capítulo 10

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Desde la fría oscuridad del sótano podía oírse la arenosa voz de Mabellia que se hacía eco por cada espacio y rincón de la Mansión Albaran.

—mi madre está al tanto de tu presencia se lo ha dicho Aurora esta mañana.
—Y eso es bueno o malo?
—mi madre ha dicho que tu llegada a la mansión significa una señal del cielo, una respuesta de Dios para nuestras vidas, algo que ella ha venido pidiendo a la virgen del Tránsito en innumerables oraciones.
—no entiendo lo que quieres decir.
—cuando nuestro padre y hermano desaparecieron en el mar mí madre quedó destrozada, poco a poco se volvió una mujer fría y resentida con la vida, así fue que juró aislarse del mundo, nunca más regresamos al pueblo, nunca más nos permitió relacionarnos con los vecinos de Puerto San Blas, nos condenó al encierro. Cuando te encontramos a orillas del río casi moribundo supimos que Dios y la Virgen del Tránsito habían oído sus plegarias.
—aún sigo sin entender cuál es el motivo de mi permanecía acá? que tengo que ver en todo lo sucedido?
—a medida que fuimos creciendo nuestra madre ha ido preparándonos para este momento, necesitamos un hombre con quién poder tener hijos y continuar con el linaje Albarán, mi madre ha dicho que eres ese hombre que Dios ha enviado para que nos fecunde. Esta noche una vez encendida la hoguera en la playa ella te obligará a aparearte con nosotras.
—tu madre esta loca, me iré ahora mismo de este lugar, fue un error quedarme oculto acá sabiendo que allá afuera mi padre y los demás han estado buscándome.
—no podrás hacerlo, Solana vigila el sótano, Aurora todas las puertas de la casa y los perros están sueltos en los jardines, si llegaras a salir de acá ellos te destrozaran y nos quedaremos sin hombre, será mejor que lo aceptes como lo he aceptado yo.
—vos lo querés así?
—claro que no lo deseo pero debo obedecer a mí madre, es la única opción que tengo.
— por eso lloras?
—lloro porque odio esta realidad y  porque ella nos ha convertido en una locas sin retorno, ella está muy enferma y también nos ha enfermado a nosotras.
—Sonja, vos sos diferente a ellas, podríamos escapar de acá juntos, puedo ayudarte a hacerlo, alguna vez te has planteado cambiar tu vida?, si algo no te gusta de ella solo es necesario proponerte un cambio rotundo y así podrás tener una vida diferente.
—no puedo hacerlo Dante, ellas me buscarán por cielo y tierra, soy una Albarán y estoy destinada a vivir una tragedia.

En ese momento mis brazos la rodearon y ella apoyó su cabeza sobre mi hombro, lloró y lloró hasta que no le quedaron lágrimas por caer mientras que yo elevaba una plegaria a lo alto desde el centro del corazón para que Dios se apiade de ella, para que el cielo se ablande ante mí petición.
En mi cabeza daba vueltas esa idea descabellada de Mabellia y supe que debía abandonar la mansión lo más pronto como me sea posible.
Era necesario encontrar la manera de salir del sótano sin que Solana lo notara y luego poder llegar a una de las puertas de salida evitando con astucia a Aurora. En cambio, a los perros me resultaría casi imposible de eludir. Ningún plan podría llevarme a buen puerto tan solo me quedaba esperar el momento adecuado para huir.

Cuando ingresamos a la sala iluminada, Mabellia se encontraba sentada sobre un sillón aterciopelado abrazando un cojín de antiguo brocato.
Su aspecto era un tanto fúnebre, su rostro de una palidez de arroz y sus sienes fruncidas, en una de sus manos llevaba enredado un rosario de cuentas mientras que Albana acomodaba sobre un atril una antigua biblia de Jerusalén.

Aurora estaba detrás de mí, podía sentir apoyada sobre mí espalda la boca del cañón de la escopeta que empuñaba, en ese momento la mujer de semblante pálido hizo un movimiento con su mano indicando a su segunda hija que abra el libro.

—“… Y los hijos de Israel fueron fructíferos, y se multiplicaron abundantemente, y se multiplicaron, y aumentaron en gran medida; y la tierra se llenó de ellos…” —sonó la voz de Albana en medio de la habitación.
—Dios nos ha bendecido con tu llegada, vos sos la promesa Divina quien fecundará los úteros vírgenes de mis tres hijas. Las mujeres Albarán nos multiplicaremos en gran medida según la promesa de Dios y seremos las dueñas de todas estas tierras, del pueblo y cada uno de sus habitantes responderán a nosotros.
—no haré semejante locura, no puede obligarme a hacerlo.
—sí que lo harás muchacho, lo harás por amor.
—no tengo amor por sus hijas, mí corazón pertenece a una sola persona, usted nunca podrá doblegarme.
—No estés tan seguro muchacho, en este momento, Carlos viene hacia aquí con otro muchacho…puedes intuir a quién me refiero?

"El Paraíso de los Santos Varones "Donde viven las historias. Descúbrelo ahora