11. Rugby y amigos

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"Creo que entre nosotros  deberíamos dejar de hacer otras cosas que no sea trabajar en el proyecto.

No quiero tener otra relación contigo que no sea compañeros de escuela".

Llegué al instituto sintiéndome mal.

Mal en la manera en que un halo de culpabilidad no me dejaba de dar vueltas por la cabeza. Y, esa misma culpabilidad era dividida en dos cosas diferentes:

La primera era en la que más estaba trabajando: comer. La culpabilidad por comer. Soy un chico con una complexión alta, delgada y fibrosa. Sin embargo, no siempre lo fui. En ese entonces, en el que mi alimentación era algo regular, comencé a tener una mala relación con la comida luego de que comenzaran los complejos.

Solía proponerme límites extremos, unos a los que si no respetaba luego sentía aquello: culpabilidad.

Y bueno, la otra parte que componía ese sentimiento era sentirme culpable por sentirme culpable, una paradoja, ¿no? Sin embargo era la forma más sencilla de decir que no quería sentirme mal, y que, como si fuera una premonición, eso quería decir que iba a haber una recaída.

Fanie debió haber sentido mi desasosiego, porque no paraba de sentir como en el camino solía echar miradas furtivas en mi dirección.

—¿Te sientes bien? —preguntó luego de un momento.

Estuve a punto de asentir y solo mentir como solía hacerlo con mi madre, pero en alguien se tenía que confiar los problemas y mi creadora ya tenía suficientes, así que fue mucho más sencillo negar con la cabeza en respuesta a mi hermana.

—¿Es por...? —dejó la pregunta a medio formular. No era necesario terminarla.

¿Es porque tienes ganas de devolver la comida nuevamente, Jools?

No respondí. Ella sabía que era así.

Se quedó en silencio. Casi siempre era así cuando hablábamos de eso. Si no era ese silencio, era la gran charla de "eres un chico delgado, eres guapo, estás bien, no estás gordo".

Como si eso fuera lo único que necesitaba para sentirme mejor.

Suspiré y estacioné en el lugar que siempre solía tomar.

Fanie dudó cuando llegó la hora de bajar. Yo, sin embargo tiré del cinturón de seguridad y salí del vehículo algo más frustrado de lo que esperaba. Mis movimientos bruscos hicieron darme cuenta de la rabia tambaleante que me sacudía el interior.

Sabía por qué me sentía así. Era perfectamente consciente de ello. Siempre sucedía, siempre lo recriminaba.

Lo más frustrante de toda la situación era cuando le decías a alguien que estabas mal, y esa persona no podía hacer nada para ayudarte.

Puedes ver la impotencia en su rostro, en el silencio y la manera en la que apretaba los labios.

Tragué saliva y caminé rápido entre los pasillos. Ignorando todo, ignorando a todos.

Caminé sin saber a donde me dirigía. Solo caminé.

Ver el campo verde que se extendía por el área en el que jugaba de alguna forma me tranquilizaba.

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