches con Félix a mi lado y luego de haberse dormido, repasaba en mi mente todo lo vivido en aquel día y no faltaba oportunidad que apareciera la imagen de Tomás en aquellos pensamientos y en ese momento, mi imaginación volaba por innumerables rincones nunca explorados. 

"El Paraíso de los Santos Varones "Donde viven las historias. Descúbrelo ahora