ㅤTeyvat está lleno de misterios sin resolver. Uno de ellos es la desaparición del príncipe heredero al trono de Mondstadt, hace miles de años, y otro es la inexplicable existencia de aquel al que hoy conocen como "Aiden".
ㅤTras ser rescatado de un e...
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ㅤHacía unos cuantos años, cuando el príncipe de Mondstadt no era más que un infante, un descuido causado por una gran conmoción permitió que el niño cruzara las grandes puertas de las murallas de la ciudad. Criaturas que solo podría haber descrito como pequeñas hadas, pero que en realidad no eran más que Seelies, cristalópteros y luciérnagas, lo llevaron hasta una alta torre sobre la cual se mostraba un imponente hombre sentado en un trono de roca. El hombre apoyaba el rostro sobre los nudillos y observaba pasar a su alrededor lo que parecía un planeta diminuto, mientras repiqueteaba sobre el trono con los dedos de la mano libre.
ㅤSu mirada aburrida se posó entonces en la pequeña figura que corría con sus piernitas cortas; un niño que no había llegado a cumplir los seis años, con sus ropas sucias de tierra y arañadas por ramas de arbustos, mostraba una sonrisa amplia con una mirada llena de fascinación. El hombre sobre la roca, el Arconte Geo, se preguntó con preocupación cómo había llegado el príncipe de Mondstadt -que no se encontraba para nada cerca- hasta la frontera de Liyue.
ㅤSe acuclilló frente al infante y preguntó en vano, pues este únicamente contestaba que las "hadas" lo habían traído, y respondía a otras preguntas con más preguntas. Morax miró alrededor en busca de algún adulto que lo acompañara, y tras descubrir que estaba solo, no tuvo más remedio que llevar al niño de vuelta a donde pertenecía; cargó entonces el Arconte al pequeño príncipe entre sus brazos y caminó con él en dirección a Mondstadt. Emocionado por encontrarse en un lugar tan alto intentó arrancar flores y hojas de los árboles por los que pasaban hasta que se cansó tanto que se quedó dormido, acurrucado contra el pecho del mayor.
ㅤMorax entregó el niño a Barbatos para que lo devolviera a la familia real sano y salvo, y desde entonces el Gran Rey Ragnvindr al igual que su esposa presentaron sus respetos al Arconte Geo el tercero de cada mes.
ㅤUnos años más pasaron hasta que el príncipe, ya de once años, comenzó a escabullirse del castillo para jugar en la ciudad; llegados sus doce años acompañados del deseo de aventura, encontró sus propios métodos para salir de las murallas sin ser atrapado. Caminaba por tierras desoladas, bosques frondosos e inhabitados donde la luz solar se colaba por entre las hojas oscuras. Seguía los senderos marcados por carretas y viajeros, cruzaba arrollos saltando de roca en roca como si jugara a la rayuela, y se detenía a jugar con animales pequeños. Se sentía un verdadero aventurero.
