Rebecca McCann
No me consideraba para nada una persona suertuda. Ni de lejos, ni a cien años luz distancia, ni en los sueños más profundos del brujo más viejo del planeta.
Pero hoy sí me sentí afortunada y eran tres razones simples que lo explicaban.
Porque había encontrado aparcamiento cerca de una cafetería del campus.
Porque había llegado con diez minutos de antelación a la gran presentación de bienvenida.
Y porque había hecho una amiga nueva en mi primer día.
Tanto Allison McKeen como yo habíamos divisado las únicas dos plazas de aparcamiento libres de todo el parking y fuimos directas hacia ellas. Mientras ella había aparcado su Mini Cooper rojo a la izquierda, yo dejé mi Toyota Corolla gris al lado. Al bajarnos de los coches fue como si ambas tuviéramos la necesidad de comentar acerca de este suceso suertudo.
—¿Tú también te has dado cuenta, no? ¡Vaya suerte hemos tenido con el aparcamiento!
—Ya ves, encima a la sombra —contesté con una leve carcajada.
Y, para avanzar un poco, así fue como nos conocimos. Allison se presentó y, tras decirle que estaba encantada de conocerla (y que ella también lo estaba) me preguntó si sabía dónde se encontraba el Auditorio II. Sonreí para mis adentros porque significaba que no tenía las típicas pintas de una novata y no sería el típico blanco fácil de los graciosos de la clase.
—Te iba a preguntar lo mismo —le confesé—. Yo también soy nueva y estoy buscando el mismo sitio.
—Oh, vaya... Pues claro que eres nueva, si tenemos la misma botella —me señaló la mano derecha. Y era cierto, pero ni siquiera me di cuenta hasta que lo dijo.
—Cuando recibí el paquete de bienvenida a mi casa pensé que era uno personalizado. Eso dijeron en la carta.
Allison se rió y ambas anduvimos hacia la salida del parking, entrando en el propio campus. Ya saben, ese típico césped verde recién cortado que ya tenía encima a algunos alumnos tumbados tomando el sol o simplemente perdiendo el tiempo sin estresarse.
—Déjame adivinar lo que realmente te escribieron en la carta. Seguro que era algo así como... "¡Nos alegra tanto saber que serás estudiante en nuestras instalaciones! Por eso, aquí tienes una botella térmica de agua con materiales reciclados hecha especialmente para ti. Firmado, Universidad de Charles Hills.".
—¡Es exactamente eso! —exclamé con sorpresa, aunque también me estaba riendo.
—¿Puedes creer que la matrícula cueste un dineral pero que no cumplan su palabra de mandar botellas personalizadas? Me pregunto en qué tirarán el dinero los que trabajan aquí.
—Sabemos que en hacer botellas de agua para los alumnos no.
Nuestra travesía comenzó a ponerse seria cuando nos dimos cuenta que estábamos a menos de cinco minutos de que comenzara la presentación de bienvenida y nosotras aún no sabíamos ni ubicarnos. Recordé que me había descargado la app de la U.C.H. hace unas semanas y la había trasteado para ver qué tenía. El recuerdo me vino a la mente como si se me encendiera una bombilla encima de la cabeza que dijera: "¡Tachán, idea #1!"
—Espera, me he acordado que en la app hay un mapa del centro —saqué el teléfono móvil de uno de los bolsillos delanteros de mis vaqueros a toda velocidad y pulsé el icono de la aplicación azulada.
—¿La uni tiene app? ¿Desde cuándo?
—¿No lo sabías? En el paquete que enviaron había un papel pequeño con un código QR. Tenías que escanearlo y te llevaba directamente a la AppStore para descargarte la aplicación.
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LA LOCURA QUE NOS UNE (¡Capítulos los viernes!)
RomanceDicen que existe un lazo rojo que une a aquellos que están destinados a estar juntos. Uno invisible. Podría incluso considerarse una fuerza. No se ve pero se puede notar. Se siente. Pero, ¿y si ese lazo fuera en realidad una locura? Rebecca McCann...