Joseph aún podía recordar el día en que John había llegado a su vida y a la de Jacob, ellos solo eran unos niños y John apenas un pequeño bebé frágil e indefenso, indiferente de la vida que tendría en un futuro.
Joseph, no pudo contener su emoción la primera vez que tocó las rosadas y suaves mejillas de John y sus ojos azules tan llenos de inocencia, lo miraron, un bebé siendo solo culpable de tener el pecado original.
La manta azul que cubría su cuerpo era perfecta para mantenerlo abrigado, Joseph sabía que tenía que protegerlo de todos y todo, era su hermano pequeño y esa era su responsabilidad
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Jacob bajó rápidamente del autobús escolar siguiendo seguido por Joseph, sus pasos eran apresurados caminando por el vecindario, con cada paso que daban hacia su casa el llanto de un pequeño niño se incrementaba más y más.
Sus padres prácticamente ya no se ocupan de ellos, solo recibían regaños o golpes de parte de ellos, había veces en que su madre desaparecía por días en fiestas o simplemente bebiendo alcohol barato. Su padre no era muy diferente a ella, Jacob lo odiaba por que normalmen ellos solían desquitarse con Joseph y John.
Al llegar a la puerta Jacob entró primero y después Joseph, un pequeño John de apenas 5 años corrió llorando a recibir a sus hermanos, en sus manos estaba su querida manta azul la cual abrazaba como si fuera alguna especie de peluche, su cara estaba hinchada y sus ojos azules estaban rojos de tanto llorar. Los hermanos habían tenido suerte de que sus padres no estuvieran.
—¿¡Porque me dejaron solo!?.
John abrazó la cintura de Joseph buscando consuelo de parte de su hermano mayor.
—Lo siento Johnny, pero sabes que no te podemos llevar con nosotros.
Joseph acarició la cabeza de su hermano menor mientras se inclinaba a la altura de John. Jacob inspeccionaba la nevera esperando encontrar comida, sabía que John no había comido desde que ellos se habían marchado a la escuela.
—Te lo recompesare Johnny ¿qué te gustaría comer hoy?.
Los ojos de John dejaron de llorar, siendo su tristeza remplazada por la emoción de comer lo que le plazca.
—¿¡de verdad!?.
Joseph solo asintió con la cabeza tendiendo enfrente ahora a un John saltando de la alegría y emocionado, a pesar de ser pequeñas cosas y por un periodo de tiempo breve, Joseph se sentía feliz de poder hacer que John olvidara los malos tratos de sus padres.
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