Capítulo 2

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Despertar aquella mañana en mi cama donde había pasado toda mi adolescencia era extraño, seguía teniendo algunos pósters colgados de las bandas de música del momento que no había retirado antes de marcharme a la universidad porque sabía que volvería eventualmente a esa habitación y una parte de mi le gustaba, como si nada hubiera cambiado.

En algún momento de la madrugada, Tarren había dado señales de vida por la casa, logré escuchar como maldecía después de tropezarse con algo y se marchaba a su habitación a dormir. Cuando me desperté y fui a ver si podía saludarlo, ya no estaba. Por lo que dejé pasar lo que fuera que estuviera carcomiendo a mi hermano y seguí con el plan que tenía pensado para el primer día de mis vacaciones.

Siempre me había descrito como una persona inquieta y que el poco tiempo que dedicaba a descansar realmente me paraba a pensar qué era lo que debía hacer a continuación. No sabía parar o sentarme en una silla viendo pasar el tiempo, me gustaba moverme de un lado a otro y disfrutar de cada segundo.

Y ese verano no iba a ser una excepción. Esa mañana cuando me levantaba tenía claro que no volvería a casa sin antes encontrar un trabajo a media jornada que pudiera permitirme conseguir dinero y las horas suficientes para disfrutar del verano.

Lo bueno que tenía Lakeside, no era las grandes y boscosas montañas que la rodeaban, sino también la cala que llevaba al mar más traslúcido que había visto nunca. Y cuando estuve en la universidad eché de menos las largas tardes sentada viendo el horizonte y el mar.

Cuando terminé de arreglarme la casa estaba completamente vacía. No era de extrañar, puesto que papá trabajaba durante toda la semana repartiendo paquetes, pero esperaba ver a Tarren más que de pasada.

Desde hacia cuatro años, Henry había dejado la comodidad de un despacho con aire acondicionado y trabajo de ocho horas bien pagado para ser un transportista que llevaba los paquetes de Amazon de la sede central a las casas de los compradores. Su respuesta ante ese cambio fue solamente que necesitaba disfrutar de su vida y dejar de pensar en el dinero como lo había hecho antes.

También quiso enmendar los largos años que estuvo ausente por culpa de sus horas de trabajo, porque nunca eran ocho, esperando que su nuevo puesto fuera ayudar con la relación que había mantenido con sus hijos anteriormente que era más bien una cordialidad que fraternal.

Tarren cayó en sus garras más que yo, él se entusiasmó al ver como su padre pasaba de ser un desconocido a apoyarlo en sus últimos partidos del instituto y en poco tiempo crearon un vínculo del cual yo nunca iba a formar, porque para mí aquel señor seguía siendo un desconocido que casualmente decía ser mi padre.

Eso no dejaba que, a medida que iba pasando el tiempo y que lo veía más en casa, tomaba decisiones o aparecía en el instituto cuando llamaban porque me habían castigado, me había agradado tenerlo al lado. Aun así, no era una persona que olvidara rápido. Sabía perdonar con facilidad, pero olvidar era otra cosa.

Llegué a Dolly's con tiempo suficiente para poder sentarme en una mesa esperando a Dana, una de mis amigas de instituto con la que todavía mantenía contacto y había querido acompañarme en mi búsqueda de trabajo.

—Bienvenida a Dolly's, el plato del día son unas tortitas de queso de la casa que... — el chico que se había parado a mi lado con la libreta en una mano y en la otra un lápiz se quedó callado al mirarme — ¿Brooke?

—Luke, ¿cómo va todo? — sonreí al muchacho que había compartido conmigo algebra el último año de instituto.

—Todo bien, ¿cómo va la vida universitaria? — preguntó pasándose una mano por su inexistente cabello puesto que lo llevaba rapado.

El arte de mentirnos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora