8. Recibimiento amargo

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Cuando pensabas haberme despistado te paraste en seco delante de una cafetería. Mi corazón se aceleró tras verte entrar en el sitio que resultó ser nuestro lugar favorito para desayunar; uno más de estos dolorosos recuerdos que no ayudan en mis tristes y amargos días.
Quería entrar pero... ¿debería hacerlo?, ¿de verdad quería volver a entrar en un sitio que me evocaría agonías? La respuesta la tenía clara desde el instante el que te vi en el interior del establecimiento.
Para cuando me quise dar cuenta ya estaba adentrándome en el local. Pude escuchar el tintineo de la campanilla al abrir la puerta y, acto seguido, la misma bienvenida que entonces pero con un cambio: el saludo no provenía de ti sino de otra chica que nunca podría llevarte ni tan siquiera a la suela de los zapatos.
Me sentí decepcionado, no voy a negarlo. Aún tenía la mínima esperanza de entrar y recibir una calurosa bienvenida de la chica que ocupará mi mente y corazón por el resto de mis días. Pero no, no fue así.

Recuerdos olvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora