Seras mi pecado siempre, y sabes que seré esa llama que no se apagara, por mucho que huyas, mi tormento te perseguirá. Aún que pasen mil años, incluso si sonríes a otros labios, tu castigo serán mis ojos en la noche tentadora, con el calor en tu pecho sin nadie que lo pueda saciar y el recuerdo de mis piernas te fatigara. Porque eso seré yo, un veneno en tu sangre cuando hierve, uno que no puedes olvidar, uno sin control, que te hará anhelar la cordura, y desear que salga de tu mente, seré tu demencia que jamás te dejará volver a soñar.