Realmente detesto seguir escribiendo sobre vos, detesto la idea de seguir dedicándote palabras que nunca van a llegarte, porque no te lo mereces. Detesto la idea de seguir dedicándote oraciones, sueños y tiempo casi tanto como necesito hacerlo. Y es que me quedaron tantas cosas dentro que las siento en todas partes, no puedo hacer más que gritar.
Me acuerdo, me acuerdo de cada puto segundo que pasamos juntos, y maldigo a mi buena memoria por esta mochila llena de recuerdos que todavía llevo a cuestas y no me la puedo sacar. Maldito, me colgaste la mochila en la garganta, haciendo que me ahogue de miedo en cada intento de quitarla. Miedo a que si me la saco vuelva a caer en unos brazos como los tuyos. En otros ojos que maten.
Tengo ganas de gritarte en la cara que odio que la idea de verte de frente me haga temblar de pánico. De escupirte en la cara todas esas verdades que nunca me quise admitir, como que fui la primera en ser sincera al decir te quiero y vos el primero en confirmar que realmente no lo hacías. Deseo golpearte por todas esas veces en las que dejaste que creyera que el golpe iba dirigido hacia mi para terminar suplicando de rodillas al lado de una puerta hecha pedazos o una pared con nuevas marcas. Quiero zarandearte hasta que me lo devuelvas todo, no hablo de tiempo, quiero que me devuelvas todo lo que mataste en mí con tu indiferencia.
Quédate con los colores que algún día te pedí que me mostraras porque llevaba mucho tiempo en grises, pero devolveme los eclipses, que ahora no puedo ver una luna roja sin pensar en la maldita esperanza que me dió la noche que nos conocimos cuando la ví llena en el cielo. Era humo, el color de la luna era a causa del humo, igual que tu pinta de buen pibe.
Devolveme mis lágrimas, esas que te ganaste jugando sucio, que hace meses que no puedo llorar de emoción, porque te las llevaste todas.
Guárdate los chistes, te reíste de mí demasiado tiempo en mis narices como para que ahora importen, pero regresame las canciones que supe dedicarte por las noches, las cuales nunca te molestaste en aprender ni el nombre. Dejame volver a bailarlas y que ya no me recuerden al frío que sentía cada vez que me decías que te gustaban.
Quedate con el sexo, de igual manera nunca quisiste jugar conmigo a llegar al orgasmo juntos, siempre jugaste solo. Pero devolveme la piel y la intimidad que te llevaste a base de caricias, mimos y halagos que dabas solo porque era lo correcto para poder compartirla con otro a quien realmente le interese tenerla para jugar juntos.
Hace lo que quieras con los besos de bienvenida o buenas noches, pero regresa las malditas ganas de compartir sueños con alguien y sacame de una vez el miedo de volver a dormir con una persona a la que no le importasen mis ojos hinchados por el llanto de madrugada en las mañanas. Déjame creer que no van a permitirme dormir envuelta en nada más que lágrimas.
Devuelveme a mí. Regresame mi confianza en mí misma, permite que vuelva a creerme suficiente, déjame tener fé en que mis ojos reflejan lo que siento y que es suficiente con verlos para saber que no soy mala persona, por más que hayas querido convencerme de lo contrario demasiado tiempo. Sacame el miedo a volver a querer, borrame la idea de que voy a volver a caer en otros ojos que asesinen solo porque me crucé con los tuyos, robame el maldito miedo que me dejaste a que me rompan el corazón y les sea indiferente. Arrancame el pánico a volver a enamorarme y convénceme de que hay otros en este mundo dispuestos a quererme bien. Regresa mi fe en la magia.