epílogo

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Mi intuición me decía que algo había pasado. Un escalosfrios atortidor corrió por mi cuerpo al ver la patrulla afuera de la casa. Abrí la puerta con miedo, tragué saliva y acomodé algo de mi ropa antes que estar totalmente convenida de mostrarme.

Un hombre de mediana edad estaba un escalón más abajo de la galería, él sonrió cuando me vió.

—¿Hange Zoë? —preguntó y asentí con mi cabeza de forma seca —venía a hablar... sobre (n), debe conocerla, tenía su número de telefono pegado en la heladera.

Hace meses no la veía, ni siquiera escuchado de ella. Lo nuestro quedó en el pasado.

—Sí, era mi amiga —volví a tragar saliva. Mi corazón golpeaba contra mi pecho, mis manos sudaban —¿Ella está bien?

Sonrió suavemente, negando con su cabeza.

—Falleció —dijo, simple y claro—, fue asesinada, mejor dicho. Una desgracia, era una mujer realmente hermosa —se lamentó, unicamente por su fisíco. Chasqueó su lengua y siguió  —. SI usted la viera, el hijo de puta se hizo un festín...

Murió.

—Vine acá porque tiene que testificar, hablar sobre si tiene alguien quien quiera hacerle semejante horrocidad.

—¿Puedo saber que...que le pasó?

—Violación y entrangulamiento, que raro que no vió en las noticias, está en todos lados...ella cantaba ¿No? todos dicen que tenía una voz hermosa.

Jamás me dí el tiempo de conocerla bien, no sabía nada de ella. Y ahora era tarde.

—Si usted viera a su marido... —negó  con su cabeza y agarró un cigarrillo —parecía estar buscando métodos para revivirla.

—¿Estaba casada?

—Si, si...hace poquito, menos de un mes —aclaró —, vivía por allá, por Caballito. Muchos dicen que era un amor de persona y otros una puta —se quedó en silencio —¡Buah! todos tienen una visión diferente de los hechos.

Solo conocía su cuerpo, sus gemidos, su calor. No conocía ni su color favorito o que día de la semana le gustaba más.

—¿No sabía?

—No, no eramos muy cercanas.

—Mh, entiendo —asintió con su cabeza —. Bueno, a la tarde acerquese a la policia, si no es de molestia.

Negué.

—Bien, buenas tardes.

Se fue sin más.

Solté un suspiro cuando las puertas se cerraron.

Somos testigos de nuestra perdición, Hange... somos culpables del comienzo de nuestro fin.

Su voz hacía eco en mi cabeza, como si ella estuviera. Tenía la sensación que podía entrar por esa puerta en este momento, revoliando cosas, gritando y puteandome.

—¿Pasa algo? — su rostro de preocupación era mayor al mío.

—No...solo, mataron a una amiga mía.

Estuvo apunto de darme su pésame pero lo callé.

—Necesito un poco de aire.

Salí, salí sin pedir permiso.

Ahora que ella ya no estaba, ahora que su voz solo era un recuerdo. No había nada más que hacer.

Podía lamentarme y echarme la culpa, pero nunca fui de las que se autocastigaban.

Podía irme, quedarme o hacer lo que se me cantara.

Pero, eso no haría que vuelva.

Tampoco es como si quisiera que lo hiciera. Solo quisiera que ella vuelva a la vida, pero lejos de mí.

Quería que siga mostrándole a cualquier hombre o mujer lo hermosa que era. Que siga riendo, compartiendo, pero sin mí.

Quería que vuelva a la vida y me olvide, por siempre.




Tuya | hange zoëDonde viven las historias. Descúbrelo ahora