• 1: Lluvia •

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Capítulo uno

Lluvia

Lorraine

Caminé lejos del edificio en el que vivía, no era muy lujoso, pero sí cómodo, bonito, presentable; y en mi apartamento tenía ese espacio con todo lo que necesitaba para estar tranquila y tener suficiente concentración para escribir. Además de unas vistas estupendas que con facilidad ponían a volar mi imaginación.

Minutos de camino después, miré hacia arriba, el cielo estaba cargado de nubes grises tapando el azul casi por completo. Corrían en la misma dirección para luego agruparse y desatar el satisfactorio caos que llamamos lluvia.

Eran mediados de otoño y, cielos, como amaba la particularidad de cada estación del año.

Acomodé mis gafas y seguí dando pasos sin un destino trazado, sedienta de ese aire fresco con aroma a humedad por la cercana lluvia, enamorada del paisaje que creaban aquellos árboles que dejaban atrás sus hojas viejas para permitir que les crecieran otras nuevas. Me agaché y tomé una, observándola con detenimiento. Yo también quisiera poder desprenderme de las cosas antiguas como cargas pasadas, recuerdos molestos, sensaciones negativas... Estaba bastante bien en comparación a otros tiempos, pero igual necesitaba algo más.

-Ya me está haciendo efecto la monotonía -murmuré para mis adentros, observando a un grupo de jóvenes tomándose fotos frente a un edificio. Al parecer eran turistas.

Yo nunca fui de tener un gran grupo de amigos, esa palabrita tenía un significado muy serio para mí. Lo malo, era que también mis «amistades» solían ser del género opuesto y casi siempre las cosas iban más allá y la verdad ya estaba harta de los dobles fracasos. Prefería tener conocidos distribuidos por ahí mientras iba a mi ritmo y me concentraba en las cosas que me importaban en el presente. Aunque, el problema era que hacía un tiempo que en mis días nada variaba. Por eso había decidido salir a caminar en las calles de París las tardes libres y de paso liberar tensiones y ver caras nuevas, aunque los días pasaran igual: sin nada interesante en mi vida.

Suspiré rozando la tela del abrigo largo, pues se me enrollaba un poco mientras caminaba. En una fracción de segundo aparté la mirada de mi abrigo, centrándome en el camino...

Y entonces lo vi.

Piel no muy clara ni muy oscura, cabello rizado, mirada dulce bañada en miel, labios carnosos, un porte inusual, estatura promedio y una atractiva forma de vestir. Caminábamos en direcciones opuestas, yo iba hacia él y él venía hacia mí. Ensimismada por la curiosidad y los gritos afirmativos de mi corazón no fui capaz de apartarme, y él, también distraído con algo a sus espaldas, dejó que nuestra distracción causara que los dos fuéramos culpables de aquel choque de frentes que dolió un poco... bastante.

-¡Oh, cielos! -Exclamó.

Las personas a nuestro alrededor solo habían visto un torpe choque, yo había visto una especie de «Ya encuentrense, par de tontos».

Mi reacción no fue inmediata, tardé unos segundos en sacar una mano del bolsillo y posarla en mi frente, para acariciar la zona buscando aliviar la dolorosa sensación.

-Disculpa, venía distraído. -Me sujetó de los hombros escudriñando mi rostro con atención, con una mano, mientras que con la otra tocaba su frente con el rostro quejumbroso al igual que yo.

Por un momento quise limpiar mis lentes para tener una mejor visión y más placer visual con esa mirada... y lo hice. Quité mis lentes, y los limpié con la manga de mi abrigo para luego volver a colocarlos en su lugar. Me aparté el cabello del rostro y sin vergüenza le miré fijamente a los ojos.

Amor con miel © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora