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Bendito el lugar, y el motivo de estar ahí
Bendita la coincidencia
Bendito el reloj, que nos puso puntual ahí
Bendita sea tu presencia

Bendito Dios por encontrarnos, en el camino
Y de quitarme esta soledad, de mi destino

Bendita la luz, bendita la luz de tu mirada
Bendita la luz, bendita la luz de tu mirada
Desde el alma

Maná Feat. Juan Luis Guerra - Bendita Tu Luz

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Amelia tamborileaba con los dedos en la barra del King's.

Esperaba esperando a Luisita. Y la verdad es que no sabía muy bien que iba a decirle.

¿Aunque estés embarazada te sigo queriendo?

Se pasó la mano por la cara y se tomó su copa de un trago.

María la miró desde detrás de la barra con cara de no entender nada. Sabía que iba a preguntarle si estaba bien, así que se adelantó y le dijo que todo estaba bien, que no se preocupara.

Se preguntó brevemente si María lo sabría. Si lo Luisita se lo había contado. Y así era, ¿Qué pensaba de todo aquello?

Demasiados pensamientos y Amelia estaba al borde de un ataque de nervios.

- Anda. Saca un nombre - María le ofreció una caja de metal con papeles dentro. Eran los nombres de todos los asistentes a la fiesta de esa noche. La mayor de los Gómez había pensado que era una buena idea celebrar el amigo invisible ese año.

Amelia se mordió los labios con nerviosismo y cogió uno de los papelitos. Se lo guardó en el bolsillo del pantalón de cuero que llevaba esa noche, y ni siquiera miró quién le había tocado.

- Ponme otra - acercó su copa vacía a María. No paraba de mirar hacia las escaleras del local.

- No sé si estás bien o no - María le rellenó la copa - Pero lo que sí estás es rarísima.

Cuando vio aparecer a Luisita bajando las escaleras, casi se ahogó. Tuvo que cerrar los ojos y coger aire para calmarse.

La rubia iba toda de rojo. Vestido, tacones y labios.

- Hola - Luisita sonrió al llegar hasta la morena - Perdona por hacerte esperar. Esto de que los niños no tengan colegio en Navidades en un fastidio.

- No pasa nada.

- Pilla un nombre, Luisi. - María le ofreció la caja de marras.

La rubia miró el nombre en el papelito y negó con la cabeza con risa divertida.

- Tranquila, que no me has tocado tú - bromeó viendo que Amelia estaba muy seria.  - Mira, es Jesús. ¿Nos sentamos?

- Sí, claro.

Aprovechando que Luisita se dio la vuelta para caminar hasta la mesa más cercana, Amelia se bebió su segunda copa de un trago otra vez.

Luisita charlaba animadamente sobre la buena pinta que tenía el local, que estaba decorado de manera navideña para la ocasión.

Amelia tragaba saliva sin atreverse a sacar el tema. Es que, ¿cómo iba a hacerlo? ¿Iba a decirle Luisita sé que estás embarazada, así que dime que vas a hacer porque me estoy volviendo loca?

La verdad es que no era plan.

- Verás... - comenzó dubitativa.

- ¡Amelia!

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