1. De la gran ciudad a La Push

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Las cosas estaban dichas. Nadie pudo ir en contra de Richard Castle, su padre y novelista mundialmente reconocido por sus tan atrapantes historias de ficción; cuando algo se le metía en la cabeza, no había poder en el mundo que pudiera hacerlo cambiar de opinión. Por ejemplo, aquella vez cuando Arthur tenía seis años su padre quería escribir sobre un "secuestro perfecto" por lo que su víctima fue él.

Lo tuvo atado a la silla por horas mientras lo animaba a que intentara escapar. Al final su madrastra Meredith llegó a rescatarlo, impidiendo que su tortura se prolongara más; fue divertido porque cada que lograba aflojar las cuerdas, era recompensado por helado o mini donas.

-¿Todo listo, criatura? -la voz de su padre llegó desde abajo por lo que Arthur tuvo que asomarse desde el pasillo de las escaleras con una caja entre las manos -. Te he dicho que solo iremos el verano.

-Sí, pero tú siempre me dices que la imaginación de un escritor no tiene límites. Son todos mis diarios y mis notas de investigación. -le respondió bajando las escaleras apenas logrando quitarse cuando su hermana menor paso a su lado corriendo con su propia caja.

-Chicos, puedo comprarles lo que quieran allá -razono su padre ayudando a Alexis con su caja cuando ambos terminaron de bajar -. ¿Por qué llevas todos tus juegos, hija?

-Arthur se irá a la universidad en otoño, quiero aprovechar el verano para jugar con él. Después no volveremos a verlo hasta su graduación.

El castaño no pudo evitar rodar los ojos, aunque entendía la postura de su hermana. Se iría a Inglaterra para estudiar Filosofía y Teología, desde que se graduó de la preparatoria, hizo la promesa del meñique con Alexis sobre volver en las vacaciones, sin embargo, ambos sabían lo que significaba ir a la universidad.

Una vez que todo estuvo listo, se subieron al taxi que los llevo hasta el aeropuerto. Su abuela seguía quejándose por tener que mudarse a un lugar tan solitario como La Reserva Quileute ubicada en el condado de Forks Washington.

-Dije que puedes quedarte aquí madre -repitió Richard -, no es tu obligación que vengas conmigo. La de ellos sí, son mis hijos.

-¿Y perderme el último verano de Arthur con nosotros?

-¡No voy a morir, gente!

Después de cinco horas de vuelo, finalmente aterrizaron en el aeropuerto de Port Angels, estaba lloviendo por lo que todos se tuvieron que poner chamarras impermeables que pudieran cubrirlos. En el estacionamiento los esperaba un sujeto junto a dos vehículos. Dos Mercedes Benz Clase E, uno platinado y el otro blanco; Arthur miro sorprendido a Richard, que le dio una enorme y resplandeciente sonrisa.

-¿Te gusta tu obsequio de graduación? -preguntó asintiendo hacia el sujeto de traje, este le entrego unas llaves a Arthur -. Ahora tienes una excusa para visitarnos seguido.

Se lanzo a los brazos de su padre, refugiándose en su cuello como cuando era pequeño. Sabía lo duro que estaba siendo para él dejarlo ir, así que apreciaba mucho su esfuerzo por entender que debía confiar en las elecciones que tomaba; lo estaba dejando crecer y eso significaba todo para Arthur.

-Conduce a velocidad moderada -dijo a modo de advertencia una vez que el abrazo termino. Richard abrió la puerta del copiloto del auto platinado, Martha, su abuela subió a este con una sonrisa en los labios -. Iremos justo detrás de ti.

-¡Yo voy con mi hermano! -antes de que alguien pudiera decir algo, Alexis se subió al auto blanco. Arthur se echó a reír encogiéndose de hombros y yendo hasta el lado del conductor. En New York no pidió jamás un vehículo porque era más fácil moverse por la ciudad en el subterráneo, pero La Reserva era diferente. Ya no estaban en la gran ciudad y si quería ir a algún sitio, necesitaba como moverse.

Siguió a su padre por la carretera hasta que se adentraron en La Reserva, según tenía entendido, Richard pago para que pudieran construir una gran casa en la parte de tierra que le pertenecía a su madre, Molly Ateara, a la cual no veía desde que los abandono. Lo poco que sabía de ella era que dejo aquella tierra a su nombre y su padre quiso darle buen uso, por lo que no se quejó.

-¿Crees que papá nos trajo aquí con otros motivos? -giro el rostro un poco para poder ver el ceño fruncido de su hermana, como cada vez que algo se alejaba su comprensión -. La familia de tu mamá es de aquí, ¿cierto?

-Sí, mi abuelo, mi tía y mi primo son de aquí -asintió volviendo la atención al frente estacionándose cuando vio que su padre lo hacía frente a una enorme casa de madera con cristales que iban desde el suelo hasta el techo -. Creo que papá intenta relacionarme con ellos o algo así.

-Pero ellos nunca se interesaron por ti -razono su hermana quitándose el cinturón -. ¿Por qué papá quiere eso?

-Me buscaron -le conto aun sin quitar los seguros del auto -, pero yo no quise tener contacto con ellos. ¿Recuerdas ese atrapasueños tejido que te gusto mucho?

Alexis asintió.

-Mi abuelo lo tejió para mi y me lo envió como obsequio por mi noveno cumpleaños. Puede que no sea mucho, pero él lo hizo porque abue le contó que me gustan mucho. Él me tejió uno cada año desde entonces.

Ninguno dijo nada más, bajaron del auto y corrieron a refugiarse en la casa cuando la lluvia se intensifico de tal manera, que incluso era dolorosa por sobre la ropa.

Por la noche, la lluvia seguía, aunque era menos intensa. Estaban todos acomodados en los cómodos sofás viendo una película de acción mientras comían pasta; fue cuando tocaron el timbre.

-¡Safo! -gritaron Alexis, Arthur y Richard al mismo tiempo para después reírse. Martha les dedicó una mirada al tiempo que resoplaba y se ponía de pie.

-Maduren, niños. Maduren.

Siguieron riéndose aun cuando ya estaba dirigiéndose a la puerta. Se escucharon varias voces, por lo que padre e hijos intercambiaron una mirada y presos de la curiosidad, se levantaron para ir a ver que ocurría.

En la entrada estaba su abuelo con otros dos hombres y tres enormes adolescentes detrás de ellos. Cada hombre mayor tenía el cabello largo, así como la cara llena de arrugas; uno de ellos estaba en silla de ruedas. Los chicos por su parte eran extremadamente altos y visiblemente fornidos.

-Arthur -la alegría en la voz de su abuelo fue evidente y él se sintió muy culpable -, escuche que entraste a Oxford, chico.

-¡Y se graduó con honores! -alardeo un poco Alexis, poniéndose junto a su hermano mayor mostrando una sonrisa orgullosa.

-Solo queríamos darles la bienvenida -hablo uno de los hombres -, hace mucho que estamos esperando tu llegada Arthur. Yo vi crecer a tu madre.

El chico se removió incomodo, pero igual asintió.

-Quería venir antes, pero la lluvia ha estado fuerte -tomo la palabra su abuelo Quil Ateara -, no queremos interrumpir. Estos son Sam Uley, Jared Cameron y Paul Lahote, si en algún momento quieres un amigo, puedes contar con ellos.

Arthur se rio claramente divertido -No necesito ayuda para hacer amigos.

-Oh... lo lamento -de pronto el ambiente se sintió incomodo -. Bueno ya nos vamos, si necesitan algo pueden acudir a nosotros. Estos son mis amigos Harry Clearwater y Billy Black.

Y tan pronto como llegaron, se fueron. La familia Castle intercambiaron una mirada y después rieron para retomar su actividad anterior; definitivamente ya no estaban en la gran ciudad y Arthur en verdad necesitaba trabajar en la incomoda relación con su abuelo, al menos el tiempo que estuvieran en el lugar.

A la hora de acostarse, no pudo evitar cuestionarse porque tres ancianos eran acompañados por tres adolescentes que parecían custodiarlos de algo. También pensó en la poca ropa que llevaban, el clima era húmedo y frio; él tenía la calefacción encendida y un pijama de franela ya que era una de las telas más calientes que conoce.


Me disculpo si es muy soso el primer capítulo 🥺

𝐄𝐑𝐎𝐒 ❝Bᴇʟʟᴀ Sᴡᴀɴ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora