CAPITULO 1

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Tengo que admitir que socializar no es lo mío, una parte me parece aburrido ver cómo las personas hablan con otras personas que se hacen pasar amigo.

Un ser vivo como yo no merece estar en este planeta, chico raro un apodo muy particular y muy usado en esta escuela.

Muchas veces me he preguntado cómo es que terminé siendo amigo de una persona muy molesta, parece un chicle, si llámeme dramático pero es la verdad que harían en mi lugar si la persona que menos quieren ver está parada enfrente de ti y dándote un dilema de por qué la dejaste abandonada .... Bueno creo que harían lo mismo ser dramáticos

- Tierra llamando a Joel- la chica pelinegra estaba enfrente de mi hablando de mi o más bien dándome un sermón el por qué la dejé abandonada me ví obligado a salir de mi burbuja y responderle

-Ya te dije no necesito darte explicaciones - un bajo duro para ella

-hagn por qué eres tan terco- como si fuera a responderle.

Tuve que obligar a mi trasero a levantarse y perderme en dónde se me apetecía para no volver a ver a la pelinegra de tes morena de ojos negros muy negros como la noche con un cuerpo envidiable según ella para mí era lo contrario, sinceramente es un dolor de cabeza e insoportable cuando se le da la regalada gana de darte un sermón del por qué la dejaste abandonada, podría decir que es una cabeza hueca pero aún así la quiero y mucho, es la única amiga que tengo desde el jardín de niños hasta la universidad aburrida,

La pelinegra se vió obligada a levantar la cabeza para verme mejor, podríamos decir que soy más alto que ella y ella es una chaparra a mi lado.

-Joel adónde crees que vas - dijo la pelinegra

-Lejos de ti y tus sermones- dije al momento que levantaba mi mochila del suelo para poder cargarlo de mala manera

-no hemos terminado - solo rodé los ojos

-pero yo contigo si - le di una sonrisa de boca cerrada ella sabía que significa eso.

-No Joel está vez si no te lo voy ha permitir - dijo atrás de mi a la vez que yo me dirigía a la puerta principal de la cafetería del instituto.

Yo solo apresure mis pasó para que la pequeña enana no me alcanzará un apodo muy particular.
Justo antes de atravesar aquella puerta alguien me tomo de la mano y me hizo voltear me quede frente a ella mirándola fijamente.

-Esta vez no me vas ha dejar la palabra en la boca, ya lo has hecho varias veces pero está vez no- solo me quedé en silencio sin decir ni una palabra por qué yo sé que ella tenía toda la razón, de todas las cosas que le hacía, era la única cosa que le molesta dejarla hablando sola.

Solo me límite a bajar la cabeza y soltar un suspiro, cosa que casi nunca hago solo cuando estoy perdiendo la paciencia o cuando estoy apunto de explotar.

Poco a poco fue soltando mi mano y quedar libre, lo primero que vino a mi mente era correr lo sé que eso es solo para cobardes, pero yo estoy a solo segundos para explotar y dejar un desastre está escuela que no tiene nada de bueno.

Sentí su mano en una de mejillas aquel contacto hizo que cerrará los ojos y me limitará a sentir aquel contacto que me Haci sentirme vivo pero sabía que si me quedaba, en cualquier momento explotaría lo menos que quería es asustarla.

Solo hice lo que tenía que hacer, bajarle la mano y decirle que lo sentí.

Me di la vuelta y caminé lejos de ahí donde sólo estaría solo yo y mis demonios sin nadie más a mi lado.

Algunas veces me sentía solo y quería que alguien estuviera a mi lado, pero luego recordaba que era yo el que apartaba a las personas más importantes como la pelinegra.

Después de caminar unos cuantos metros, llegué enfrente de la casa de dos pisos color rojo, demasiado grande solo para dos personas, algunas veces las personas nos decían que éramos medio raros aparté de no salir no hablábamos con nadie, nos la pasábamos encerrados, bueno aunque algunas veces solo salíamos para ir al supermercado a comprar la despensa del mes.

Llegué y metí la llave en la cerradura de la puerta, la campana sonó indicando que alguien había llegado -genia- lo primero que pence, ya sabía lo que me esperaba al momento de atravesar aquella puerta y cerrarla atrás de mi.

El venía bajando aquellas escaleras de madera, venía con el pelo desordenado con la camisa desabotonada y con unos boxer, todo indicaba que el había tenido una mañana espectacular.

Lo primero que sentí fue un golpe en la mejilla la cuál me hizo caer, no me dió tiempo de levantarme, cuando otro golpe me proporciono en el estómago la cuál me hizo retorcer de dolor, otro golpe en la nuca y pum lo último que ví fue una oscuridad inmensa

JOEL Donde viven las historias. Descúbrelo ahora