dos

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El sexo eventualmente se volvió rutina entre ambas.

Ni siquiera fue capáz de saludarme puesto que su cuerpo ya estaba tirándose sobre el mío al momento de su llegada. Monótono, sin nada de nuevo pero con todo lo que yo quería y necesitaba.

Una de sus pierna se escabulló entre las mías cuando mi espalda chocó contra la pared, moviendola de forma consciente para lograr frotarme contra ella. Se unían de forma perfecta, como si siempre hubiese estado esperando esto toda mi vida. La exitación era tanta en mi, que podía jurar que esto me bastaría para poder tener un orgasmo.

Esto era suficiente para lograr satisfacerme, para lograr saciarme.

—Te extrañé, dios —confesé entre silenciosas lágrimas que caían por mis ojos cerrados.

Cuando Hange no estaba, entraba en estado de abstinencia.

—Lo sé, linda —susurró.

Sus ágiles manos comenzaron a desvestirme con rapidez mientras me arrastraba por todo el espacio. Quedé sin nada en un abrir y cerrar de ojos, lo hizo tan rápido que apenas pude disfrutar de sus dedos desabrochando mi camisa, pantalón o lo que sea que llevaba puesto. Ya no lo recuerdo.

Mi ropa formaba cadáveres sobre el suelo.

Hange por otra parte vivía vestida, era un raro contrataste entre las dos. Yo desnuda, ella vestida. Yo abajo, ella arriba, al costado, a la izquierda, a la derecha. Hange estaba en todos lados.

La aprisioné con mis piernas, me aferré a su cintura al momento que caí sobre la cama, la misma cama donde cogimos ayer, antes de ayer, la semana pasada. Siempre.

Creo que nos necesitamos.

Quiero que así sea, quiero que me necesite.

En mi puta me hubiese imaginado tan débil ante alguien, tan vulnerable. Tan de su propiedad.

Su rodilla en medio de mi piernas hacía que por la desperación de sus húmedos besos en mi cuello, haga una fricción inquieta, desesperada. Buscaba algo. Buscando el contacto que me hacía pedir a gritos.

—No podés estar un día sin verme —susurró mientas su mano se dirigía al centro de mi piernas, tocándome —¿Tan necesitada estás de mi?

Hange comenzó a estimular mi clitoris con sus dedos, encerrandolo con dos de ellos, haciendo una fácil fricción gracias a la lubricación natural. Lentos movimientos, como si quisiera llevarlo a calma, aún si lo hacía con lentitud, esto no era problema para mí. Me tocaba como si me estuviese experimentando, tocando cada parte de mi como si fuera algo nuevo que descubrir. Parecía analizarme.

—¿Vas a responderme, (n)? —su semblante penetró mis oídos al momento que lo dijo —¿O te voy a tener que obligar?

Traté de articular palabra pero este se transformó en un alto gemido cuando sus dedos se deslizaron en mi interior. La sensibilidad de mi cuerpo, recorriendo con ella el deleite de sentirlo moverse con rapidez, haciendo un vulgar sonido que se mezclaba con mis palabras. Hange arañaba mi cavidad con sus cortas uñas y susurraba cosas mi oído, cosas que lograba hacerme estremecer.

—¿Uhm? —musitó —¿Qué pasa?

Aumentó la velocidad de forma considerada y lo único que obtenía de parte eran balbuceos o monosílabos que aumentaban su ego.

—¿Te gusta? —sentí el segundo entrar y hacer los mismos movientos, aumento progresivamente el ritmo y haciendo tijeras.

Asintí con mi cabeza repetidas veces, su sonrisa satisfactoria cuando lo dice.

Tuya | hange zoëDonde viven las historias. Descúbrelo ahora