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No sé en qué momento me alejé de ti
Ni cuando nos giramos para ser,
El caso es que ahora somos dos extraños
En el bar del desengaño y nos falta hasta la sed

¿Cómo lo resolvemos?
¿Cómo hacemos un ovillo con todo lo que sabemos?
No me guardes en cajones lo que se merece incendios,
Ni me lleves la contraria con recelos sin conciencia

¿Cómo lo rescatamos?
Encontremos el sentido de lo que nos ha pasado,
Tantas veces repetimos lo que ahora ni nombramos.
Qué difícil tanta vuelta

Vanesa Martín - Complicidad

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Cuando María tenía 16 años se le ocurrió hacerse un piercing en la nariz a escondidas de sus padres. La cosa, como no podía ser de otra manera, acabó mal cuando se le infectó.

En su último año de instituto le robó las llaves de El Asturiano a su familia para celebrar por todo lo alto la graduación de su clase. Nunca jamás se vio a Marcelino y Pelayo tan enfadados como aquel día. 

Cuando se mudó junto a Nacho a su actual piso pensó que era buena idea pintarlo todo de negro. ¿El resultado? Toda la familia y amigos tuvo que ayudar a la pareja a repintarlo en un fin de semana agotador.

A lo largo de su vida María Gómez había tenido muchas malas ideas. Pero Luisita estaba empezando a pensar que ninguna tan mala y absurda como la de celebrar la despedida de soltera de Nieves el mismo día de la boda por la mañana.

A las 11 de la mañana María, Marina, Natalia, Amelia y Luisita entraban en un club a las afueras del pueblo. 

- No sé si tengo ganas de fiesta cuando he desayunado hace una hora. - Luisita se quejó con un resoplido.

- Tranquila sis, que no vamos a tomar alcohol. - María lo observaba todo con entusiasmo.

- No ya me imagino.

Nieves miraba alrededor con algo de recelo. - No sé si esto es buena idea. Me caso a las seis y media.

- Tranquila mujer. - Marina le pasó el brazo por encima del hombro. - Tenemos tiempo de sobra.

Amelia suspiró mientras ojeaba el lugar. - ¿De verdad os gusta esto? - señaló un poster con 4 strippers masculinos, que posaban con pantalones cortos y ponían morritos.

- Pues sí. - María alzó la ceja. - Tú eres la reina de las lesbianas, pero deja a las hetero básicas que disfrutemos un rato.

La morena rodó los ojos y se sentó junto a las demás en la mesa más cercana al escenario. Luisita se sentó entre su hermana y Nieves.

Amelia y Luisita se miraron a través de la mesa con cara de ¿Qué demonios hacemos aquí?

Se acercó un camarero con pantalón corto y una camiseta que simulaba ser un smoking. Amelia ya estaba a punto de levantarse y marcharse de allí sin mirar atrás.

Como a las 11 de la mañana no era muy buena idea beber alcohol, pidieron refrescos y algo para picar.

El local, como era normal, estaba vacío a excepción de las chicas. Luisita resopló con resignación, deseando que aquella celebración acabara cuanto antes.

De pronto las luces se apagaron y un hombre musculoso con poca ropa apareció en el escenario al ritmo de una música de porno cutre.

María y Marina jalearon, Nieves se puso roja como un tomate, Natalia bebió de su refresco y Luisita miró a Amelia, que se pellizcaba el puente de la nariz con cansancio.

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